La ciudad convertida en centro comercial y postal para turistas requiere borrar los síntomas de conflicto, eliminar las huellas que la austeridad ha grabado en sus habitantes. A ello se han aplicado las ordenanzas cívicas en la última década.

La candidata a la alcaldía de Madrid por el Partido Popular, Esperanza Aguirre, lo dejó claro el lunes 27 de abril: "Hay que estudiar dónde duermen los mendigos y sin techo porque afecta al turismo que lo hagan en la calle". Cuatro días después reincidió en la idea, asegurando que no quiere que "las calles de la ciudad se conviertan en dormitorios con colchones, la mesilla de noche y la maleta".
Son declaraciones muy elocuentes sobre el modelo de ciudad que se viene implantando en la última década. Urbes en cuyas calles y avenidas no se vea el conflicto, no se noten las consecuencias de las políticas aplicadas y cuyo principal objetivo sea aparentar normalidad para las cámaras de los turistas. Higiene urbana que se concreta en plazas sin bancos para sentarse y la expulsión de quienes no tienen otro sitio al que ir salvo la calle.
"Limpiemos la ciudad para que la vida en ella no moleste a quien consume. Ya no eres un viajero del tren sino un cliente"
"Parece que los ayuntamientos se congracian con los vecinos expulsando a las prostitutas, esa medida tan populista"
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