Revolución: el arte de la razón relativa

Muchos llevamos tiempo alejándonos de
ciertas posiciones dogmáticas que apelan
a la ortodoxia moral, a la fidelidad a
los símbolos, identidades. La postura que
defiendo, heredera del relativismo y el
escepticismo, no tiene que llevarnos a
una laxitud en nuestros objetivos. La
creación de una sociedad sin clases, la
abolición del trabajo asalariado, la propiedad
colectiva de los medios de producción,
la participación de todos y todas
en la elaboración de nuestros sistemas
de organización a través del debate y el

20/10/06 · 17:38
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Muchos llevamos tiempo alejándonos de
ciertas posiciones dogmáticas que apelan
a la ortodoxia moral, a la fidelidad a
los símbolos, identidades. La postura que
defiendo, heredera del relativismo y el
escepticismo, no tiene que llevarnos a
una laxitud en nuestros objetivos. La
creación de una sociedad sin clases, la
abolición del trabajo asalariado, la propiedad
colectiva de los medios de producción,
la participación de todos y todas
en la elaboración de nuestros sistemas
de organización a través del debate y el
trabajo común... no son metas incompatibles
con ello. Lo que es incompatible es
la manera de plantearlo. Parece que
damos más importancia a la estética de
nuestra dialéctica que a la creación de
marcos interpretativos, o a la consistencia
interna de nuestro discurso.
Muchos seguimos mirando con ojos nostálgicos
a épocas pasadas, justificando
sistemas coercitivos con la excusa de
que un día llegarían a la perfección utópica.
Otros siguen convencidos que la no
convivencia (aparente) con el sistema y
la ortodoxia les va a reportar ciertos
poderes especiales para cambiar la
sociedad de raíz. Desde el totalitarismo
no se puede construir una sociedad sin
clases, y para enfrentarnos al sistema no
podemos obviar que formamos parte
(necesaria o no) de él. Si aquellos que
nos apellidamos revolucionarios queremos
cambiar algo, debemos unirnos y
dedicarnos a la estructuración del tejido
social, pájaro que lleva una jaula en su
interior desde hace demasiado. Al sistema
no le preocupan nuestras ideas u
objetivos tanto como la capacidad de
crear una alternativa de poder popular. Y
para ello no nos queda más que trabajar
duro para que mucha gente participe de
ello.

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