El 7 de junio se celebra el juicio contra la activista gallega, acusada de falsificación de documentos.
Sindicalista, independentista, activista feminista y por los derechos de las personas migrantes y, además, trans. Laura Bugalho lo tiene todo para no pasar desapercibida ante la policía. Y más al ser una de las personas que ha denunciado la explotación laboral sufrida por decenas de personas migrantes en Galicia.
Hoy, 7 de junio, Bugalho será juzgada en Santiago de Compostela, en el marco de un proceso penal que comenzó en 2009, a raíz de que la activista gallega destapara la trama que dio origen a la operación Peregrino.
La Fiscalía pide inicialmente para ella una pena de entre tres y ocho años de cárcel por supuestos delitos de falsificación de documentos oficiales en relación a la regularización de personas migrantes.
La Policía Nacional la acusaba también de liderar una trama de trata de personas, delito por el que pedía para la activista ocho años de cárcel, pero finalmente, según señala Bugalho a Diagonal, esta última acusación ha sido retirada. Pero echemos la vista nueve años atrás.
Desde 2007, Bugalho, trabajadora del Departamento de Migración de la Confederación Intersindical Galega (CIG), presentó varias denuncias relacionadas con el cobro de comisiones de entre 2.000 y 10.000 euros a personas migrantes a cambio de trabajo –en condiciones de explotación– y permiso de residencia.
Las denuncias de la activista dieron lugar a la operación Peregrino, puesta en marcha en febrero de 2009 por la Policía Nacional, y que acabó con las imputaciones de Messaud El-Omari, responsable del área de inmigración de Comisiones Obreras en A Coruña, varios empresarios marroquíes y los gallegos Ángel García Espido, Ángel Baqueiro Mejide y los hermanos Miguel Ángel y Ramón Hermo Sánchez.
Peregrino: todos absueltos
En noviembre de 2013, el protagonista de la trama, Messaud El-Omari, fue condenado por la Audiencia Provincial de A Coruña a cuatro años de cárcel y al pago de 21.000 euros en indemnizaciones a las personas a las que cobró la comisión –con Comisiones Obreras como responsable civil subsidiaria–.
El sindicato pagó una fianza de 140.000 euros para que su extrabajador quedase en libertad. El resto de imputados quedaron absueltos.
Un año después, el Tribunal Supremo anuló la condena de El-Omari. El alto tribunal confirmaba como hechos probados que el sindicalista de CC OO cobró las comisiones, pero argumentaba que este hecho no constituiría un delito relacionado con extranjería, sino con los derechos de los trabajadores.
Mientras el caso de la operación Peregrino que Bugalho denunció ha quedado finalmente sin castigo, la activista ha sido detenida, acosada y vigilada desde que comenzó a denunciar la trama.
El 18 de mayo de 2009, Laura se encontró con que alguien había entrado en su casa. "En mayo de 2009, policías de la Unidad contra el Crimen Organizado me avisaron de que estaba siendo investigada", recuerda Laura. "Cuando les dije que habían entrado en mi casa me dijeron que seguramente habrían sido ellos, en referencia al cuerpo de Policía".
El 25 de mayo de ese año, varios agentes acudieron al lugar de trabajo de Bugalho en la CIG y se la llevaron detenida. "Cuando entré en el calabozo, el inspector del Grupo de Extranjería me lo dejó bien claro. Me dijo: 'Laura, por fin te cogí'. Le dije que iba a salir de allí y me respondió: 'De aquí te vas para la cárcel, para Teixeiro, tú sabes mejor que yo cómo se portaron con El-Omari'. Esto es una vendetta", explica Bugalho.
La activista, que actualmente trabaja con la asociación Chrysallis de familiares de menores trans, narra cómo el caso coincidió con su proceso de transgenerización. "De repente Xoán dejó de ir una semana [a la comisaría de Santiago de Compostela] y apareció Laura. Eso causó cierta hostilidad por parte de los agentes de la Policía Nacional y en el propio grupo operativo de Extranjería", recuerda Laura, quien explica también cómo antes del caso se dedicó a hacer acompañamiento de las denuncias de trabajadoras del sexo. "No les agrada que haga este tipo de trabajo, siempre me preguntaban de forma sarcástica: “¿También vienes con éstas?".
