Hablamos con Iñaki, el manifestante que perdió la visión de un ojo en las cargas del 22M, y con Carles Guillot, promotor de Stop Bales de Goma.
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Nueve muertos desde el final de la dictadura. Treinta personas que han perdido un ojo desde 1990, a las que hay que sumar una más tras las Marchas de la Dignidad del pasado 22 de marzo. Estos son los datos registrados en el Estado español por el uso de las balas de goma por parte de la Policía.
Iñaki, un joven estudiante de Relaciones Internacionales y militante del Colectivo Jóvenes Comunistas (CJC), acudió al 22M. Cuando aún no había terminado el acto con el que concluía la movilización, la Policía cargó contra los manifestantes en la Plaza de Colón. Iñaki recibió el impacto de una bala de goma en su rostro que le provocó una “fractura de suelo de órbita y de pared medial orbitaria”, según explica el parte médico de la Fundación Jiménez Díaz, en donde fue atendido de urgencia. En una segunda revisión se confirmó la pérdida irreversible del 90% de la visión de su ojo derecho. Iñaki comenta a DIAGONAL que la manifestación fue “un espacio de acumulación de fuerzas, un momento de concienciación para todos los trabajadores del Estado. El problema es cómo se trata la información, es decir, el hecho de que se den unos disturbios es aprovechado para justificar la brutal intervención policial y decir que no se intenta otra cosa que generar disturbios”, afirma.
Según los protocolos policiales, recogidos en el informe de 2013 de la asociación Stop Bales de Goma, la Policía debe seguir varios pasos para proceder a la dispersión de las masas: “Se debe avisar por megafonía de que se procederá a esta acción, después de haber agotado todas las demás vías, la verbal, y mostrar el arma como elemento disuasorio y las salvas, disparos sin proyectil que sólo hacen ruido”. El protocolo ordena también que hay que “mantener una distancia mínima de 50 metros”, explica el informe, en el que se añade que “el impacto siempre debe ser indirecto” y “el rebote debe ser calculado de manera que impacte en las extremidades inferiores del sujeto, a fin de no causarle una lesión grave”.
Carles Guillot, uno de los promotores de Stop Bales de Goma, dice a DIAGONAL que, “en este país, la sociedad tiene muy asumido el uso de las balas de goma por parte de la Policía”. Guillot también perdió la visión de un ojo. En su caso, fue durante el desalojo de una casa okupada en Barcelona, en el barrio de Gracia, en 2001. “Mi situación fue distinta a la de Iñaki. No había ninguna iniciativa moviendo estas cosas. Los heridos aparecían en las crónicas como parte de la violencia más que como efecto de violencia policial. Ahora creo que la situación ha cambiado, existe una conflictividad social que cuestiona la represión por parte del Estado”.
Dos años de la muerte de Iñigo CabacasEl 9 de abril se cumplieron dos años de la muerte de Iñigo Cabacas, seguidor del Athletic de Bilbao que falleció cuatro días después de recibir el impacto de una bala de goma en la cabeza en el casco viejo de Bilbao. El pasado 5 de abril se realizó una ofrenda floral y una manifestación contra la impunidad. |
Respecto a los próximos pasos a seguir, Iñaki afirma que van estar presentes en todos los frentes, presentando una denuncia pero también haciendo campaña política contra la represión. “Lo que me interesa es que, a raíz de mi caso o el de Gabriel [que perdió un testículo por el impacto de una bala de goma en las cargas policiales del 22 de marzo], con el que estamos intentando contactar para poner una denuncia conjunta, se consiga prohibir el uso de las balas de goma. Que me den una indemnización no me sirve de nada, lo que no quiero es que más familias tengan que pasar por esto”, explica Iñaki y añade que “las escopetas de balas de goma son armas que te destrozan la vida, la Policía no es consciente de que cada vez que dispara esta munición puede hacer un daño increíble”.
Por su parte, Carles comenta cómo venir de un ámbito político hace que “de alguna forma seas consciente de que algo así te puede pasar. Yo había asumido ese riesgo, y quizás sea una manera medio romántica de interiorizar una desgracia como es perder un ojo. Creo que es la gran diferencia con otros compañeros que no provienen de un ámbito político. En ese sentido, el golpe que reciben es mucho más fuerte”, explica.
Internacionalización
El 1 de abril, Esperanza Aguirre se quejaba de la visita de miembros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa con estas palabras: “¿Quiénes se creen que son esos señores para venir a España a vigilar a nuestra Policía como si esto fuese una república bananera o una satrapía comunista?”. Miembros de esta institución llegaron a Madrid el 22 de marzo para realizar un informe sobre las actuación policial en la manifestación de las Marchas de la Dignidad, que será publicado a finales de año. Para Guillot, que la denuncia de la brutalidad policial traspase las fronteras es clave: “La demanda que hemos interpuesto en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo no entra en la cuestión del uso de las balas de goma ya que es algo que es regulado por cada Estado. Estamos a la espera de que el Tribunal conteste si acepta o no la demanda, en caso de aceptarla se abriría un juicio contra el Estado. Lo positivo de todo esto, más allá de cómo acabe la demanda, es la internacionalización del asunto”.
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