Desde 2012, el colectivo Putas Indignadas, en Barcelona, se ha organizado para luchar por los derechos de las trabajadoras del sexo. Hablamos con Janet, una de las trabajadoras que forman el colectivo.
En el barrio del Raval hay un grupo de mujeres que ejerce la prostitución en la calle. Durante largo tiempo, además de ser mal vistas y estigmatizadas por la opinión pública, han sido objeto de discriminación y persecución policial. Pero un día dijeron que ya basta, que ya no iban a permitir que las siguieran pisoteando. Así fue como dieron vida al colectivo Putas Indignadas, para defender sus derechos y exigir respeto. Hemos quedado con Janet, una de las chicas que forman Putas Indignadas, para que nos explique un poco la historia de su colectivo, y qué han logrado con su organización.
Janet lleva más de 30 años en el trabajo del sexo. Es una mujer pequeña y de voz suave, que impresiona por la valentía que transmite con sus palabras, pero sobre todo por la naturalidad con la que habla sobre su profesión. Aunque dice, "no es fácil decir soy puta, porque hay muchas barreras que tienes que saltar". Una de esas barreras es el estigma.
En la moral imperante, las mujeres que se ganan la vida a través del sexo, no son trabajadoras, son putas: seres malignos y despreciables, dicen las "buenas conciencias". Ese prejuicio, ese estigma, nos lo meten en la cabeza y es una barrera que muchas trabajadoras del sexo han decidido saltar para decirnos: sí, soy puta, a eso me dedico, pero también tengo derechos como tú, y debes respetarlos.
"Nuestro colectivo surgió cuando comenzamos a argumentar por nosotras mismas –explica Janet–. Antes acudíamos a otros colectivos y asociaciones que hablaban por nosotras. Pero eso cambio porque empezamos a defendernos con nuestras propias palabras, sin intermediarios. Otro factor importante para organizarnos fue que se endureció muchísimo el acoso policial por parte del gobierno de Xavier Trias".
"Fue un hostigamiento a nuestros derechos. Los policías nos insultaban, nos decían gordas, viejas, nos contaban como ganado; uno, dos, tres, cuatro, y así elegían a quien le tocaba la multa. A varias compañeras africanas les echaban encima la moto para alejarlas de la calle. Frente a esto, nosotras sacamos fotos, hicimos vídeos y comenzamos denunciar. Y así fue como nos fuimos organizando para defender nuestro derechos".
"Entonces decidimos exigir un diálogo con Xavier Trias para que parara el acoso policial. Luego de varias reuniones previas con otras autoridades, por fin Trias nos recibió en abril de 2013. Su principal argumento era que nosotras somos víctimas del crimen y la trata de blancas, y que por eso es necesario un programa de bienestar social. Pero nosotras le dijimos, un momento caballero, nosotras tenemos trabajo, no venimos por eso, venimos para que nos deje trabajar. Con el acoso policial, excusándose en la ordenanza cívica que criminaliza nuestra labor, están violando nuestros derechos".
"Luego de esa reunión bajó la presión policial pero no cambiaron las cosas. De tal modo que en octubre de 2013, hubo un gran operativo policial y mediático con el que nos cerraron siete edificios donde trabajábamos y nos trataron como banda organizada. Por esos días murió Juan Andrés Benitez en manos de la policía y había muchas redadas racista en el Raval".
"En todo este contexto, iniciamos una campaña que hoy en día sigue y que se llama Prostitutas Indignadas: voces contra la prohibición de los derechos de las mujeres en la calle. En esta campaña no sólo participa nuestro colectivo de prostitutas, también colaboran diversas entidades, asociaciones de vecinos y diversos activistas".
Janet toma un trago de su refresco y continúa: "Mira, todo este trabajo no ha sido fácil porque no fueron los vecinos quienes se acercaron a nosotras, sino que fuimos nosotras las que empezamos a hacer pedagogía con los diferentes barrios, apoyando a diferentes luchas, y a medida que nos iban conociendo y encontrando alianzas fuimos ocupando un espacio entre la gente. Hoy somos como un buque de insignia, nos reconocen como una lucha de la clase obrera de aquí del Raval".
Sonríe orgullosa y añade: "Hoy, nuestro gran triunfo fue conseguir que una compañera de nuestro colectivo [Paula Ezquerra] de Putas Indignadas está como representante político de la CUP, es consejera del distrito y me parece que eso muy pocos colectivos lo pueden decir, y mucho más en el trabajo sexual, y eso lo logramos en dos años".
"Dos años de trabajo constante visibilizando nuestra lucha y lo que somos –enfatiza Janet– porque no es fácil decir soy puta, hay muchas barreras que tienes que saltar, y cuando te preguntan que por qué trabajas de puta, bueno, vivo en una ciudad capitalista, en donde se me impone que tengo que trabajar, y dentro de mis capacidades, yo decido con qué parte de mi cuerpo tendré más rentabilidad, si lo hago con la cabeza soy intelectual, si lo hago con el cuerpo soy obrero, pero si lo hago con mi sexualidad me convierto en criminal".
Janet nos mira para saber si comprendemos sus palabras. Se lo confirmamos con un movimiento de cabeza y dice: "Hay mucha leyenda urbana, se piensa que somos máquinas de enfermedades, que somos malas madres, mujeres de poca ética, o mujeres drogadictas, alcohólicas; se nos estigmatiza. Eso debe cambiar. El trabajo sexual no se puede enfocar como el trabajo de una fábrica, de una mina o de una oficina porque el contexto es diferente, tú no eres criminalizado en un sitio 'normal', pero sí si lo haces con tu sexualidad".
Putas Indignadas, un ejemplo de lucha que ha nacido desde abajo, en la calle, a contracorriente. Janet se despide y se aleja con un caminar que paso a paso hace estallar las cadenas del sistema, la moral imperante y la injusticia.
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