Los multitudinarios actos de desobediencia civil, los procesos masivos de participación y decisión horizontal... son rasgos de un poderoso movimiento: Primavera Árabe, 15M y Occupy Wall Street. Tras la retoma de las plazas el 12M, el músculo –la capacidad de imponer una agenda política y la potencia que el movimiento exhibía parecen haber llegado a un impasse. Ni que decir tras el “rescate” del sistema financiero. ¿Sobre qué piso político nos movemos? Profundizamos la reflexión colectiva.

Se ha dicho repetidamente: asistimos al desmantelamiento del Estado social. Incluso algunos intelectuales que hace años tildaban de trasnochado el discurso anticapitalista o que se burlaban de los antisistema,han tenido que rectificar viendo las consecuencias devastadoras del capitalismo y de las políticas e ideologías que lo sostienen. Es el mismo sistema que apoyaban con todos sus medios y fuerzas presentándolo como el único posible, y ahora se han quedado sin él y carecen de ningún otro que pueda sustituirlo. No saben qué es la Parecon y menos la Democraciaeconómica, por ejemplo.
Sólo les queda el deseo de volver atrás: de reformarlo. Muchos comunistas hicieron lo mismo respecto a los llamados países del “socialismoreal”. Volvieron atrás buscando un lugar no manchado por la violencia y la opresión de signo contrario al capitalismo.Pero ¿qué lugar es ese atrás? ¿Es posible empezar de nuevo?
Para salir de la barbarie actual habría que empezar por responder que no hay vuelta atrás.La sociedad que se ha movilizado desde 2008 contra las ‘consecuencias’ del capitalismo no lo ha hecho contra el ‘capitalismo’. En ese punto se ha perdido y su lucha se paraliza ose diluye en el tiempo. Se ha perdido precisamente en el punto en el que debería haber cortado con el pasado.
En el momento en el que habría sido necesario efectuar una ruptura con el orden establecido para no poder volver atrás nunca más. Su lucha se paraliza porque aún se somete a la ley. A la misma ley que se cambia en función de los intereses del capital –como con la reforma constitucional para limitar la deuda pública– o a laque ahora esboza un cambio en el Código Penal. Leyes, muchas de ellas, que se sostienen sobre la ilegitimidad,que una ética de los fines no soportaría y que no deberían ser obedecidas.
Leyes que se presentan como hechas por el pueblo a través de sus representantes pero que, en realidad,han sido elaboradas y votadas por poco más 16 millones de personas de los algo más de 47 millones de habitantes que hay en España.
Unos años antes del 19 y 20 de diciembre de 2001, una buena parte dela sociedad argentina se encontraba en la misma situación que la que tenemos hoy aquí. Desde los días 19 y20, muchos argentinos pasaron la línea que separaba la legalidad de la legitimidad. No se perdieron en ese punto. Ocuparon fábricas, echaron apolíticos, establecieron sistemas asamblearios en barrios y municipios para decidir qué hacer y cómo,pusieron en marcha formas de intercambio no monetarias y reinventaron las luchas sociales. Naturalmente,había una diferencia con nuestra situación: en la Argentina de2001 “era evidente” que no mandaba ningún gobierno, sino el capital a través de sus instituciones, y crear nuevas era obvio, aunque luego, impulsado por la clase media, casi todo volvió a la legalidad constituida. En España, en Europa, se lucha por sostener el Estado que parecía dominarla estructura política y social. Grecia ha sido en Europa un ejemplo suficiente de la tragedia que produce las condiciones en las que viven los pueblos bajo el capitalismo. Entonces,¿por qué aquí no sucede? Un nuevo enunciado contra la servidumbre voluntaria que caracteriza la vida de la clase media en Europa podría ser:“Quienes os dominan no tienen otra cosa más que las prerrogativas que les habéis otorgado para que os destruyan,y el mundo radicalmente distinto que podríais hacer con la Democracia Económica, el eco-socialismo,la renta básica de los iguales,la defensa de los bienes comunes y otros medios de producción de una sociedad nueva es devastado por ellos en vuestra presencia. Estad resueltos a no servir más, cread nuevas instituciones, convertíos en poder constituyente y seréis libres”.
¿De qué se trata? De pasar esa línea.De abandonar, en el ámbito político,el espacio de la absoluta ‘legalidad’,que significa el ajuste al conjunto de leyes constituidas, para pasar al de la ‘legitimidad’, el ajuste al conjunto de leyes constituyentes. De no esperar a que los algo más de 16millones de votantes del PP y PSOE sigan decidiendo como si fueran los poco más de 47 millones de habitantes.
Se trata, por ejemplo,de no considerar que los espacios para hacer política sean los ayuntamientos y los parlamentos tal y como están conformados actualmente. Se trata de no negociar con ningún bien común.
Hay muchas razones por las cuales la sociedad que se ha movilizado desde2008 contra las consecuencias del capitalismo no va a pasar la línea. La sociedad europea es básicamente de clase media, la clase del consenso, del pacto social con el que se esconde el conflicto. No hay espacio aquí para argumentarlas adecuadamente.
Pero también pueden ponerse en juego otras razones que animarían el paso urgente y necesario a la sedición. Sólo diré una, crucial: considerar que las políticas del radicalismo liberal –lo que habitualmente se denomina neoliberalismo–, tales como la sumisión a la deuda, la violencia del Estado liberal, etc., son una‘declaración de guerra’. ¿Qué causas motivarían una declaración de guerra nuestra que respondiera a la suya?
Como se estudia en Derecho Internacional, el hecho de que se haya agredido los bienes, patrimonios y espacios vitales de las personas y de la sociedad; el que se haya invadido y ocupado los bienes comunes; el incumplimiento de las reglas de convivencia y acuerdos sociales; la amenaza evidente a los derechos civiles.
Si se piensa en términos de declaración de guerra, la nuestra no puede ser sino una respuesta proporcionada a la agresión sufrida.Pasar a la sedición, a un alzamiento colectivo y violento contra la autoridad,el orden público y la ley vigente,es una respuesta proporcionada.Mientras no se pase a ese acto, toda manifestación, queja o demanda social será una expresión más de la libertad existente en nuestros sistemas políticos. Todos sabemos que una huelga masiva indefinida del profesorado de primaria y secundaria tumba a cualquier Consejería de Educación. Y también se sabe que los despedidos y expedientados forman parte de las demandas para que acabe la huelga. El problema es que para dar ese paso hay que perder primero –sueldo, trabajo–. Y hay que perder mucho para renunciara volver atrás. Mientras quede la esperanza en que a mí no me tocará,de que puedo recuperarme, y de que se hace lo suficiente saliendo a la calle, entonces nunca cambiará nada. Todos sabemos que si por cada desahucio ejecutado por un banco miles de ciudadanos ocupasen las oficinas de este banco y realizaran un acto de fuerza similar incautando el dinero equivalente al del piso sobre el que se ha intervenido,no habría personal de seguridad suficiente para frenar a esa multitud. Y así tantas cosas.
Los cientos de miles de personas que se oponen ‘al’ capitalismo deben abandonar las calles como el lugar testimonial y reivindicativo que han sido hasta ahora y ‘masivamente’ establecerla lucha allá donde se hayan producidos los escenarios de guerra,estudiando minuciosamente qué poderse tiene y cómo usarlo eficientemente contra el capitalismo. Un tanque sólo se anula convenciendo al conductor o haciéndolo volar.
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