Pack nacionalista vasco

Los sondeos auguraban magníficos resultados para la izquierda independentista hasta equipararla al PNV en número de escaños. La crisis planeaba sobre la pre-campaña y en la retina del votante de la CAV se reflejaba una España mendigando rescate en un entorno europeo de reconocimiento extendido del derecho de autodeterminación, con el caso escocés en primera línea y la bomba de la mayoría independentista explosionando en Catalunya.

28/11/12 · 20:00
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Los sondeos auguraban magníficos resultados para la izquierda independentista hasta equipararla al PNV en número de escaños. La crisis planeaba sobre la pre-campaña y en la retina del votante de la CAV se reflejaba una España mendigando rescate en un entorno europeo de reconocimiento extendido del derecho de autodeterminación, con el caso escocés en primera línea y la bomba de la mayoría independentista explosionando en Catalunya.

Las fuerzas combinadas del autonomismo y del centralismo ensayaban una maniobra de asalto a los bastiones de Izagirre y Garitano en Gipuzkoa. PNV, PSE y PP expulsaban al diputado de Medio Ambiente y sacaban a Bildu de la Mancomunidad de San Marcos. Negocios, como la incineradora y la gestión de residuos, entraban en liza.

Diversos sectores de la izquierda independentista comenzaban a inquietarse por el cariz socialdemócrata y electoralista que estaba tomando la suma de Amaiur, tras constatar que la estructuración por la base había sido bloqueada. Como botón de esa muestra crítica nacía Ezkerretik Bilduz y como elemento comparativo de la potencialidad política de lo social se esgrimían los éxitos de la Asamblea Nacional de Catalunya.

Por el contrario, el recién legalizado Sortu se empantanaba en una reorganización que no contemplaba, en opinión de Pernando Barrena, la refundación de la izquierda abertzale. Tras la multitudinaria Diada, la toma de postura de Mas a favor de un referéndum por la autodeterminación, las amenazas PP, las quimeras reales y los ruidos de sables, Urkullu se posicionaba afirmando que la palabra secesión era “demasiado grande”.

La derecha española respiraba aliviada por la moratoria que aparcaba el soberanismo vasco y ante la previsible quiebra del PP, el Diario Vasco reajustaba su candidato. Mientras tanto, la campaña de Euskal Herria Bildu (EHB) se abría con una búsqueda de “consensos amplios” para lograr un Estado libre.

Las encuestas coincidían en otorgar, por primera vez, un empate técnico a la opinión independentista con su antagónica. Los cambios sociológicos hacia un panorama de a dos –independentistas de izquierdas y estatalistas de derechas– son lentos, pero pesados. Y tienen su reflejo distorsionado en el panorama de a tres –autonomismo, independentismo y estatalismo– que, a modo de punta de iceberg, emerge de las urnas.

Derrota unionista. Los dos tercios nacionalistas del Parlamento desmienten la ficción del gobierno López. El ciclo abierto tras la legalización de Bildu ha concluido. El PNV gana y EHB se convierte en segunda fuerza, desplazando al PSOE y PP en Araba y Bizkaia y consolidándose incluso en la Margen Izquierda. Sin embargo, algo no ha funcionado, el PNV le pisa el callo en su fortaleza de Gipuzkoa dejando, en palabras de Permach, un regusto “agridulce”.

¿Qué ha sucedido? Los analistas soberanistas hacen su lectura. Para Ramón Sola, el PNV se ha convertido en Gipuzkoa en un “receptor de voto anti-Bildu”. Katu Arkonada argumenta que EHB se mantiene en los municipios en donde gestiona sin complicaciones, en alusión a la recogida de basuras puerta a puerta (PaP), mientras que, en las localidades donde ha estallado el conflicto, el PNV se impone.

El balance autocrítico de Iñaki Soto sostiene que EHB no ha arrancado votos a la abstención o a otras fuerzas políticas e incluso apunta que ha activado voto del PNV en Gipuzkoa, donde sobre todo habría ganado el establishment, no habiendo sabido “marcar la diferencia” entre “su propuesta y su candidata y los del bloque gris”. Joxerra Bustillo coincide al indicar que uno de los déficits de campaña ha residido en poner en primer plano la figura de Laura Mintegi sobre la “composición de la coalición” y el esfuerzo unitario que conlleva la acumulación de fuerzas y echa en falta un perfil de izquierda social nítido.

Iker Casanova estima que la izquierda federalista no ha aprovechado su potencial y, como Bustillo, piensa que todavía hay un espacio de izquierda falto de referente. Y entre las carencias propias incluye la precariedad organizativa resultante de no haber culminado la constitución de Sortu. Para él, la gestión de Bildu en la Diputación de Gipuzkoa “ha sido en términos generales buena”, pero habría chocado con los intereses de las élites locales que han desplegado en su contra toda una “‘Brunete’ político-mediática-empresarial”.

Para Ion Ansa la batalla principal se la ha plantado el PNV a EHB en la “retaguardia” guipuzcoana, con objetivos evaluables como la movilización de su voto, la capitalización del voto anti- Bildu y la desactivación del votante periférico de Amaiur. Ello conlleva una reflexión seria. No porque Bildu haya gestionado mal en una situación de crisis, sino porque no se le votó sólo para gobernar, también se le eligió para cambiar las formas de hacer política y para cuestionar el modelo establecido, incluso en la propia izquierda abertzale. Y apunta que la bajada en Gipuzkoa responde a “la pérdida de ilusión”. Considera que en la populosa Bizkaia las fuerzas soberanistas de izquierdas han avanzado en Bilbao y consolidado en Ezkerraldea, donde entiende que el discurso de izquierdas es fundamental.

Y recalca que Araba es el escenario de un cambio significativo, así como un ejemplo de avance de los abertzales de izquierdas mediante la conexión con los movimientos populares y el trabajo abnegado de muchos militantes en un contexto de desaparición de la tensión armada.

Tras las elecciones, Laura Mintegi hace su propia valoración poniendo el dedo en la llaga: “No se le puede decir a la gente ‘participa en política’ y luego no darle instrumentos”. Exacto. Hay que distinguir el plano político del sociológico.

Euskal Herria es un país de movimientos sociales y no sólo de partidos políticos. Y el mejor ejemplo de cómo no se deberían haber hecho algunas de las cosas que han lastrado a EHB es el de la implantación del PaP en el territorio histórico de Gipuzkoa. Si no se cuenta con la gente, no se explican con claridad las razones y no se les deja decidir libremente en referéndum sobre lo que les afecta, se falta a la primera enmienda de la democracia participativa y, entonces, hasta el PNV se halla legitimado para impulsar plataformas anti PaP que reflejan a EHB amodo de espejo invertido.

El PNV asume que gobernará en solitario. Apuesta por tejer acuerdos amplios en economía, pacificación y estatus político, conscientes de que pueden crearse mayorías de bloqueo si no los logran. El PP, el PSE y EHB tienden la mano. PNV españolista, autonomista e independentista: 3x1.

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El 26 de septiembre, miles de personas protagonizaron un paro convocado por la mayoría sindical vasca. / Birasuegi
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