Barcelona, la estigmatización del Raval
Una comisaría peligrosa en el barrio chino

Los colectivos vecinales consideran que Interior no toma las medidas necesarias ante las quejas de abusos en el Raval.

, Barcelona
05/02/14 · 8:00
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Ofrenda en recuerdo del vecino del Raval muerto el 5 de octubre durante su detención por parte de los mossos / Robert Bonet

La muerte el pasado octubre del empresario Juan Andrés Benítez en el Raval, antiguo barrio chino barcelonés, está lejos de ser un hecho aislado. La comisaría de los Mossos d'Esquadra del Raval es el foco de las quejas en los últimos meses por las acciones abusivas de algunos de sus agentes. De sus 300 policías, 15 están imputados por haber cometido abusos. Diez por el caso Benítez, tres más por la detención del periodista del semanario Directa Bertran Cazorla y otros dos por golpear a un motorista que circulaba sin carné. Además, uno de los implicados en el caso de Cazorla está  expedientado por colgar en Facebook un vídeo de la policía rusa maltratando a unos detenidos. Lo que se pone de relieve es que este hecho tan dramático es la expresión más grave de un problema recurrente y que hay un grupo enquistado de agentes que por las razones que sea han ejercido malas prácticas y “se ha ido tapando y tolerando en vez de intervenir desde arriba”, comenta Lluís Rabell, presidente de la Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona (FAVB).

El fiscal atribuyó el pasado 18 de enero un delito de homicidio a ocho de los mossos imputados en el caso Benítez. David Aineto, abogado de la familia del empresario, acusa a nueve agentes de asesinato, de coacciones y detención ilegal a cuatro de ellos, y de falsedad documental a otros cuatro. Por último, añade los delitos de coacciones y de obstrucción a la Justicia a una mossa y a otros dos agentes por obstrucción y encubrimiento. Son los que borraron los rastros de sangre que la víctima dejó en la calle. “Sabemos que a algunos policías implicados se les ha cambiado de destinación, pero queda abierto el caso y las imputaciones y el proceso judicial siguen hacia delante”, comenta Rabell, quien considera que “si no se lanza un mensaje fuerte desde la dirección política es muy difícil que estas prácticas se erradiquen y se instala un sentimiento de impunidad que permite que se reproduzcan casos como éste”. Sin embargo, esto no sucede. Ejemplo de ello es la carta de Manel Prat dirigida a Cazorla en la que considera que los policías no se excedieron en su actuación e interpreta como “meras apreciaciones inconcretas” lo relatado por el periodista.
 
El colectivo de Prostitutas Indignadas, que trabaja en el chino, tiene un conflicto con la Guardia Urbana Por otro lado, el portavoz del Sindicat de Policies de Catalunya, David Miquel, explicaba que en el Raval se registraron 12.000 detenciones en 2012, con lo que más que plantearse lo que sucede en la comisaría habría que plantearse lo que pasa en el barrio.  Rabell considera que esta opinión “esconde un cliché tradicional sobre el Raval. En este barrio han ido a parar colectivos desfavorecidos, pero también, y es lo que lo ha caracterizado, gente trabajadora venida de muchos lugares. El barrio chino ha estado estigmatizado y visto como un foco de clases peligrosas y esa imagen aún perdura. El hecho es que la peligrosidad del barrio es  relativa y corresponde sobre todo a fantasmas del pasado más que a la realidad actual”. 
 
Uno de los colectivos que operan en el barrio es el de Prostitutas Indignadas, que tiene un conflicto abierto con la Guardia Urbana. Hartas de manifestar que no son criminales, son sometidas a redadas constantes y burlas por parte de los agentes. Durante meses protagonizaron caceroladas para denunciar el trato policial y la muerte de Benítez. 

Unión ante los agravios

La muerte del empresario en octubre ha sido un revulsivo que ha removido conciencias y ha provocado el resurgir de todos los malestares. El día que la juez acusaba a los mossos imputados, vecinos y colectivos del Raval se concentraron ante la Ciutat de la Justícia para exigir que salga la verdad en el caso del empresario. Rabell considera que el incidente ha hecho que “muchos colectivos que hasta entonces vivían por separado sentimientos de humillación se reencuentren”.  Para Rabell, “afortunadamente la percepción de menosprecio empuja a mucha gente a reivindicar su cualidad de ciudadano. Desde las instituciones de gobierno se concibe el Raval como un barrio de deshechos humanos. Si bien nunca se dice, sí se piensa”.  
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