Movimientos en las crisis

TEMA A DEBATE: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTE EL PANORAMA POLÍTICO
Tras las elecciones y en el contexto de frenazo o crisis
económica, se abre un escenario diferente. Es buen
momento para analizarlo y entenderlo colectivamente,
desde la perspectiva de los movimientos sociales de
base. ¿Cómo avanzar, ahora, hacia una transformación
social? Aportamos diversas reflexiones.

, Activista de los movimientos sociales gallegos
15/05/08 · 0:00

Con la intención de precisar
cuáles son los ejes vertebradores
de una estrategia
movimentista eficaz, en
este espacio abierto para el debate
por el periódico DIAGONAL, Jtxo
Estebaranz y Raúl Sánchez han evocado
con acierto una serie de tópicos
y targets poblacionales, inscritos todos
ellos en el interior de las distintas
crisis: los migrantes y la crisis del Estado-
nación; las prácticas agregadas
en torno a la ‘cultura libre’ y la crisis
de los procesos de privatización o de
la propia ley del valor; las luchas del
precariado y la crisis del Estado de
bienestar; y las luchas ubicadas en el
contexto de la dupla crisis energética
y ecológica. Un tiempo de crisis. De
hecho, después del giro a la izquierda
de la geopolítica latinoamericana,
tras el fallido intento –en las rondas
de la OMC, en lo concerniente a la
Operación Iraq– de hacerse Estados
Unidos con el mando único del Imperio
global, tras la crisis de la new economy
seguida hoy por la crisis planetaria
de las finanzas y los alimentos,
hay motivos para sospechar que lo
que incluso ha entrado en crisis es
aquella forma de gobernabilidad que
se presentaba como “fin de la historia”
y cancelación de toda crisis posible:
el proyecto neoliberal.

Memoria fragmentada

Una época de crisis, también de rupturas.
Lo que para la generación de
la Transición puede ser el vívido recuerdo
de la caída del Muro de
Berlín, para los más jóvenes activistas
ha quedado en la prehistoria, y la
“antiglobalización” para algunos novísima,
por otros es tan sólo recordada
a través de fuentes secundarias.
La fragmentación de la memoria de
los activistas, así como la constante
emergencia y el ‘prolongamiento’ de
la crisis, es lo que definen nuestros
tiempos y lo que nos exige la práctica
de una política de la ‘traducción’
(de la diferencia) y de ‘experimentación’
continua. Existe una última crisis:
la crisis de la potencia política
que informa la democracia, o dicho
de otra manera, la tendencia a la
postmodernización de cualquier política
posible. Son dos los rasgos que
la caracterizan: la espectacularización
del proceso de su presentación
y de renegociado de lo social, y la
subsunción de la forma partido por
la forma movimiento.

De lo primero no habrá duda. El
primado de lo figural, la imagen y el
hipertexto, se nos presenta como una
evidencia en esta era mediática, la de
la más radical teatralización de la política.
Lo segundo puede parecer menos
claro, hipotético. Vayamos al
grano cruzando el charco: sin el movimiento,
Evo no es nada, ni Lula hubiese
llegado al poder, ni tampoco
Kirchner, ni Chávez hubiese emprendido
el giro bolivariano. Pero el
devenir movimentístico no se limita
a esto. No se limita. El movimentismo
del partido se extralimita, es decir,
pervierte (pervertere) bajo una simulación
espectacular el significado
del movimiento. El Gobierno de Zapatero
es un buen ejemplo. Se trata
de un Gobierno que no cesa de evocar
los movimientos de las ‘políticas
identitarias’, de las memorias históricas
de otros movimientos que ni de
lejos representa, y que para llegar al
poder debió mostrarse del lado alterglobal,
No LOU, No War, etc. Pero
nadie duda de que Zapatero ni es
movimentista ni está del lado de estos
últimos movimientos. Pervertere,
extralimitación en la simulación. Zapatero
llegó al poder y en él se mantiene
simulando hallarse en el movimiento.
Un juego de simulacros que
revelan el paso de la carencia de inteligencia
del centroizquierda a su
nueva inteligencia perversa. Ha entendido
de qué van las cosas: 1) movimiento,
2) espectáculo. Nada nuevo.
La primacía sobre el partido del
par movimiento/espectáculo también
existió durante algún momento
de la modernidad política. Sin embargo,
a diferencia de los tiempos de
los grandes caudillos, el movimiento
ya no llevará sus efigies a las manifestaciones.
“No en nuestro nombre”,
“Qué se vayan todos” –el partido
necesita tomar los deseos de la
multitud por realidades, y aprovechar
no ya su afirmación sino su negación
continua–.

