El ‘problema vasco’ y el antimilitarismo

El conflicto armado en Euskal Herria, su posible solución negociada y las propuestas de reformas estatutarias son reflejos de
la dificultad de sectores de la población para sentirse partícipes de ‘la idea de España’ y de los límites de las autonomías.
Siguen sin resolverse cuestiones constituyentes: ¿Se trata de una segunda Transición? ¿Quiénes son los sujetos de decisión?
¿Qué es la soberanía (Europa, lo local...)? ¿Qué actitud debe tomar la izquierda - ‘española’ o nacionalista- transformadora?

, antimilitarista, miembro de Autodeterminazioaren Biltzarrak (ABK) y ex procesado en el sumario 18/98
06/05/06 · 15:42

 

A la hora de abordar cuestiones
como éstas, considero
que es necesaria una
autopresentación para
que se reconozca en ella también
una ‘voz colateral’ en mi contexto.
Soy activista antimilitarista desde
mi primera juventud (constato
que felizmente puede haber más de
una). Militante del Movimiento de
Objeción de Conciencia durante
muchos años, he compatibilizado
este compromiso con la lucha a favor
de la recuperación y normalización
del euskara y también me identifico
como militante abertzale.

Entendiéndose el nacionalismo
como el concepto más clásico, simplón
y tradicional, identificado con 
banderas, himnos, monedas e incluso
ejércitos, se pude suponer
que una perspectiva de izquierda 
transformadora, de no-violencia
activa, antimilitarismo y ecología
no ha sido mayoritaria en el movimiento
abertzale (nacionalismo
vasco). Aun siendo rasgos que por
separado están muy extendidos en
nuestra sociedad, su combinación
no tiene, más allá de algunos movimientos
sociales, reflejo en organizaciones
políticas fuertes, ni por
supuesto en los sectores del nacionalismo
vasco que controlan las
instituciones de parte del país y de
los que nos declaramos en oposición
en cuanto a modelo de construcción
nacional y social.

Desde este rincón del espectro
sociopolítico vasco quisiera haceros
participar en el análisis propuesto.
Un nuevo contexto
Es cierto que corren nuevos vientos
en Euskal Herria y en el Estado español.
El que esos vientos sean los
coletazos de una nueva era climática
no está en nuestras manos, pero
es de navegantes sabias/os aprovechar
las brisas favorables para llegar
a puerto seguro.

Se está planteando tras 25 años
de la reforma del régimen franquista
la reconsideración de la estructura
del Estado español. No hay fuerzas
sobrantes y son difíciles los
equilibrios, pero podríamos estar
ante la oportunidad de lo que se ha
llamado “segunda transición”, donde
se cierren capítulos, heridas
abiertas, que no se curaron hace
cinco lustros. Esos cambios pueden
afectar, entre otros aspectos, a tres
de las naciones que están bajo el sistema
jurídico español: Galiza,
Catalunya y Euskal Herria. Para esta
última, con el plus que significa la
oportunidad de conseguir el cese de
la acciones violentas multilaterales
de forma definitiva.

Hace ahora un año ETA avaló la
denominada Propuesta de Anoeta.
Esta propuesta supuso, al menos en
el plano conceptual, un cambio radical
en la postura de este grupo armado.
Por primera vez y coincidiendo
con un sentir social mayoritario
y, en concreto, con una petición que
históricamente se ha hecho desde el
movimiento antimilitarista vasco,
ETA renunciaba, en un proceso de
paz, a ser agente negociador de contenidos
políticos, cediendo tal cometido
a las fuerzas civiles y políticas.
Este reposicionamiento va más
allá de lo que fue su postura en la tregua
de 1998 y es una oportunidad a
la que todo agente sociopolítico bien
intencionado debería prestar atención
e interés.

Coincido con quienes ven en éste
un momento clave para iniciar un
proceso de paz. Entendiendo paz como
el final de todas las expresiones
violentas del conflicto que son multilaterales,
unas legales, otras alegales,
otras delictivas y/o criminales.
No quiero engañar. No reivindico
una reforma del Estado español. Me
sitúo entre las/os que quieren que
Euskal Herria tenga su propio sistema
jurídico-político soberano. Pero
tampoco ignoro la importancia intrínseca
que tiene solucionar un drama
humano multigeneracional como
el que padecemos.

Quienes desde el independentismo
de izquierdas no compartimos
los métodos de ETA nunca hemos
pretendido usar a nuestro favor la
situación creada por el conflicto armado.
Ni en los momentos que tal
actividad podía aspirar a conseguir
réditos políticos ni en la situación
contraria. Hemos reivindicado como
imprescindible un escenario
ausente de todo tipo de violencias
y coacciones de cualquiera de las
partes para poder encauzar un
conflicto, que existió previo a ETA,
existe y existirá, por vías pacíficas
y democráticas.
Sabemos que hoy la propuesta independentista
no tiene mayoría social,
pero estamos dispuestas/os a
una confrontación civil, incruenta y
democrática en la que podamos perder,
en espera de que el trabajo bien
hecho y las propuestas interesantes
permitan ganarnos a la mayoría social
de nuestro pueblo.

Es ahí precisamente donde se encuentra
el espacio posible de cooperación
con la izquierda transformadora
‘española’. Un cambio de clima
que pueda facilitar un cambio de estatus
jurídico y de sistema que deje
abiertas las posibilidades de cualquier
cambio socio-político consensuado
por cada uno de los marcossujeto
nacionales de decisión, que
entiendo, en la Península Ibérica, debieran
corresponder al menos a:
Portugal, Galiza, Catalunya, Euskal
Herria y España (o como sus habitantes
quieran denominarla).
Puede que, a mi pesar, las respectivas
mayorías actualmente decidieran
sencillamente una reforma
federalizante del Estado. Sin
embargo, el reconocimiento de
esos sujetos nacionales de decisión
diferenciados posibilitaría que los
conflictos que padece el Reino de
España desde su creación se puedan
desdramatizar, contextualizar
y permitan una confrontación escrupulosamente
democrática.

La nación en la globalización

Los conflictos de identidad, soberanía, territorialidad, pluralidad etc., afectan a todas las naciones y pueblos,
a las que formaron Estado y a las que no, presentándose como uno de los debates teóricos y prácticos
más complicados. En él está en juego si Europa opta por el modelo norteamericano de una república de
consumidores o por modelos alternativos socializantes, cooperadores y pacíficos valedores de la diversidad-
igualdad de ciudadanas/os libres y activos sociopolíticamente y culturalmente.

Aunque Euskal Herria se ve afectada
como el resto de países europeos
por las consecuencias sociales,
económicas y culturales acarreadas
por la globalización, este pequeño
pueblo posee aún un entramado social
que permite pensar que es un
marco más favorable para este tipo
de sociedades alternativas.

Las fuerzas de la izquierda internacionalista,
los movimientos sociales
pro ‘alter globalización’, los
nacionalismos de izquierda de las
naciones sin Estado, el movimiento
indigenista, el campesino, etc.
son la nebulosa creciente capaz de
hacer frenar el tren neoliberal. Es
en este contexto donde el movimiento
abertzale de izquierda vasco
aporta su granito de arena ante
la nueva versión del capitalismo
salvaje y sus ensayos de nuevas
formas de totalitarismo, que entre
otras cuestiones quiere hacer de la
etnicidad no domesticada como
producto de consumo una reivindicación
criminalizable.

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