PARLAMENTO EUROPEO : RACISMO E ISLAMOFOBIA
La ultraderecha gana terreno en Bruselas

9,5% de los votos en Italia; 12,78% en Austria; 17% en
Holanda; 11,96% en Bulgaria; 14,9% en Dinamarca...
los resultados de los partidos de extrema derecha en las
elecciones europeas encienden las alarmas.

30/06/09 · 22:20
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Dicen que le pilló de sorpresa, pero
sus escoltas actuaron como si nada
hubiera salido del guión. Mientras
daba una de sus primeras ruedas de
prensa tras las elecciones europeas
del 7 de junio, el líder del ultraderechista
Partido Nacionalista Británico
(BNP), Nick Griffin, fue interrumpido
a huevazos por una veintena de
personas. Casi sin inmutarse, Griffin
–quien en 1998 fue condenado a
nueve años de prisión por calificar
el holocausto de “engaño”– se refugió
entre sus fornidos guardaespaldas,
simuló una sonrisa y se metió
en el coche. Más allá de la imprevista
lluvia de huevos, el carismático
portavoz del BNP estaba eufórico: su
partido, con un discurso basado en
la fobia a los extranjeros, había obtenido
dos europarlamentarios.

El caso de este grupo es tan sólo
un ejemplo de unas elecciones marcadas
por la abstención, en la que los
ultraderechistas de varios países se
han convertido en sus auténticos
protagonistas. Hay caras nuevas, pero
también algunas ya bien conocidas
en el resto del continente. Es el
caso de la Liga Norte italiana, que
consigue un 9,5% de los votos emitidos
–en las europeas de 2004 había
alcanzado el 5%– y logra ocho
escaños. Llevado a la fama por su
pretensión de separar el norte del
empobrecido sur del país, la Liga
promueve la implantación del delito
de “inmigración ilegal”. En esa línea,
el partido fundado por el mediático
Umberto Bossi plantea, sin cortapisas,
la expulsión de los sin papeles.

Dentro del arco de extranjeros que
habitan en este continente, los preferidos
por los partidos xenófobos son
los que profesan el Islam. De hecho,
representantes de estos partidos ya
habían coincidido anteriormente en
actividades anti islámicas. Es el caso
del secretario general del Partido
Liberal Austríaco (FPÖ), Harald Vilimsky,
y el portavoz del Vlaams Belang
(Interés Flamenco) de Bélgica,
Filip Dwinter, quienes compartieron
mesa en un congreso contra la “islamización”
de Europa, realizado en la
ciudad alemana de Colonia en septiembre
de 2008. El acto, en el que
también participaban otros líderes
de la ultraderecha europea –entre
ellos Manuel Canduela, de la formación
española Democracia Nacional–
fue finalmente prohibido tras las manifestaciones
de denuncia protagonizadas
por los grupos antifascistas.

El FPÖ austríaco, uno de los invitados
estrella de aquel evento, obtuvo
el 12,78% de los votos en estas
elecciones –el doble del porcentaje
logrado en los anteriores comicios
de 2004–, lo que equivale a dos escaños
en el nuevo parlamento de Estrasburgo.
Durante su polémica campaña
electoral, en la que se dedicó a
alertar sobre el crecimiento de la inmigración
de origen islámico en este
continente, lanzó unos carteles que
advertían que Europa “tiene que seguir
siendo cristiana”.

Sus camaradas del Vlaams Belang
belga, acérrimos enemigos del Islam,
consiguieron dos eurodiputados,
mientras que en Holanda, el Partido
de la Libertad logró el 17% de los votos
y cuatro escaños, convirtiéndose
en la segunda fuerza política del país.
Su líder, el diputado Geert Wilders,
quiere prohibir la construcción
de mezquitas y propone todo tipo de
trabas a la llegada de inmigrantes
musulmanes, pues está firmemente
convencido de que el Corán incita al
odio y al asesinato. En marzo de
2008, Wilders produjo un corto cinematográfico
titulado Fitna, en el que
hacía gala de su profundo desprecio
hacia el mundo árabe. Ahora es uno
de los abanderados contra el ingreso
de Turquía a la Unión Europea.

