Un planeta de metrópolis



11/12/08 · 0:00
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Los seres humanos han tardado
más de 150.000 años
en ser 1.000 millones (se alcanzó
esta cifra en torno al
año 1830), y poco menos de 200
años en añadir 5.000 millones más.
El grueso de este crecimiento demográfico
se ha concentrado en la segunda
mitad del siglo pasado: la población
mundial prácticamente se
cuadriplicó, pasando de 1.600 a
6.200 millones de habitantes. Este
crecimiento no hubiera sido posible
sin la explotación de los combustibles
fósiles. Más en concreto sin el
petróleo, que fundamentalmente ha
contribuido a incrementar la capacidad
de carga sobre el territorio,
garantizando el abastecimiento y el
funcionamiento de un mundo en
proceso acelerado de urbanización.

Porque, paralelamente, la urbanización
del planeta se ha disparado
en estos últimos 100 años, pasando
de un 15% en 1900, unos 250 millones
de personas, a cerca del 50% en
2000, esto es, más de 3.000 millones
de personas. Mientras que la población
total se multiplicaba ‘sólo’ por
cuatro en 100 años, la población urbana
se multiplicaba más de 12 veces
en el mismo periodo. Y este ritmo
se aceleró sensiblemente en los
últimos 50 años del siglo, al tiempo
que el oro negro se convertía en el
régimen energético dominante a escala
global. No en vano tres cuartas
partes del petróleo global se consumen
en las áreas urbanas, especialmente
en las metrópolis de los espacios
centrales (occidentales).

Si consideramos la población de
las principales ‘ciudades’ del mundo,
o mejor dicho las metrópolis, el
crecimiento fue aún mucho más intenso.
En 1900 había unas diez metrópolis
en el planeta que sobrepasaban
el millón de habitantes, la
práctica totalidad de ella en los países
centrales. En 2000 había ya unas
400 metrópolis que superaban el millón
de habitantes, y de ellas cerca
de 70 ‘megaciudades’, o regiones
metropolitanas, que excedían los
diez millones de habitantes. Y en la
actualidad hay ya casi 500 metrópolis
millonarias. De éstas, unas son
‘ciudades globales’ centrales, otras
son ‘megaciudades miseria’ periféricas,
y otras, en los grandes Estados
‘emergentes’ combinarían
una mezcla de ambos extremos.
Unas cinco de estas grandes conurbaciones
se sitúan por encima de los
20 millones de habitantes: México
DF, Sao Paulo, Seúl, Tokio y Nueva
York. México DF, él solito, tiene un
volumen de población (unos 24 millones)
similar a toda la población
urbana que existía en el mundo al
inicio de la Revolución Industrial.

Las dinámicas urbanizadoras
han ido adoptando un carácter cada
vez más disperso o en mancha
de aceite, generando la llamada
‘ciudad difusa’ o ‘ciudad estallada’,
provocando un impacto territorial
sin parangón en la historia de la
humanidad.

El Sur se urbaniza

En su expansión y propagación, la
forma metrópoli se manifestó en la
primera mitad del siglo XX especialmente
en los países centrales, y
muy en concreto en Occidente. En
1900, las principales metrópolis,
eran Londres y París, seguidas de
cerca por Nueva York. La ‘ciudad
vertical’, que implicaba un intenso
consumo eléctrico, se iría extendiendo
por los espacios centrales.
En la segunda mitad del siglo, en
cambio, la forma metrópoli va a
proliferar principalmente en el Sur
y especialmente en los Estados periféricos
emergentes. Destaca el caso
de China, donde desde hace algo
más de dos décadas se está dando
el mayor proceso de migración de
masas y de urbanización que el
mundo haya conocido jamás, con
centenares de millones de personas
migrando en pocos años desde el
interior del país hacia las metrópolis
de su fachada del Pacífico.

Todo ello ha hecho que en la actualidad
el grueso del crecimiento
urbano-metropolitano desde el punto
de vista demográfico se dé en el
Sur, y fundamentalmente en torno
al Pacífico y al Índico, en el Este y
Sudeste de Asia. Sin embargo, aunque
las principales metrópolis centrales
no ocupen ya muchas de ellas
los primeros lugares del ranking en
cuanto a población, se siguen manteniendo
en cabeza (todavía) en
cuanto a importancia económica y
sobre todo financiera. No son comparables
las grandes metrópolis del
centro y las megaciudades periféricas,
pues en estas últimas, más de la
mitad de su población en muchos
casos vive hacinada en situaciones
de absoluta miseria, en tejidos urbanos
enormemente degradados y sin
ningún tipo de servicios. Más de
1.000 millones de personas, de los
más de 3.000 millones que habitan
en áreas urbanas en el mundo, viven
en esos gigantescos tejidos de
infravivienda, habiendo sido expulsadas
la gran mayoría de ellas hacia
las megaciudades periféricas por la
‘modernización’ forzada del mundo
rural. En algunos casos, como en
Colombia, manu militari.

Hay otras importantes diferencias
entre los territorios del centro y de
la periferia del nuevo capitalismo
global. En los espacios centrales en
torno a las cuatro quintas partes de
su población habita en áreas urbanas,
teniendo una muy baja población
empleada agraria (menos del
3% en EE UU, algo superior al 5%
en la UE, y algo similar acontece en
Japón). La agricultura que se da en
estos espacios centrales es casi en su
totalidad una agricultura sin campesinos,
altamente industrializada, y
fuertemente dependiente del petróleo,
que utiliza una mano de obra
inmigrante. En los espacios periféricos
sin embargo la situación es
enormemente diversa. Así, tenemos
desde Estados agroexportadores como
Argentina o Brasil con porcentajes
de población urbana parecidos
a los espacios centrales, en torno a
un 80% del total, con gran presencia
del agrobusiness; a grandes Estados
como India y China que a pesar de
su fortísimo crecimiento urbano todavía
más de la mitad de su población
habita en el mundo rural tradicional.
Si bien este mundo está
siendo fuertemente desarticulado
y se ve cada vez más afectado por la
agricultura industrializada. Y finalmente,
existen aún espacios periféricos
en Asia, África y en menor medida
América Latina, donde una amplia
mayoría habita todavía en los
mundos campesinos e indígenas
que sobreviven. Éste es el mapeo a
brocha gorda de los procesos de urbanización
en el mundo.

Ahora bien, estos procesos no se
producen de forma natural, sino que
son impulsados desde las estructuras
de poder, están activados por la
lógica del mercado que los promueve,
están condicionados por las
dinámicas territoriales y poblacionales
históricas previas sobre las
que operan, y son tributarios de un
enorme consumo de energía fósil,
que es la que los hace factibles.

Por ello, el inicio del fin de la era
de los combustibles fósiles pondrá
fin a la expansión urbana a escala
mundial. El declive energético impactará
con especial fuerza en las
metrópolis y sobre el transporte motorizado
y la agricultura industrializada.
Las metrópolis pasarán de ser
los puntos fuertes del territorio a
convertirse en sus enclaves más frágiles
e ingobernables. Es por ello
por lo que muy seguramente veremos
a medio y largo plazo una regresión
hacia un mundo menos urbanizado,
menos industrializado y
menos globalizado, así como más
ruralizado y más ‘localizado’.

El texto completo se puede consultar
en: www.ecologistasenaccion.org

A debate: LOS MOVIMIENTOS FRENTE A LA CRISIS. Crisis energética, inmobiliaria, financiera y bursátil, cambio
climático... Un escenario de colapso sistémico que movimientos
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enfrentan justo cuando no parecen lograr salir del bache.
Aportamos una serie de artículos que analizan los diferentes
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