Demolición de barrios autoconstruidos
La Lisboa informal destruida

La capital lusa renueva su imagen eliminando los barrios construidos por los migrantes africanos.

, Santiago de Compostela
23/05/16 · 7:16

Lisboa se consolida cada vez más como punto de referencia turístico. Con la llegada de la primavera, los tranvías dejan de ser el transporte público de los vecinos de los barrios para convertirse en la atracción de los extranjeros. El más conocido es el eléctrico 28. Su punto de salida es la plaza de Martim Moniz, que toma el nombre de un noble que combatió junto a los cristianos en la reconquista de Lisboa. Paradójicamente, la plaza representa lo opuesto: es un espacio ejemplificador de la multiculturalidad de la ciudad. Así como la avenida Almirante Rei, por donde continúa el tren eléctrico, rodeado de tiendas asiáticas y africanas.

La faceta multicultural de Lisboa va mucho más allá del mestizaje que ofrecen sus calles –siempre empinadas– y de los restaurantes exóticos y baratos. En 2013, según el Serviço de Estrangeiros e Fronteiras (SEP), la cifra de personas extranjeras era de 46.426. La mayoría provienen de antiguas colonias africanas o de países asiáticos como Nepal, India y China.

Oeiras, Amadora y Loures son algunos de los municipios limítrofes de Lisboa que conforman su Área Metropolitana (AML). Concretamente siguen la línea de la Estrada Militar. En 2011, la comunidad caboverdiana era la segunda más numerosa en Portugal, con 38.895 personas, según el Instituto Nacional de Estatística portugués (INE). El 16,45% del total vive en el municipio de Amadora.

En 2011, la comunidad caboverdiana en Portugal llegaba a las 38.895 personas. El 16,4% vive en Amadora

Cuando aparecen estos espacios en los medios de comunicación es siempre vinculados con temas de violencia, inseguridad o tráfico de drogas. Aun así, rara vez ocupan las páginas de los periódicos. Hubo una pequeña excepción en el año 2015 y Amadora fue vinculada con un tema nuevo.

Los barrios autoconstruidos allí, mayormente por personas africanas, estaban siendo demolidos y algunos de sus habitantes eran realojados y otros destinados a vivir en la calle. Santa Filomena y Fontainha –donde grabó una película Pedro Costa, Juventude em Marcha– son algunos de los barrios que fueron demolidos ya. Colectivos como Stop Demolições, acompañando a los vecinos en Santa Filomena, han trabajado para intentar detener las demoliciones y sensibilizar al resto de habitantes de la ciudad. Pero ésta es una tarea difícil, hay una especie de barrera entre el centro de Lisboa y la periferia que insensibiliza a las personas con lo que ocurre fuera de ella. Pocos meses más tarde vuelve a aparecer Amadora en los periódicos. Esta vez es el barrio 6 de Maio el que tiene los días contados.

La diáspora caboverdiana

La paradoja de Cabo Verde es que hay más caboverdianos por el mundo que en su propio territorio. Se estima que hay cerca de un millón en la diáspora. La historia de la emigración en este país tiene un vínculo importante con sus 40 años de independencia. Cuando se funda el Estado en 1975 había una cierta necesidad de reafirmarse y situarse ante el mundo. La diáspora jugó un papel importante, tanto que se creó un Ministerio das Comunidades. El Gobierno del Partido Africano para a Independencia de Cabo Verde (PAICV) lanzó una estrategia nacional de emigración muy definida ante la situación de pobreza que vivía el país. Ésta se basaba en ayudar a las personas a conocer mejor el país al que que­rían ir y facilitarles la integración, así como preservar la cultura e identidad de estas personas fuera de Cabo Verde.

Después de la revolución de 1975 en Portugal y de la independencia de las colonias, el flujo de personas emigrantes aumentó. En los años de la revolución se creó el Serviço de Ambulatório de Apoio Local (SAAL) con el objetivo de buscar soluciones a los problemas habitacionales de los nuevos residentes de la ciudad. Con todo, no se había previsto el impacto que tendría el éxodo migratorio, y las soluciones que se ofrecieron no fueron suficientes. Se fue consolidando, de esta forma, la considerada ciudad informal. Así nacieron estos barrios autoconstruidos. Los emigrantes que llegaban se iban situando al margen de la ciudad, con las personas procedentes del rural que llegaban de todo el país. El primero que llegó al espacio en el que ahora está el barrio 6 de Maio utilizó bovinas del tendido eléctrico para construir su casa. Tras él, llegaron muchos más, hasta ser cerca de mil vecinos.

