Realidad detrás de la política

Las evaluaciones de las jornadas electorales sólo sirven para evaluar las jornadas electorales. Sucede un poco como con la política que, tal y como ha quedado formulada en cuanto género en los últimos 35 años, sólo sirve para hablar de política. Y no de la realidad que, sea lo que sea, empieza a estar muy lejos del biotopo de lo palpable. Bueno. Acaban de celebrarse sendas elecciones en Euskadi y Galicia. Les hablaré de resultados electorales, y de situaciones. Pero, posiblemente, no de política, esa serie de partidos que se celebran en estadios a los que nadie va.

07/12/12 · 23:38
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Las evaluaciones de las jornadas electorales sólo sirven para evaluar las jornadas electorales. Sucede un poco como con la política que, tal y como ha quedado formulada en cuanto género en los últimos 35 años, sólo sirve para hablar de política. Y no de la realidad que, sea lo que sea, empieza a estar muy lejos del biotopo de lo palpable. Bueno. Acaban de celebrarse sendas elecciones en Euskadi y Galicia. Les hablaré de resultados electorales, y de situaciones. Pero, posiblemente, no de política, esa serie de partidos que se celebran en estadios a los que nadie va.

La derecha gana en Euskadi y Galicia. Dos realidades y dos derechas que no se parecen en nada. Tres, si se suma Catalunya y CiU. El electorado peninsular, en todo caso, parece ser que le tira la derecha. Esa es la realidad. Posiblemente porque las derechas del siglo XXI disponen de un atributo del que carecen las izquierdas en el trance de hacer política. Ellas pueden no hablar de la realidad. Sin hablar, sin mentar el nombre de ninguna bicha, su discurso es comprendido por sus usuarios, unos usuarios que son tan fieles a los discursos no pronunciados por las derechas que, en muchas ocasiones les importa un pepino lo que en realidad hagan. Las izquierdas, snif, carecen de ese chollo-bollo. Su discurso precisa ser verificado en la realidad. Y, así, no hay quién abra la boca de la cara.

Hasta hace poco, curiosamente, este patrimonio que hoy disponen las derechas en régimen de monopolio era el gran patrimonio de la socialdemocracia. El PSOE, por ejemplo, podía tirar millas diciendo cosas bonitas y haciendo cosas terribles. Daba igual. Su discurso era impoluto en una época en la que la derecha era burra y tenía la desfachatez de evidenciar su discurso. Este cambio en el dominio del lenguaje es un cambio cultural que tira de espaldas. Y que está por escribir. En todo caso, la debacle del PSOE –como el Atlético de Madrid de cualquier otra liga menos esta, el PSOE va por la vida directamente a segunda–, orienta sobre importantes cambios futuros. Verbigracia. El PSOE, en esta pequeña península balcánica, realizaba el rol del Mariscal Tito en la Gran Península Balcánica. Una vez desaparecido, sólo queda como defensor del pack Unidad Nacional, el PP y sus partiditos clones. Es decir, sólo queda Milosevic. El fin de España, tal y como la conocíamos desde el invento del NO-DO, es, por tanto, una opción verosímil.

Es difícil imaginarse un PSOE rampante. Para volver a primera debería de hacer algo parecido a lo que los dinosaurios no hicieron: optar por ser mamíferos. Y, a determinada edad, nadie elige su especie. El PSOE carece, así, de un ADN que le permita hablar de lo que las izquierdas están hablando en la realidad de la rue. De crisis de representación y de sistema, de democracia 2.0, de deuda –y de condonación de deuda, algo de lo que, me juego una copa, acabará hablando esa derecha que habla de todo-, de soluciones no estatalistas y de nuevas formas de propiedad comunes. El nacimiento –casi– literalmente en Galicia y Euskadi de dos nuevas izquierdas parlamentarias puede suponer un observatorio para ver qué tal discurre en un parlamento esa agenda de las izquierdas que aún no ha llegado a ningún parlamento. En el caso de que esas izquierdas dispongan de esas agendas. Que no lo sé. Ser gallego, vasco, catalán o español ya es un oficio a full-time y hay mañanas en las que resulta difícil saber nada de alguna de esas realidades.

Realidades que esconden sorpresas detrás de la política, esa cosa que impide ver que el 47% de la población catalana vive en lo que la NASA denomina pobreza. O que el segundo partido de Euskadi tiene un líder encarcelado y, por ahora, incomunicado. Quizás este dato es el que mejor dibuja que la política ha dejado de escribir la realidad. Y que unos resultados electorales apenas dibujan la realidad.

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