"¿Qué es, en rigor, un becario que trabaja en una
biblioteca mientras realiza su tesina?". Los autores opinan que las huelgas universitarias del 17N han abierto un nuevo ciclo de luchas en la universidad que va más allá de la figura del estudiante.
17N: La educación se defiende con huelgas
Las luchas por la vivienda y la educación aplican sinergias del 15M
“La universidad se está tratando como un agente productivo más”
- Corte de la avenida Diagonal durante la huelga del 17N. Foto: Albert García.
Las movilizaciones del 17N
se encuentran en el centro del conflicto en que
hoy se dirime el modelo
de sociedad: a un lado, una variante de capitalismo basado en el conocimiento; al otro, un intelecto
colectivo productor del común. En
las universidades se desplegó una
gran diversidad táctica que fue
desde las más modestas acciones
simbólicas hasta la huelga y total
parálisis de no pocos centros. Se
trata de la primera gran ruptura
contra el mando neoliberal en la
universidad desde las luchas contra el Plan Bolonia. Nos encontramos ante dos bandos enfrentados
en pugna por definir la sociedad
del conocimiento: a un lado, el
bando neoliberal; al otro, la universidad precaria.
Para comprender el 17N es preciso situarlo en perspectiva. En este
sentido, podemos considerar que
con la crisis se ha iniciado una tercera etapa de cambio institucional y
(re)composición técnica del trabajo
en la universidad desde la dictadura. En la primera etapa, desarrollada con las leyes de autonomía y reforma universitaria (LAU/LRU) desde 1979 en adelante, asistimos a una
masificación que permitió el acceso
del trabajador fordista (o de sus hijos) a los ciclos de formación superior. El objetivo entonces era formar
la mano de obra cualificada que requería la sociedad de servicios.
La segunda, que se inicia con el
Informe Bricall y se hace ley en la
LOU, subordina el modelo de universidad al proyecto neoliberal. Por
medio de la financiación, diseños
curriculares, agencias de evaluación, relación con las empresas, etc.,
se sientan las bases institucionales
para la posterior implementación
del Plan Bolonia, todavía en curso.
Llegamos así al momento actual
en que, con el pretexto de la crisis,
se blinda el neoliberalismo y se asegura, por medio de la “gobernanza
universitaria” (elitización del acceso, depreciación del grado, selección clasista de los másteres, etc.),
su despliegue en un contexto de tensión social creciente.
Lo que hasta
ahora eran escenarios desconectados, en lo sucesivo se nos presentarán como diferentes arenas de una misma lucha antineoliberal.
Ya desde la preparación del 17N
quedaron a la vista dos lógicas excluyentes: por un lado, la dinámica
asamblearia del 8 de octubre en
Barcelona; por el otro, el repliegue
sindical sobre las tácticas obsoletas de construcción de hegemonía
en el movimiento. Tras estas lógicas se esconde un cambio mucho
más profundo, resultado de la implementación neoliberal. A saber:
el fin de las fronteras entre las figuras del trabajo universitario
(profesores e investigadores, personal de servicios y estudiantes).
Cabría preguntarse ¿qué es, en rigor, un becario que trabaja en una
biblioteca mientras realiza su tesina?
La precariedad no es una coyuntura generacional, es el futuro neoliberal. Sólo una ínfima parte de
quienes accedan a los estudios superiores podrá alcanzar la seguridad laboral de las figuras del trabajo fijo. La Universitat Pompeu
Fabra –la única situada entre las
200 mejores a nivel global– nos
muestra en qué realidad sociolaboral se basa la llamada excelencia.
Con sólo un 19% de profesorado
fijo (14% funcionarios y 5% laborales permanentes), la UPF viola de
manera flagrante los límites legales
prescritos por la LOU (un 51% debería ser fijo). Por si fuera poco, el
personal fijo ni carga con el mayor
peso de la docencia, ni dispone necesariamente un perfil más adecuado. A menudo ha crecido al amparo
de una trayectoria curricular privilegiada, originada en una endogamia que dice criticar. Las ventajas
en la carrera académica le ha eximido de las exigencias pedagógicas. Su excelencia acaba siendo
más aparente que real.
Tanto más evidente resulta esto
si pensamos en los fichajes “estrella”, sean éstos catedráticos famosos o casos como el de Carod-
Rovira. Piezas centrales del discurso de la excelencia, sus contribuciones efectivas son en ocasiones
más que cuestionables en el ámbito
de la investigación e irrisorias en la
docencia. Por el contrario, parece
que su función más importante, a
juzgar por las intervenciones del
rector de la UPF en televisión, sea
la de pergeñar una marca global.
El 17N marca la apertura de un
nuevo escenario de conflicto. Atrás
quedan la “representación sindical
no representativa” y por delante el
repertorio de asambleas y redes sociales. El 8 de octubre una asamblea universitaria se convertía en
trending topic. La desterritorialización de la red abría la deliberación
a un ágora virtual que implicaba a
un demos mucho mayor que los
presentes en la asamblea. Mientras
que los sindicatos sólo veían la pugna por este sujeto, el repertorio del
15M en el 17N hacía posible que la
confluencia en la precariedad de
profesores y personal de administración y servicios con el estudiantado desbordase las viejas prácticas y abriese el horizonte que nos
aguarda.
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