El trato despectivo se endureció con la detención. "Una de las cosas que intentaron minar, y reconozco que no fui capaz de aguantar las 48 horas siendo yo misma, fue el hecho de que fuera trans. Me obligaron a desnudarme delante de tres maromos, imagínate los improperios que salían de sus bocas. Eso me hizo mucho daño. Y yo en ese momento ni siquiera sabía de qué delito se me acusaba".
A los insultos relacionados con su cambio de sexo se unió la tortura 'blanca' relacionada con el descontrol del tiempo. "Parece que no, pero eso te mina", afirma la activista.
En 2010, pocas semanas después de que la juez de instrucción derivara el caso de la operación Peregrino a la Audiencia Provincial, Bugalho afirma que recibió al menos cinco llamadas de teléfono de personas anónimas que le preguntaron si podía conseguirles drogas y mujeres. Intentos, según explica la activista, de incriminarla falsamente en otros delitos.
Nueve años de proceso penal
El proceso contra Bugalho continuó hasta 2013, cuando la jueza de instrucción archivó la causa al considerar que no había indicios de delito. Pero, poco después, la Fiscalía recurrió el archivo y consiguió la reapertura del proceso. Acto seguido, ofreció a la activista la celebración de un juicio rápido y reducir su petición de condena en un tercio. Una "broma macabra", como lo calificó Bugalho, que afirmó que no aceptaría ninguna condena.
El juicio fue inicialmente fijado para el 16 de enero de 2013, pero cuando llegó la fecha, la Fiscalía y la acusación no se presentaron. Y el proceso contra Bugalho se alargó tres años más. La siguiente fecha fijada para el juicio contra la activista fue el 23 de febrero de este año, pero, según explica, pidieron un nuevo aplazamiento, en esta ocasión porque la abogada de Bugalho, Mariluz Canal, estaba en esa fecha en Chile como ponente en unas jornadas sobre la las víctimas de la dictadura.
En todo este tiempo, la activista explica que ha seguido sufriendo acoso, aunque de manera "más suave". "Ha habido algún encontronazo con la policía, sé que mi teléfono móvil sigue pinchado y a veces me desaparecen datos; ahora en febrero, justo cuando se supo que se suspendía el juicio del 24, me rompieron los cristales del coche con una piedra inmensa", detalla.
Bugalho afirma que hay persecución contra ella: "A una persona de los juzgados, desde la policía le dijeron que si yo no entraba de ésta, entraría en la siguiente. ¿Cuánto más tengo que esperar? Son ya siete años en los que tengo que mirar con muchísimo cuidado hasta qué punto me puedo meter en cualquier tema".
En las manifestaciones de la última huelga general, cuando la policía comenzó a cargar, Laura intentó que no pegaran a un compañero y escuchó que los antidisturbios decían "a Laura, a Laura", según cuenta. "Y recibí la de San Quintín. Hay una situación general de represión a los activistas de diferentes campos", lamenta. "Y a mí lo que me preocupa no es ya salir más o menos airosa de este juicio. No creo que acabe en condena, pero la justicia pasa muy a menudo por encima de sus propias leyes y nos mete para adentro [de la cárcel] con una facilidad pasmosa".
"Lo que sea para que tengan escolarización"
“¿Falsificación de documentos oficiales?”, preguntamos a Laura Bugalho sobre los delitos de los que se le acusa. “Depende de quien lo interprete –responde–. Cuando había imposibilidad de obtener la tarjeta médica para las mujeres trabajadoras del sexo porque no tenían un domicilio físico, o para la gente rumana que dormía en sus furgonetas y tenían que escolarizar a sus niños y niñas, ¿qué no vas a inventar? Lo que sea para que tengan escolarización y tarjeta médica, y si tienes que empadronar a 13 o 15 personas en tu casa, las empadronas y punto pelota. Si una persona tiene la espada de Damocles de la expulsión sobre la cabeza, ¿cómo no vas a mover cielo y tierra para que alguien, de manera solidaria, sin dinero de por medio, le haga un alta. Si eso es irregular, entonces sí. No tendremos dinero en Panamá, pero seremos delincuentes para ellos. Seremos muy malas, pero podemos ser peores”.
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