Precisamente, la campaña contra
la incorporación turca fue otro
de los principales factores que posibilitaron
el aumento electoral de
la ultraderecha. Ataka, un partido
búlgaro nacido de un plató de televisión
–su líder, Volen Siderov, conduce
un programa de política en un
canal cable local–, dirigió sus dardos
contra Turquía, y no le fue nada
mal: consiguió un 11,96% de
apoyos, lo que se traduce en dos
europarlamentarios. El ultranacionalista
Siderov regenta además
el periódico Ataka, un tabloide de
24 páginas cargadas de insultos
contra inmigrantes, homosexuales
y gitanos.

Por su parte, el Partido del
Pueblo Danés (PPD), que pasó de
un 6,8% en las elecciones europeas
de 2004 a un 14,9% en las del 7 de
junio, tendrá dos de los 13 representantes
que le corresponden a Dinamarca
en el parlamento de la UE.
Con un duro discurso contra la inmigración,
el Islam y Turquía, esta
formación de marcado carácter ultranacionalista
es la tercera pata
del actual Gobierno de Dinamarca,
de corte liberal-conservador.
Durante la crisis desatada por la
publicación de las caricaturas de
Mahoma en la prensa danesa, los
representantes del PPD no dudaron
en pedir la expulsión del país
de todos los imanes que no tuvieran
nacionalidad danesa.

La islamofobia también tiene amigos
en Finlandia, donde el partido
Verdaderos Finlandeses logró un escaño
en Europa gracias a un 9,8% de
respaldo, mientras que en Grecia la
formación ultraderechista Alerta Ortodoxa
Popular (LAOS) reunió el 7%
de los votos emitidos y dos escaños
en el europarlamento. Basados en un
similar discurso, los ultranacionalistas
rumanos del partido Romania
Mare se aseguraron dos escaños, que
serán ocupados por el líder de este
grupo, Corneliu Vadim, y el multimillonario
Gigi Becali, dueño del equipo
de fútbol Steaua de Bucarest Sin embargo, la ultraderecha rumana
podría quedarse sin sus representantes
a raíz de una resolución
que impide a Becali abandonar
el país, debido a que se encuentra
inmerso en un proceso legal por
ordenar a sus escoltas que capturaran
y amenazaran a tres hombres
que intentaron robar su coche. En
caso de que Becali no pueda asumir
su escaño, el líder ultraderechista
Corneliu Vadim ha manifestado
que tampoco asumirá el suyo
en solidaridad con su compañero.
Las buenas relaciones entre
los nuevos representantes ultraderechistas
europeos, lo que posibilitaría
llevar adelante políticas
en común, enfrentan un inconveniente:
las posturas ultranacionalistas
del Partido Nacional
Eslovaco (SNS), con un
escaño, y de la formación húngara
Jobbik, que tendrá tres diputados.
Mientras que el SNS,
que forma parte de la coalición
de Gobierno eslovaca junto a los
socialdemócratas locales, mantiene
un discurso declaradamente
xenófobo contra la minoría
húngara que vive en este país
–su líder, Ján Slota, les considera
“un cáncer en el cuerpo de la
nación eslovaca” y sugirió enviar
los tanques a Budapest–, los promotores
de Jobbik prometen defender
la autonomía de los magiares
que viven fuera de Hungría,
incluyendo al cerca de medio
millón de compatriotas ubicados
en la vecina Eslovaquia.

Jobbik cuenta además con la
temida Guardia Húngara, un grupo
paramilitar al que se acusa de
estar detrás de asesinatos de gitanos.
Amnistía Internacional calificó
recientemente a esta milicia
como “una organización derechista
y radical, contraria, sobre
todo, a la comunidad romaní”.
Ahora contarán con representantes
en la cámara.

El incremento electoral experimentado
por la ultraderecha en
varios países contrasta con los resultados
del Frente Nacional francés
de Jean-Marie Le Pen, que sufrió
un descenso de tres puntos
en relación a las elecciones europeas
de 2004 y se queda con tres
escaños en el nuevo parlamento.
Uno de ellos será ocupado por el
propio Le Pen.

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