Rodríguez es una firme defensora
del concepto de medios ciudadanos,
según el cual la ciudadanía no es un
estatus jurídico sino una condición
que se construye a partir de prácticas
políticas cotidianas. En este contexto,
medios ciudadanos son los que
poseen un potencial para desencadenar
procesos sociales transformadores
a través de la comunicación.
Esta investigadora colombiana
distingue dos tipos de medios ciudadanos:
los utilizados por movimientos
sociales (zapatistas, palestinos,
etc.) que realizan un trabajo
contra hegemónico y los medios
que apuntan al cambio social de
una manera más sutil, sobre todo
buscando dar voz a los sin voz por
medio de un empoderamiento social
y colectivo.
Ante el silencio en el cual se encuentran
las personas como audiencias
de los grandes medios,
Rodríguez sostiene que la labor de
los medios ciudadanos tiene que ver
con la transformación de la subjetividad
de quienes participan en ellos,
de un estado de pasividad, aislamiento
y silencio, a una forma de
subjetividad activa.
Por último, sugiere que para comprender
estos complejos procesos de
cambio a nivel individual y colectivo
hay que indagar en la relación entre
identidad, lenguaje y poder porque
“el lenguaje es poder y las tecnologías
de la información y la comunicación
son tecnologías diseñadas
exclusivamente para moldear lenguajes”,
pues los medios son tecnologías
creadas para nombrar el
mundo.
- RODRÍGUEZ, invitada por la cátedra Unesco de la Comunicación Incom-UAB para hablar sobre de las Tecnologias de Informacion y Comunicacion (TICs) en medios ciudadanos. Lo genial de los medios. Foto: Robert Bonet.
DIAGONAL: ¿Con la relevancia de
internet cambia el concepto de medios
ciudadanos?
CLEMENCIA RODRÍGUEZ: Para
mí se trata siempre de lo mismo, con
distintos dispositivos. Downing, por
ejemplo, define como medios alternativos
desde el hip hop hasta internet.
Él rompe la vinculación entre lo
mediático y lo tecnológico.
El gran problema que le veo a internet
es que tu no puedes diseñar
el momento de recepción. Puedas
gritar, pero si nadie te está oyendo
no sirve de nada. Por contraste, la
gente de los proyectos que he presentado
en Barcelona y que utilizan
internet se caracterizan porque
en ellos el momento de la escucha
es parte del diseño del proyecto. Se
empieza por las necesidades de comunicación
y se termina con la tecnología,
no al revés.
D.: Aquí en nuestro país, ¿cómo podemos
hacer para fortalecer a los
medios comunitarios?
C.R.: Lo primero que tiene que pasar
es que el medio quiera vincularse
con la comunidad y que le vea el
sentido a vincularse con la comunidad.
En Colombia hay más o menos
600 radios comunitarias legales y
más de 300 televisiones comunitarias
legales. De todas éstas, yo creo
que habrá 100 que valgan la pena,
participativas y que tienen muy claro
para qué están. El “para qué” de
la comunicación es lo primero que
hay que pensar, antes de pensar en
la tecnología.
Muchos medios se han articulado
con los colegios. Porque se dan
cuenta de que los niños, niñas y
adolescentes son los únicos que tienen
tiempo. Entonces empiezan
con ellos a hacer talleres de radio,
producción de video y televisión a
los 9 años. Pero no sólo eso. En ese
proceso están las preguntas claves:
los niños se preguntan quienes conforman
su comunidad. En último
término, son talleres que los moldean
para que usen la tecnología
para verse ellos mismos y a su comunidad.
Al final, estos niños y niñas
tienen una visión de su comunidad
súper profunda, muy crítica.
La otra opción es detectar lo que
convoca a la gente. Si nos tocan la
llaga en temas que sí nos interesan,
ahí empezamos a participar. Lo genial
de los líderes de medios comunitarios
que funcionan en Colombia
es detectar dónde a la gente se le remueve
algo por dentro para de ahí,
poquito a poco, en dos o tres años,
activar procesos de participación.
D.: ¿Qué opina de la financiación de
medios comunitarios por agencias
de cooperación para el desarrollo?
C.R.: Este tipo de financiación es
perverso porque hace que los proyectos
pierdan su autonomía. Les
hacen seguir líneas que no tienen
nada que ver con lo local, el medio,
para asegurar la financiación. Y tiene
que hacer lo que le dice la fundación.
Es lo que veo en África y me
parece horrible. Colombia no es suficientemente
pobre para atraer a la
cooperación internacional ni tampoco
ha sido declarado país en guerra,
por lo que tampoco están. Los
medios de comunicación se financian
con rifas, los anuncios entre
miembros de la comunidad por los
que se paga una pequeña cantidad
de dinero y cosas así.
Sin embargo, también es cierto
que en EE UU, por ejemplo, el enfoque
de comunicación para el desarrollo
no sigue vigente, porque con
todas las teorías poscoloniales, eso
se ve como un enfoque colonizador.
D.: ¿Qué opina de medios hechos
desde la ciudadanía, pero que responden
a comunidades que enfatizan
discursos de odio?
C.R.: Hace unos años escribí el artículo
La voz del ángel poeta donde
me hago esa pregunta: los medios
de neonazis y skinheads, ¿son ciudadanos?
Y lo que hago es utilizar
las teorías de Luce Irigaray para afirmar
que no nos podemos quedar en
que la estructura institucional o la
programación de un medio sea ciudadana,
sino que tiene que haber un
planteamiento ético detrás. Se trata
de establecer una forma ética de utilizar
los medios.
D.: En América Latina, el movimiento
de los medios comunitarios siempre
ha contado con una importante
presencia religiosa, ¿qué piensa usted
de esta influencia?
C.R.: Este “matrimonio” es bien interesante
en América Latina. En
Colombia, al menos, la mayoría de
curas o monjas que se metieron a
pelear por exigir condiciones legales
para los medios comunitarios no
lo hicieron por motivos religiosos.
Quizás reservan una hora para la
misa dominical, pero lo demás es
para la comunidad.
D.: ¿Junto al fortalecimiento y visibilización
de los medios comunitarios
hay que hacer un trabajo por
mejorar los grandes medios?
C.R.: Las luchas por transformarlos
son tan importantes como esto otro.
Pero son dos cosas completamente
diferentes. Es un trabajo que no hago
porque no me hace vibrar como
éste, pero hay que hacerlo. Tampoco
es que yo no vea esa otra televisión.
Betty la Fea o The Wire son
grandes productos masivos. Cuando
veo este tipo de cosas, pienso que
deberían recuperarse mucho más
estos medios para este tipo de usos.
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