El triunfo del discurso xenófobo


Otro año más, no parecen
disminuir en la sociedad
española los casos de racismo
social y de rechazo
a la convivencia con los colectivos de
personas inmigradas. Los hechos
ocurridos en Alcorcón (Madrid), en
enero de 2007, deben alertar sobre
las diversas manifestaciones de racismo

17/04/08 · 0:00
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Otro año más, no parecen
disminuir en la sociedad
española los casos de racismo
social y de rechazo
a la convivencia con los colectivos de
personas inmigradas. Los hechos
ocurridos en Alcorcón (Madrid), en
enero de 2007, deben alertar sobre
las diversas manifestaciones de racismo
presentes en nuestra sociedad.
Explosiones de odio de tintes
racistas como la de Alcorcón, representan
una ‘muestra’ de algo mucho
más grave y profundo: el calado que
en la sociedad está produciéndose
de prejuicios y generalizaciones que
criminalizan a personas y colectivos
en función de alguna característica
común, como es el origen. Estas explosiones
no se pueden ignorar, ni
se puede minimizar su importancia.
Lo ocurrido en el último año demostró
una vez más cómo el tratamiento
mediático puede agravar el
problema del racismo social y sus
consecuencias. Desgraciadamente,
en varias ocasiones algunos medios
de comunicación y diversas figuras
políticas han contribuido a potenciar
generalizaciones cargadas de prejuicios,
que criminalizan a todo el colectivo
inmigrante, alimentando el
caldo de cultivo que da pie a expresiones
y actos racistas. El último ha
sido un año de campaña electoral;
una campaña marcada por algunos
partidos que han hecho de la inmigración
el centro del debate electoral,
poniendo el interés electoral por
encima de la cohesión social.

Influencia alarmista

Una investigación realizada en el
Departamento de Antropología de
la Universidad de Granada ha demostrado
en 2007 cómo la opinión
de los parlamentarios que entienden
la inmigración como “asunto
potencialmente problemático”, asociado
a violencia, marginalidad, delincuencia,
policía... es mayoritaria.
Como señala el estudio, “si tenemos
en cuenta la posición preferente que
tienen los discursos políticos en
nuestro sistema social, la importancia
de sus declaraciones es clave para
crear un estado de opinión en relación
a esta cuestión”.

Además, varios estudios analíticos
del discurso racista en la política y en
los medios de comunicación del Estado
español han demostrado la influencia
alarmista en las actitudes de
la población que causan metáforas
amenazantes como “avalancha” u
“olas” al hablar sobre la inmigración
a gran escala. Así, los políticos y los
medios de comunicación no sólo
controlan la discusión pública y sus
temáticas dominantes, siendo capaces
de definir la inmigración como
una catástrofe nacional a la par con
el terrorismo o el desempleo, sino
también contribuyen a provocar sutilmente
las actitudes y las ideologías
xenófobas y racistas según las cuales
las personas inmigrantes son vistas
como una amenaza.

Cuanto dicho parece demostrar
que los ‘discursos racistas oficiales’
no reflejan tantos sentimientos xenófobos
existentes mayoritariamente
entre la población (que teóricamente
podrían basarse en hechos objetivos
tales como experiencias personales),
sino que son ellos la misma
fuente de prejuicios extendidos sobre
personas inmigrantes (y por
ejemplo su relación con la criminalidad),
prejuicios englobados dentro
de un amplio complejo de sensaciones
sociales con la etiqueta “inseguridad”.
Con actitudes xenófobas tan
ampliamente extendidas, en el
Estado español no hace falta un partido
declaradamente racista de derechas
–como el Frente Nacional en
Francia, la Liga Norte en Italia, el
SPV-UDC en Suiza, el Vlaams
Belang en Bélgica, etc.– para defender
tales políticas e ideologías, puesto
que dichas voces están bien representadas
por el Partido Popular y sus
líderes. Y puesto que siempre hay
grupos racistas más explícitos en la
extrema derecha, los líderes y los
miembros del PP pueden sentirse (y
manifestar) que por supuesto no son
racistas, porque los “verdaderamente
racistas” están en otro lado –una
estrategia bien conocida del racismo
cotidiano: “el racismo siempre está
en otro lado”.

Por su parte, el principal partido
de la izquierda, el PSOE, pocas veces
se muestra explícitamente antirracista;
mientras que en la coalición
de izquierda la retórica racista puede
ser menos ruidosa que en la derecha,
y aunque la izquierda puede
sentirse en algunas ocasiones más
cercana a organizaciones, grupos y
políticos antirracistas, esto no significa
que el Gobierno liderado por el
PSOE haya implementado políticas
explícitas en este sentido.
La interiorización de un discurso
propio de la extrema derecha por
parte de los partidos del arco democrático
representa un peligro para la
convivencia de los distintos colectivos
que componen la sociedad española,
así como el silencio y la ausencia
de un real y eficaz discurso alternativo
de los partidos de izquierda.
En definitiva, la constante reproducción
de los tópicos negativos sobre
la población inmigrada con fines
electoralistas, así como de las “amenazas
de la inmigración” por parte
de los partidos políticos, contribuye
a la legitimación de la impunidad de
las diferentes manifestaciones racistas
y xenófobas.

Crear mensaje

Lo señalado hasta aquí es suficiente
para ilustrar lo que queremos plantear,
a saber, que en tanto no se produzca
una transformación profunda
en el tratamiento que los medios y la
política dan a las cuestiones relacionadas
con la inmigración y las minorías
étnicas, las dificultades para lograr
una sociedad cohesionada no
van a dejar de aumentar.
Para avanzar en ese camino es
preciso, en primer lugar, tener conciencia
tanto de la envergadura y
perfiles del problema como de las
posibilidades que existen de actuar.

A partir de ahí, los diferentes agentes
sociales han de establecer una
política concreta, duradera, de largo
alcance, que minimice los efectos negativos
de esa realidad. Y en este terreno,
en el que los movimientos sociales
podemos actuar, es evidente
que estamos muy lejos de haber explotado
todos los recursos a nuestro
alcance. Porque pese a que el punto
de partida descrito es francamente
desfavorable, es necesario afirmar
que las posibilidades de incidir, por
parte de los diferentes agentes sociales,
en el proceso de creación de los
mensajes mediáticos es muy amplia,
variada y absolutamente necesaria.

Para ello es preciso apoyarnos en
los medios, para llegar a la población,
aprovechar el significativo número
de profesionales dispuestos a
un periodismo de calidad, así como
las muchas ventanas que abre su
multiplicidad y variedad; reforzar la
labor de análisis de los especialistas,
la difusión de sus trabajos y el engarce
de los mismos con los agentes del
campo de la solidaridad, implicar al
mundo intelectual y a la Universidad,
exigir la puesta en funcionamiento
desde las instituciones de organismos
independientes de control al
modo del resto de países de la Unión
Europea, etc. Sólo aprovechando las
múltiples sinergias de los sectores
punteados se puede revertir, siquiera
sea parcialmente, la situación actual,
lo que nos remite a un concepto clave
sobre el que los movimientos sociales
estamos lejos de avanzar realmente:
trabajo en red.

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