Que tinguem sort, vía Kavafis

Breviario de caleidoscopio postelectoral en cuatro pinceladas. Desde fuera y en formato mainstream. De presunta normalidad democrática: la soez apuesta presidencialista de Artur Mas –‘yo soy el país’– queda en agua de borrajas, la columna vertebral de la cultura de la transición el PSC– se desmorona un poco más con llamadas huecas a un federalismo sin federalistas y el soberanismo –autodeterminaciones: hoy, ahora, aquí– vira claramente a la izquierda. Mientras, un desdoblado tensor españolista teledirigido salta a la derecha.

, Diputado electo por la CUP
19/12/12 · 15:47
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Breviario de caleidoscopio postelectoral en cuatro pinceladas. Desde fuera y en formato mainstream. De presunta normalidad democrática: la soez apuesta presidencialista de Artur Mas –‘yo soy el país’– queda en agua de borrajas, la columna vertebral de la cultura de la transición el PSC– se desmorona un poco más con llamadas huecas a un federalismo sin federalistas y el soberanismo –autodeterminaciones: hoy, ahora, aquí– vira claramente a la izquierda. Mientras, un desdoblado tensor españolista teledirigido salta a la derecha.

La otra lectura, desde dentro, abajo y a la izquierda, y en frame [marco] de pura anormalidad democrática. Porque no somos un país normal: al menos en un escenario donde el 15% de la población vive en el apartheid electoral –nuestros sin papeles y los nuevos catalanes sin derecho a voto–, cuando el 30% de la sociedad catalana está ya a las puertas de la exclusión social y cuando el consejero de Economía del futuro Gobierno de la Generalitat ya está escogido antes de empezar. Se llame BCE, troika o Draghi. Somos un país intervenido, técnicamente rescatado, bajo el diktat de la deudocracia. El añorado Ramón Fernández Duran de nuevo, knocking on troika’s door: “nos dejan votar cada cuatro años pero los mercados financieros, finalmente, votan cada día”. ¿Quién tiene el cascabel? ¿Dónde está el gato?

Reiterada parábola postelectoral de la economía de guerra en los Països Catalans. Demos de cartón-piedra. De piratas y corsarios: porque el 27 de noviembre, sólo 24 horas después del festín de la democracia, el ventrílocuo de CiU anunciaba su singular gordo de Navidad: en nuevos recortes antisociales, 4.000 millones. ¿No lo debería haber anunciado antes, en campaña? Sólo 24 horas después del anuncio del nuevo tijeretazo general, La Caixa recibía 4.500 millones de euros para el rescate del Banc de Valencia: deuda privada reconvertida en pública. Cuadrando pelotazos. Los de abajo, los de arriba y la danza de los nadie. El fraude, al descubierto. El dilema, descarnado. Neoconvergentes venidos a menos, la triple crisis –nacional, socioeconómica y democrática– que llevara a la CUP a presentarse por primera vez a un conclave autonómico sigue definiendo el tablero político y social. Hoy algo más complejo, con señales de agotamiento, de fin de ciclo y de venas abiertas.

El detalle escrito en el margen, inscrito en las tangentes del sistema, es la irrupción de la CUP, interfaz e interferencia singular de una unidad popular revisitada, combinando ciclos de soberanía e indignaciones a pie de calle y acumulando prácticas, experiencias y fracasos de la izquierda independentista y los movimientos sociales en las últimas tres décadas. Política en movimiento, 126.219 subjetividades que, en apenas cinco semanas y siempre a contratiempo, han conseguido colocar un pequeño caballo de Troya en el Parlament. La otra crónica, termodinámica zapatista, de la otra campaña:hecha a pie de calle, a mano y sin permiso, con más de 450 actos, en medio del silencio mediático y en base a la autogestión. Una movilización que ha conseguido lo que se proponía: llevar las otras voces, las de las clases populares, a sede parlamentaria. No era fácil pero ahí estamos. Veremos. Somos conscientes de que venimos de una derrota de las izquierdas: las reales y las irreales.

La reflexión en caliente no da para más. Aunque hay elementos a analizar: que los media ya no son lo que eran, que la xenofobia de PxCob tiene aún 60.000 votos y que la metástasis de la corrupción sigue aflorando. Se escribió el 26N que nos llamaban ni-nis y que ahora somos in-in: indignados e independentistas. Autoexigencia de democracia radical en todos los ámbitos, fin del fraude financiero, libre autodeterminación y alternativas postcapitalistas en camino. Que tengamos suerte –y algún mucho de justicia– y que el viaje sea largo, diría Kavafis.

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