¿Qué hacer?

Así pues nos hallamos en un contexto
de devenir y de perversión
movimentista, de primado de lo espectacular,
y de fragmentación de
la memoria y también de las especies
sociales (la segmentación de las
tribus movimentistas, como de las
urbanas o la bifurcación de las modas,
son fenómenos del proceso actual
de la heterogénesis de la bíos).
¿Qué hacer? Hoy la gran partida se
juega en torno a la capacidad de autonomizar
ya no la potencia sino la
conciencia del movimiento, ponerle
un nombre al fin y darle un lugar.

En esta partida la mitopoiesis (creación
mítica) y la semiopolítica (hacer
semiótico) tienen mucho que decir.
Necesitamos crear mitos que
traduzcan las rupturas generacionales
e inspiren la actuación de los
cuerpos. Las distintas formas de mediactivismo,
o el sueño zapatista, capaz
de articular toda una red global,
así como la redefinición del simbólico
1º de Mayo por los May Day, capaz
de interconectar puntos dispares
en la politización de un nuevo
espacio movimentista europeo, son
buenos ejemplos. A pesar de Lenin,
no hay respuestas al ‘qué hacer’ sin
preguntar a los movimientos. El cerebro
reside en ellos. Así que me
gustaría terminar trayendo la voz de
cierto activismo universitario por ser
un buen ejemplo más de esta labor
de mitopoiesis que lleva unida lo que
intuyo que está siendo una pieza
fundamental de la estrategia de renovación:
el giro desde la confrontación
a la producción y al éxodo a través
de la creación de instituciones
autónomas.

Las distintas experiencias –desde
Argentina a la India, desde las anomalías
chinas hasta las potentes redes
italianas por la autoformación–
no se limitan ya a una política del ‘no’
desde fuera de la institución y sobre
la base de un voluntarismo ético.
Más bien, como los centros sociales
que practican el autoempleo o las cooperativas
de edición, estas experiencias
optan por interferir en los
curricula, autoorganizar la producción
y la investigación (semiopolítica).
Lo hacen desde la institución pero
siempre en relación al movimiento,
tejiendo en el intersticio ‘instituciones
autónomas’ bajo la rúbrica,
por ejemplo, de las “universidades
nómadas”. Al mismo tiempo, presenciamos
en su producción discursiva
un devenir mitopoiético. La ciencia
tiene siempre algo de ciencia-ficción.

En este sentido, los cyborg de
D. Haraway o la “multitud” de A.
Negri son formulaciones científicomitológicas,
pura mitopoiesis, como
también lo era aquella vieja noción
evocada del lejano Imperio Romano:
el ‘proletariado’. Tres elementos en
el cambio de rumbo: la semiopolítica
frente a la política de la negación y el
altruismo; mitopoiesis en vez de puro
desprecio del espectáculo; y frente
a la estatalización del movimiento,
y su reverso, la fobia institucional, la
institucionalización autónoma.

El tema del debate: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTE EL PANORAMA POLÍTICO. Tras las elecciones y en el contexto de frenazo o crisis
económica, se abre un escenario diferente. Es buen
momento para analizarlo y entenderlo colectivamente,
desde la perspectiva de los movimientos sociales de
base. ¿Cómo avanzar, ahora, hacia una transformación
social? Aportamos diversas reflexiones.

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