Movimientos o/y elecciones

Las reglas del juego electoral están pensadas para garantizar gobiernos estables que respondan a un partido –o a un acuerdo entre ellos– que abarque entre el 30 y 50% del electorado. O sea, minorías suficientes para gestionar los intereses de la economía neoliberal. Los movimientos sociales, las movilizaciones del 15M y su extensión a las plazas, como las mareas temáticas que han extendido más aún la contestación, son el factor regenerador que podría cambiar los rumbos a las políticas especulativas.

, Activista y profesor emérito de la Universidad Complutense
08/07/13 · 7:26
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Las reglas del juego electoral están pensadas para garantizar gobiernos estables que respondan a un partido –o a un acuerdo entre ellos– que abarque entre el 30 y 50% del electorado. O sea, minorías suficientes para gestionar los intereses de la economía neoliberal. Los movimientos sociales, las movilizaciones del 15M y su extensión a las plazas, como las mareas temáticas que han extendido más aún la contestación, son el factor regenerador que podría cambiar los rumbos a las políticas especulativas. Pero para eso deben permanecer en sus constantes unitarias, no deberían disgregarse en opciones electorales o de abstención. Como movimientos, tienen la simpatía de un 60-70% de la población, pero solo el activismo de un tercio de la misma.

Si se plantearan ir a unos comicios perderían su fuerza por varias razones: por la división en los propios movimientos sociales, entre los que quieren votar y los que no. Porque el tercio intermedio de los electores –que votan al PSOE, IU, UPyD, etc. y que pueden simpatizar con los movimientos– ni se los imaginan como gobierno, ni lo que pueda ser una democracia participativa. Y porque la ley electoral y los medios económicos, y de marketing, están hechos a favor de la partidocracia reinante. La base está en mantener los movimientos y las mareas por encima de cualquier disputa partidista o abstencionista, y que nos podamos centrar en las reivindicaciones concretas. Cabe seguir avanzando con las mareas, más allá de los corporativismos, construyendo entre diversos sectores lo público como bienes pro-comunes a cogestionar desde la base.

Pero el problema del gobierno electoral continúa y no podemos desentendernos de él, pues sigue tomando decisiones. Y hay fuerzas electorales que van a pretender recoger la expresión de los movimientos indignados. Que IU, Compromís, AGE, CUP, etc. doblen sus votos puede ser interesante para sus militantes, pero para los movimientos, o para evitar que siga el dominio del bipartidismo, no significa demasiado. Por eso la exigencia a las formaciones electorales tiene que ser más allá de sus intereses de formación política, tienen que ser los intereses de ese 99% de la población, o al menos de esos dos tercios de la población que simpatizan con lo que han venido planteando los movimientos. En el Cono Sur ha habido candidaturas centradas en superar la crisis especulativa en que estaban y en una nueva constitución. En general no han sido candidaturas de partido, sino construidas alrededor de un programa simple con pocos puntos y con algunos líderes más bien antipartidocracia.

Vienen las elecciones europeas. La ventaja es que es circunscripción única y no es tan discriminatorio como votar por provincias. Se debería hacer una propuesta en los países periféricos para concurrir electoralmente como castigo a la troika, para abrir un replanteamiento de los acuerdos continentales. Para estas elecciones, que buscan una ruptura con las políticas de la UE, lo mejor sería reducirse a 4 o 5 temas estrellas que lleguen a los dos tercios más indignados de la sociedad: auditoría de la deuda, democracias participativas, sanidad y educación públicas, dinero para emprendimientos populares. Las cabezas de carteles electorales no deberían ser de partidos, pues la opinión general desconfía mucho de la clase política. Se trata de plantear y empezar a construir otras formas democráticas de base.

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