Vale la pena acudir a una reunión de antimilitaristas veteranos

El filósofo José María Ripalda hila reflexiones a partir de las X jornadas de no violencia activa, celebradas en Donostia a comienzos de este mes.

20/12/11 · 8:00
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“Jornadas sobre no-violencia activa”, el nombre no dice mucho. Su lugar dice algo más: el palacio de Ayete, en San Sebastián, el antiguo palacio de verano de Franco, donde los facilitadores internacionales hicieron posible que se abriera la lata de ETA. El 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, la asistencia abierta sumó unas cien personas de diversa procedencia. La mañana estuvo dedicada al antimilitarismo, tan potente en su día bajo la forma de objeción a la mili e insumisión; por la tarde se habló del futuro que se acaba de publicitar en el mismo palacio, cerrando un bucle de 75 años –no de 50–, como se suele decir- de extrema violencia política. Me limitaré a unas notas que me ha sugerido la primera mitad, para mí más nueva, del encuentro.

Dejar huella

Una reunión de antimilitaristas veteranos –en su mayoría– es algo a lo que, como he visto, vale la pena acudir. Han dejado una huella –esto fue un tema de discusión– , un encargo y el movimiento sigue sin dejarse cooptar por la política oficial. Bajo la dictadura militar, el antimilitarismo iba directo al corazón del sistema político y era algo intuitivo. Intuitivo fue también el movimiento surgido en la primera línea de la Guerra fría dentro del protestantismo alemán “contra la muerte atómica”, un movimiento que evolucionó rápidamente, suministrando cuadros al movimiento estudiantil de los ‘60, se alió con el ecologismo antinuclear y ha dejado una profunda huella en la sociedad alemana, ya sensibilizada por su historia reciente. Todavía hace poco un Presidente de la República ha tenido que dimitir por decir que Alemania tiene derecho a defender militarmente sus intereses en el mundo. De hecho lo hace; pero con modales humanitarios y antiterroristas.

Este tema de la ‘aceptancia’ de la guerra en sitios lejanos y periféricos por nuestro propio bienestar y nuestra seguridad fue otro tema de conversación. Afganistán e Irak son casos muy presentes; menos lo es el Congo con sus dos millones de muertos por el coltán de nuestros teléfonos móviles. El “Estado del bienestar” ha traído un escenario nuevo frente al de la dictadura. Tal vez haya que recordar –y esto no salió en la conversación– que en España este escenario presenta un matiz específico heredado del franquismo y fomentado expresamente en la campaña del referéndum sobre la OTAN: el miedo. Lo que sí salió en la conversación fue la súbita conversión de tantos activistas a la democracia amañada que cayó sobre nosotros tras la muerte de Franco. Escucharle a alguien su asombro por esto ya me sirvió de recompensa por haber estado allí, y de alivio: va contra el actual sentido común. Bienestar prometido, seguridad supuestamente garantizada, creación de un tercer mundo interior social y político, que nos amenaza potencialmente, pero no nos incluye. Todo esto parece constituir el síndrome dominante del presente..., pero no del futuro, no previsiblemente.

La crisis, contra lo que queremos creer y se nos dice, ha venido para quedarse. La ilusión de una abundancia comprada a base de deuda va a encontrarse tras la crisis financiera, con el crecimiento exponencial de la cuenta energética, la escasez de materias primas y alimentos, y con la explosión de los costes hasta ahora ocultados, por ejemplo en forma de desertización y cambio climático. La producción de plusvalía negativa es ya un procedimiento de destrucción de capital y control social –v.g. en forma de infraestructuras ruinosas: megapuertos, trenes de alta velocidad pagados por quienes no los usan, aeropuertos sin usuarios, megaembalses... –. Pero lo que parece perfilarse es sobre todo la destrucción de capital –y de población– en la guerra y su industria, con exclusivas plusvalías positivas y masivas plusvalías negativas.

Caída al abismo

Lo más significativo de la crisis actual me parece ser que nos movemos sobre un gradiente, tratando de no caer por él al abismo de la guerra generalizada; pero el gradiente aumenta y previsiblemente lo va a hacer de modo vertiginoso. Se nos lleva por ahí hablando sólo de cosas inmediatas; y lo aceptamos con miedo a mirar al abismo; es nuestro gran error, que posiblemente paguemos incluso antes de que les toque hacerlo a nuestros hijos. Toca rectificar. Pero no lo esperemos de la clase política y económica, las instituciones están ocupadas y nos devorarán uno a uno, cuando tratemos –como decía aquella consigna desgraciada que recordaba un veterano luchador en este encuentro– de “llevar un obrero al Parlamento” –o siete abertzales–. Otros también se lo preguntaron en el encuentro: los movimientos sociales ¿serán correas de transmisión y correctivos que permiten la supervivencia del sistema, como la misma ‘crítica’ y la ‘oposición’? Si algo sabemos, también en esto, es que no se puede transigir. Tal vez haga falta que muchos experimenten en su vida lo que viene; pero no podemos esperar a que ocurra y las mayorías silenciosas se cuarteen. Los estudiantes chilenos han cortado con el Parlamento tras largos esfuerzos de interlocución. ¿Un ejemplo?

La segunda parte del día, dedicada al tema vasco, no entra ya en esta crónica. Han sido muchos los que han tratado de poner entre paréntesis el tema vasco, para desarrollar una democracia ignorándolo. Ha desaparecido el terror que se daba por la única cuestión –siguen otros– y el problema se revela ahora más fuerte. Estamos en la urgencia de un cambio de época, lo que no se hará bajo el amparo de los grandes términos de la retórica oficial, la de izquierdas y la de derechas: libertad, democracia, progreso, fascismo, terrorismo, reglas del juego, derechos humanos. Una retórica abstracta que ha valido para no tener que mirar de frente sus contenidos reales; que en todo caso es para usarla a la contra, como ha hecho también el 15-M. Otros términos están ya preparados para tomar el relevo: competitividad, sacrificio, eficiencia, control, innovación, ecología – cosmética, como un clon maligno–, nación – en la retórica de Rajoy otro clon maligno–. Pero sobre todo muchos silencios seguirán y vendrán otros nuevos; habrá que ponerles nombres precisos, nosotros, con lo que hagamos. Es la forma de votar no votando.

Tags relacionados: Conflicto vasco Lucha armada
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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    Mar, 12/27/2011 - 11:00
    <p class="spip">La organización convocante de las Jornadas sobre Noviolencia Activa fue Bidea Helburu (que en euskera significa el camino es el objetivo)</p> <p class="spip">Los grupos antimilitaristas vascos que participaron fueron el KEM/MOC de Bilbao y de Iruñea/Pamplona, Kakitzat de Bilbao y Gasteizkoak.</p> <p class="spip">Gracias a Jose Maria Ripalda por el análisis y su aportación.</p>
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