Las calles son estrechas y laberínticas. Algunas desembocan en plazas con música y ropa tendida

En 1985 se produjo la entrada de Portugal en la CEE y, con ella, las ansias de hacer de Lisboa una capital europea. Algunos ejemplos son la renovación del Chiado –afectado por el incendio de 1988–, la construcción de espacios como el Centro Cultural de Belem o la Casa dos Bicos. Fueron manos predominantemente africanas las que renovaron la capital.

Las familias de la ciudad informal fueron creciendo y asentando su vida. La llegada de mujeres se hizo más frecuente y muchas de ellas encontraron empleo en trabajos de limpieza o en la venta ambulante de productos como pescado. La sucesión de generaciones hace que ya se pueda hablar de comunidad transnacional, que combina la participación activa en sus lugares de residencia con el vínculo cultural y simbólico con su comunidad de origen.

Derribar la ciudad informal

El desarrollo de la ciudad informal transcurría en paralelo a la modernización de la ciudad formal. Y con esta modernización llegó el desarrollo de una política que buscaba la limpieza y la buena imagen de Lisboa. En el año 1993 se creó el Programa Especial de Realoxamento (PER) con el objetivo de eliminar los barrios ilegales y realojar a sus habitantes.

El PER realizó un censo ese mismo año y contempló el realojo posterior de las personas que había en el momento del censo. No se contempló a los nuevos habitantes que llegarían después ni a los nuevos miembros de las familias que vivían en estos barrios. Estas personas quedaron excluidas del derecho a una nueva vivienda y destinadas a vivir en la calle. El derecho a la vivienda que recoge la Constitución portuguesa no tiene mucho que decir en esto. Tampoco tienen mucho que decir los medios de comunicación, que, después de que se tiraran las primeras casas, se olvidaron de lo que estaba sucediendo.

El barrio en primera persona

Para llegar al barrio 6 de Maio hay que coger el autobús 711, que tarda cerca de una hora. Al llegar resulta difícil encontrar con quién hablar. Desde el margen se pueden ver personas reunidas que miran con ojos desconfiados a quien saben que no pertenece a su espacio. Pero desde este margen ya se pueden entrever algunas características del barrio. Las calles son estrechas y laberínticas, se suceden los colores y dibujos. Algunas desembocan en plazas con música, ropa tendida y personas sentadas. Huele a especias. Ver a las personas sentadas alrededor de una parrilla, hablando distendidamente con música africana de fondo, ya hace sentir cierta distancia con Lisboa y su velocidad.

El primer día conocí a dos mujeres llamadas Deolindas. La primera es la mujer con la cara más arrugada que he visto. No vive en el barrio, sino en uno limítrofe. Ronda los 80 años y ocupa sus días paseando con un carro cargado de comida que rescata del contenedor para darle a las palomas. Me habla un poco del barrio, de que siempre había vivido ahí, de que es un lugar cómodo y tranquilo para llevar a cabo su rutina. Le pedí volver a vernos otro día para hacerle una foto y me contó su ruta diaria para que pudiera encontrarla. Lo intenté varias veces pero no coincidimos.

La siguiente Deolinda fue la que me facilitó la entrada en el barrio de forma indirecta. Es monja y vicepresidenta del Centro Social 6 de Maio. En este espacio hay desde clases para niñas y niños hasta asesoramiento jurídico o clases de capoeira. También actividades religiosas. Ella me da el contacto de Cibelo Morais, un antropólogo que lleva cerca de diez años trabajando en el barrio.

En ese tiempo, Morais desarrolló diferentes proyectos, centrándose siempre en la parte audiovisual. En varios vídeos ha recogido toda su experiencia en el barrio. Uno de sus proyectos actuales es la grabación semanal con un hombre que cuenta su experiencia en la cárcel. Otro es un taller de cine para niñas y niños. Cada semana les propone un tema y salen a las calles de su barrio a grabar un pequeño corto que después publica en internet. El objetivo es acabar con el estigma que tienen por pertenecer a este barrio y lograr que se sientan orgullosas y orgullosos.

Doña Luísa tiene 91 años y el salón de su casa está lleno de retratos y figuras de Cabo Verde. Nos contó que vive en el barrio desde 1976 y que, desde entonces, viaja siempre que puede a su país. Y, como ella, la mayoría. El barrio ha contribuido a mantener la comunidad en la distancia y a crear lazos. Ahora el PER pondrá a prueba la supervivencia de estas comunidades, que tendrán que mantenerse vivas fuera de sus ecosistemas. Una vez más.

Tags relacionados: derribos Lisboa número 270 Portugal
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comentarios

1

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    pedro boleo
    |
    14/06/2016 - 6:36pm
    A entrada de Portugal na CEE foi em 1985 e não em 1976 como se diz no artigo...
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