Sida, obesidad, alcoholismo, altos índices de suicidio, malnutrición... Recuperamos uno de los últimos informes de Survival International sobre los efectos del progreso forzoso en la salud de los indígenas.
Texto de Beatriz Palacio Ribera.
Se encuentran entre los pueblosmás empobrecidos del mundo, y alas enfermedades que genera la miseria,los pueblos indígenas han sumadolas llamadas ‘enfermedadesde la abundancia’, como la obesidad,las cardiopatías, ciertos cánceres,la hipertensión, el alcoholismoy la depresión. El informe deSurvival International El progresopuede matar: cómo el desarrolloimpuesto sobre los pueblos indígenasdestruye su salud documentalos efectos que la separación de sustierras y el progreso forzoso tienenen la salud de estos pueblos.
En muchas ocasiones, para obligar
a muchos pueblos a abandonar
sus territorios, se alega la necesidad
de una mejora en las condiciones
médicas y de higiene, pero
según las estadísticas, estas migraciones
impuestas sólo provocan un
empeoramiento de su salud. Los
aborígenes son trasladados a zonas
donde conviven con otras comunidades,
con animales domésticos
y en condiciones ambientales y
alimentarias a las que no estaban
acostumbrados. Esto, a la larga,
trae consigo enfermedades desconocidas
que nunca habían padecido.
Las proteínas, vitaminas y
minerales, típicos de la dieta cazadora-
recolectora, se sustituyen por
una excesiva ingesta de azúcares;
se introducen malos hábitos, como
el tabaco o el alcohol, además de
factores negativos como el incremento
de la contaminación, lo que
ayuda a la aparición de enfermedades
como el cáncer. Un primer dato
ilustrativo: entre 1950 y 1980 el
cáncer de pulmón aumentó un
550% entre los inuit de Alaska.
Por otra parte, el shock por la
pérdida de identidad conduce a
una subida de los índices de suicidio.
Según los índices de muertes
por suicidio en la reserva Sioux
Lookout en Ontario, los indios jóvenes
tienen un 50% más de posibilidades
de cometer suicidio que
los canadienses no indígenas de la
misma edad. Un estudio en los
años ‘70 reveló que los índices de
intentos de suicidio eran de 1.450
por 100.000 por año en una ciudad
de Alaska. Diez veces más que en
Los Ángeles. Los ancianos se sienten
inútiles y se hunden en la
depresión, no logran mantener el
vínculo con los jóvenes a los que
puede la sensación de desposesión.
Mujeres y niños, primero
Las mujeres y los niños, en particular,
se ven más afectados por los
riesgos. Sólo el 7% de los niños
aborígenes tienen una capacidad
auditiva normal, debido a los altísimos
índices de otitis que no se tratan.
La mortalidad infantil es mayor
en los indígenas desplazados
que en aquellos que viven en sus
sociedades aisladas con su propia
cultura y recursos.
Las mujeres embarazadas, por su
parte, comienzan a tener problemas
en el parto que antes no tenían. Se
impone la medicina occidental, dejando
de lado los métodos tradicionales
indígenas. Muchas mujeres
embarazadas no deseen visitar a un
ginecólogo o sienten rechazo a dar
a luz en un hospital público. En un
estudio realizado en Camboya, se
interrogó a mujeres indígenas sobre
dónde preferían dar a luz: el 5%
respondió que en el centro de salud,
mientras que un 94% prefería la aldea.
Al estar acostumbradas a tener
sus hijos en las aldeas, al calor del
hogar, se sienten cohibidas e incómodas
al verse obligadas a cambiar
de forma radical a un ambiente meramente
profesional. Las ancianas
sienten que sus conocimientos son
rechazados e ignorados y las mujeres
pierden autosuficiencia y confianza
respecto al parto. Muchas deciden
tener el hijo en su casa, pero
esto hace que tanto las madres como
sus hijos sufran discriminaciones.
Por ejemplo, en Perú, por un
lado pueden multar a la familia por
no ir al hospital y, por otro, negar al
niño el certificado de nacimiento,
sin el que no se puede acceder a los
servicios médicos gratuitos. La publicidad
agresiva de algunas leches
de fórmula también ha adelantado
el destete de muchos niños, lo que
resulta bastante peligroso para las
familias que no cuentan con los recursos
suficientes, y o no cuentan
con agua hervida o añaden demasiada
agua a la leche, lo que fomenta
la malnutrición.
Transmisión sexual y sida
Otro problema con el que se encuentran
los indígenas es el incremento
de enfermedades de trasmisión
sexual. En Papúa occidental
los índices de VIH se incrementaron
con la llegada de personas ajenas
a la comunidad, sobre todo a
través de la industria del sexo aparejada
al aumento de los trabajadores
de la minería, las pesquerías y
las madereras. Incluso los cálculos
más moderados sitúan la tasa de
VIH/sida 15 veces por encima de la
tasa nacional. Conocer los índices
de infectados y las muertes por sida
es, sin embargo, bastante complicado
porque los gobiernos no quieren
que estos datos sean públicos. Las
muertes por sida o bien no se registran
o se hacen pasar por muertes
por tuberculosis, neumonía... El
40% de las muertes de bosquimanos
gana y gwi en 2002 se registraron
como muertes por sida. Es probable
que un 10% más de las muertes
tuviera el sida como causa.
Guaraníes
sin futuro
Los guaraníes registran una de
las tasas de suicidio más elevadas
del mundo: más de
300 guaraníes kaiowá se suicidaron
entre 1985 y el año
2000. La más joven, Luciane
Ortiz, tenía sólo nueve años.
Rosalino Ortiz, guaraní ñandeva,
explica así este proceso:
“Los guaraní se están suicidando
porque no tienen tierras.
Ya no tienen espacio.
Antes éramos libres, ahora ya
no somos libres. Por eso,
nuestros jóvenes miran a su
alrededor y piensan que no
queda nada y se preguntan
cómo pueden vivir. Se sientan
y piensan, olvidan, se pierden
y, al final, se suicidan”.
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