Talleres, aprendizajes y participación



20/09/07 · 13:44
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En el ámbito de ‘lo social’ estamos
habituados a las sobredosis
de discursos. Y
casi inmunizados contra
ellas. Pero si el espíritu científico
consiste, a saber, en dudar de las
apariencias y en contrastar nuestras
dudas con conocimientos previos...
la misma desconfianza deberíamos
aplicar a todos los discursos que pueblan
nuestra realidad social (incluidos
los pretendidamente científicos).

El ejercicio, además, es de índole reflexiva
por cuanto nos obliga a poner
en cuarentena nuestras propias
opiniones, observaciones e indicaciones
llamando a la acción social
(es decir, a la política). Tal como ha
sido frecuentemente concebido, estas
sospechas metódicas conducen a
unas espirales interminables entre
teoría y práctica que sólo tienen un
sentido, al menos para quien resiste
el mareo del torbellino: no dejamos
de aprender en la vida.
Discursos de moda
Las ideas del frontispicio anterior vienen
a cuento de la XI Escuela de
Verano del Colectivo Noviolencia y
Educación, celebradas este verano -en julio- en Madrid. Estos encuentros
constituyen ya toda una institución
que llega floreciente a su
adolescencia, si no madurez (cada
especie posee su propia vara de medida).

Algunas de sus señas de identidad:
autogestionada, aquí sinónimo
de austeridad en el presupuesto;
aportaciones abiertas a la programación
y a la organización; relaciones
horizontales, solidarias e integradoras;
autocrítica, aquí en relación a las
múltiples temáticas de activismos no
violentos, mediación y resolución de
conflictos, aprendiendo de las evaluaciones
de los años anteriores;
abierta, aquí en el sentido de que no
se llega a ningún decálogo de conclusiones
finales, y, mientras, se valoran
todas las reflexiones como si se
estuviese creando y construyendo
conocimiento teórico en común. Se
trata de una, aparentemente, ya vetusta
tradición: la de hacer ‘talleres’
de ideas con metodologías ‘participativas’
para entrenar nuestra disposición
permanente al ‘aprendizaje’ y a
la intervención social.
Todas esas últimas palabras entrecomilladas
se han incorporado hoy a
algunos discursos de moda y de dominación.

De ahí que nos acucie la
sospecha. Josemi, uno de los monitores,
lo expresó con rotundidad: hoy
en día cualquier universidad, reunión
de empresarios, exhibición artística
o foro internacional de lo que
sea, organiza ‘talleres participativos’
en los que habla uno (o un par) y los
demás aplauden, tras algún apretado
turno de palabras si hay suerte,
para culminar el plebiscito. En esos
formatos de ‘pseudotalleres’ la participación
y la realidad brillan por su
ausencia, pues no hay posibilidad de
romper el marco jerárquico de imposición
de discursos (supuestamente)
eruditos, de actitudes condescendientes
y de simplistas acercamientos
a las temáticas abordadas. Los
conflictos (y su análisis) son suprimidos
de un plumazo. Y el rey se presenta
desnudo: es decir, todo el mundo
acepta que sirven, por encima de
todo y tan sólo, para hacer ‘networking’,
entablar contactos, acumular
capital social, engordar nuestras
agendas telefónicas y de correos
electrónicos. Además, la operación
de maquillaje se arroga el monopolio
legítimo de lo democrático, lo tolerante
y lo vanguardista.

El enemigo

Por supuesto, los talleres como los
de la Escuela de Verano también generan
su propio ‘networking’ y no
todos los conflictos tienen válvulas
de escape por las que emerger.
Además, ¿es posible aprender encontrándonos
sólo ‘los iguales’?
¿Cuánta diferencia en ‘los otros’ somos
capaces de aceptar para aprender
constructivamente, es decir, discutiendo
racionalmente, poniendo a
prueba tácticas y estrategias? El título
general del encuentro de este
año enunciaba significativamente
una de las frases típicas de Gila, el
humorista: “¿Es el enemigo? ¡Que se
ponga!”. El problema habitualmente
es que no tenemos un sólo tipo de
enemigos ni nos los encontramos
siempre en las mismas situaciones
de interacción. Relacionarnos con
nuestros enemigos es hacerlo con
‘diferentes poco próximos’, los más
alejados, los que levantan tantos
muros hacia nosotros como a la inversa,
o con los que arrastramos un
pasado de confrontaciones variopintas.

No parece, pues, cosa de coser y
cantar. Lo mismo podríamos decir
de las situaciones de aprendizaje.
Encontrarnos con ‘los iguales’ o con
‘diferentes próximos’ es también lo
más habitual en los talleres participativos
genuinos como los que comentamos
aquí. Pero, ¿inhibe esa
estructura el aprendizaje y la construcción
colectiva de conocimientos?
A fin de cuentas, la organización
autogestionaria también crea
la ilusión temporal de la igualdad
formal, de derechos y capacidades,
sin que salgan a la luz, habitualmente,
las desigualdades ‘duras’ de
recursos económicos, sociales o
culturales. En eso y galopando a
través de los más diversos movimientos
sociales, suele predominar
la ‘buena educación’ y lo políticamente
correcto.

Digamos a favor de esta veterana
escuela de activistas que siempre
hay quien te hace un hueco en su
casa para dormir, que las cuotas de
inscripción son voluntarias y casi
simbólicas, que además de trabajar
con las ideas se trabaja con los
cuerpos y las emociones, y que lo
lúdico no está reñido con lo sesudo,
que para eso es verano. Entre los
contenidos sustantivos me gustaría
destacar dos que fueron especialmente
reveladores de conflictos,
aunque en distinto grado y cualidad:
la realización de una dinámica
en la que se iban incrementando las
desigualdades entre los participantes
y que dio lugar a todo un entrenamiento
en la protesta, la autoorganización
y las acciones de rebeldía
contra los privilegiados; la separación
entre hombres y mujeres
para analizar cuestiones relacionadas
con la autoestima y las relaciones
de género, dejando a las claras
el fuerte peso que todavía tienen
nuestras perspectivas, actitudes,
formas y frecuencias de hablar en
público según nuestra adscripción
a uno u otro sexo.

Para aprender, como para participar,
hay que querer (y poder).
Esta escuela tiene la virtud de atraer
gente con ganas de aprender y regalar,
y ése es, tal vez, su capital
más estimable (porque nadie espera
que, al final, le brinden título alguno
en forma de papel timbrado y
rubricado por la autoridad de turno).
Algo distinto, como se ve, al ralo
‘networking’ y al autoritarismo
implícito en tanto taller con prurito
participativo que abunda en las páginas
amarillas del mercado de lo
social. Por supuesto, nadie ha dicho
que se aprenda en dos días. Y de todo
ello deberían tomar buena nota
quienes dicen promover procesos
(¿a qué plazo?) participativos con
esa ciudadanía preñada de diferentes
próximos y ajenos.

EL TEMA DEL DEBATE: FORMACIÓN EN LOS ESPACIOS ACTIVISTAS
_ El verano fue momento de encuentros, jornadas y
seminarios en los que las personas con inquietudes
pudieron formarse y ampliar sus conocimientos.
Ahora bien, ¿cómo, desde dónde, y con qué sentido
se generan esos conocimientos? ¿Y para qué se
buscan? Abrimos esta discusión con dos textos.

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