La fase destituyente iniciada con las movilizaciones del 15 de mayo de 2011 está apurando sus últimos episodios, seguramente los más difíciles e imprevisibles.
Resulta manifiesto que la fase destituyente iniciada el 15M está apurando sus últimos episodios, seguramente los más difíciles e imprevisibles, pero ello no impide que describamos la situación y esbocemos los escenarios decisivos.
Al respecto cabe hacer las siguientes consideraciones:
1. La capacidad de “regeneración” del régimen del ‘78 es prácticamente despreciable. Todas las instituciones constitucionales están presas de la parálisis, la desmoralización, la deslegitimación terminal y el enfrentamiento mutuo.
2. La capacidad de neutralización represiva es la menor desde el comienzo del régimen constitucional. Ya habrá tiempo de gritar al lobo del fascismo y de la reacción –europea–. Cualquier iniciativa en ese sentido es, en este momento, muy improbable, tanto por la fuerza del movimiento como por la descoordinación, la ilegitimidad y la marginalidad de las fuerzas protofascistas y/o golpistas. Otro tanto cabe decir de gobiernos “técnicos” o de “concentración nacional”: no hay ‘Montis’ que puedan aguantar la situación actual ni ‘Berlusconis’ que sirvan de pretexto. Un gobierno ‘PPSOE’ a la griega, aun con refrendo electoral, es implanteable.
3. De esta suerte, las condiciones de posibilidad para una revolución civil pacífica son las mejores que hemos conocido desde el inicio del periodo constitucional. Por ésta cabe entender una movilización sostenida, con huelgas, ocupaciones, desobediencia civil, que no excluye episodios de violencia y enfrentamiento, pero los mantiene dentro del respeto de la vida y la integridad de las personas. Cualquier abuso de unas fuerzas policiales divididas, y con una cadena de mando completamente deslegitimada, tan sólo precipitará el final del régimen y no servirá, salvo dislate mayor de las fuerzas constituyentes, ni para dividirlas ni para reunificar a las fuerzas contrarias al cambio.
4. Esta revolución democrática se basa en dos pilares: la autonomía y la radicalización democrática de los movimientos de lucha actuales, y la capacidad de ganar unas elecciones constituyentes. Ambos objetivos son inseparables. El principal bloqueo del ciclo de protesta destituyente que se abrió con el 15M ha sido la rigidez –que ha resultado ser rigor mortis– del cuadro de poderes constitucionales.
5. Sin una red dinámica de contrapoderes capaces de definir estratégicamente y condicionar de forma determinante el proceso constituyente sólo podemos esperar un cierre en falso de la situación. O una división y fragmentación del (contra) poder constituyente que, esta vez sí, contribuirá a abrir las puertas a formas de gobierno populistas, autoritarias e inevitable y duramente represivas. En este sentido, tanto las mareas como las PAH no sólo no deben detenerse en su dinámica de reapropiación, autogestión y reinvención de las estructuras de lo público, sino que sin ello cualquier parlamento constituyente será impotente e inmediatamente corruptible.
Marginados
6. Tanto a IU como a las izquierdas nacionalistas e independentistas parece tocarles una responsabilidad histórica. De resultas de su marginalidad constitucional, son las mejores preparadas para servir de puente ambivalente entre lo viejo y lo nuevo. Insistimos: a causa de su marginalidad constitucional antes que por su programa o su composición. Están obligadas a organizar sus propias primarias constituyentes –abiertas a todo el mundo– o serán una rémora y un factor de división interna del proceso.
7. En el proceso constituyente que ha de poner fin al Reino de España se está jugando el presente y el futuro inmediato de la democracia y de la paz en Europa –y por ende también de la UE–.
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