¿El momento del cambio?

Tras el bombardeo veraniego de más “medidas necesarias para lograr la confianza de los mercados” y la indisimulada sumisión de las élites peninsulares al diktat de la troika, el venidero “rescate” puede arrasar definitivamente con los derechos y los recursos de la población. Ahora bien, ¿cómo podemos impedir que nos sigan lloviendo hachazos?, ¿sobre qué piso político nos movemos? Abrimos el debate.

, Escritor (Gasteiz)
21/09/12 · 0:00

Un amigo berlinés me
decía que “los recortes”
los habían sufrido ellos
hace tiempo y que de las
protestas que suscitaron no quedaba
nada. Desde luego que la
situación de Alemania y el Estado
español es muy distinta. Sin embargo,
lo que me inquietó de su comentario
es que la gente se acabó
acostumbrando, tragó con unas
medidas que en un principio suscitaron
una gran disconformidad.
De tanto escuchar términos económicos
y leer teorías diversas, a veces
nos olvidamos del fondo de la
cuestión
. Algo en lo que están de
acuerdo los mercaderes, financieros
o no, que dirigen la UE: los trabajadores
de la UE deben trabajar más
por menos
; y además estar firmemente
atados al empleo precario por
la falta de ayudas y servicios sociales.

Las peleas de salón que escenifican
las diferentes facciones europeas
de poder político y económico
–representadas hasta la saciedad
por los medios– no deberían hacernos
olvidar ese consenso general.
Es cierto que del torbellino de esas
peleas salpican consecuencias nefastas
para la población y que además
no salpican a todos por igual.
Pero en la situación actual no se trata
tanto de rivalidades entre alemanes,
españoles, franceses, griegos o
vascos, sino de una ofensiva conjunta
contra los derechos de los trabajadores
para maximizar beneficios y
poder competir con empresas de
otros Estados
–fuera de la UE o en
sus márgenes– profundamente precarizados
desde hace tiempo.

Sin embargo, esta reflexión tampoco
nos puede llevar a deducir que
sólo y exclusivamente una lucha global
europea podría detener esta
ofensiva, pues tal razonamiento obvia
las diferentes situaciones en los
distintos países y pueblos de Europa,
y nos conduce a la parálisis en
espera de la “lucha final” unitaria.
De la misma forma, tampoco en
el seno del Estado español la situación
es uniforme y es lógico, por tanto,
que se planteen diferencias en la
resistencia. Aunque tengan fines similares
y un enemigo común, son
distintas las claves y las herramientas
de lucha.
Las protestas del 15My las distintas
“mareas” sectoriales, con su posible
reedición –o incluso intensificación–
este otoño; la lucha de los
jornaleros andaluces; la irrupción
de Bildu; la lucha de los
mineros, etc., son el reflejo de fuerzas
sociales disconformes, con sus
potencialidades, diferencias y contradicciones
internas.

La actual situación provoca ya visibles
consecuencias en dos ámbitos.
Se pone en cuestión, por un lado,
la alternancia parlamentaria y el
sistema neoliberal; y por otro, es la
propia estructura territorial del
Estado español la que parece estar
en peligro de ruptura
.
Sobre esto último, en mi opinión,
poco deberían temer los trabajadores
españoles de un posible desgajamiento del Estado.
Esa preocupación
se la dejamos a quienes se benefician
de la unidad forzosa del Estado español.
Si Cataluña, o el País Vasco,
optaran por la secesión, seguramente
ello ni mejoraría ni empeoraría las
condiciones de vida de los españoles
.
Desde luego, tampoco necesariamente
las de los vascos y catalanes.
Todo dependerá de qué dirección
tomen los nuevos Estados –de
haberlos– en políticas sociales y económicas;
y ello vendrá determinado,
por lo menos en parte, por la articulación
y potencia de la sociedad disconforme
en los distintos marcos políticos.
Es cierto que la aparición de
lo nuevo suele acarrear una ilusión
colectiva, que si se encauza de forma
adecuada puede ser un acicate para
el cambio social; aunque tampoco es
descartable que esa ilusión se acabe
diluyendo en un “más de lo mismo”.

Así las cosas, ¿qué nos deparará
este próximo otoño? Poco podemos
esperar de los partidos y sindicatos
de la izquierda tradicional española
ni de su foro social
. No hicieron nada
cuando pudieron para oponerse
a los poderes económicos, y no es
previsible que lo hagan ahora. Por
su parte, lo que queda de la izquierda
española está profundamente
desgajado, y lo que es más grave,
sin una conexión firme con su base
social.

Tal vez una intensificación de las
protestas este otoño, con algunos
actos previstos como el “cerco” del
Congreso del 25S, puedan ayudar a
consolidar una alternativa política
fuerte. Decidir si esa alternativa puede
convertirse en electoral es un debate
posterior, pues la experiencia
nos muestra que, sin dinero ni medios
de comunicación propios, sólo
un movimiento social fuerte y bien
articulado puede permear sus ideas
al conjunto de la sociedad con consecuencias
electorales relevantes.

Elecciones autonómicas

Este otoño nos traerá, además, dos
elecciones autonómicas. En Galicia,
donde el voto de castigo al PP puede
hacer inclinarse la balanza hacia el
PSOE o BNG, con la consecuencia
positiva del desgaste de la “derechona”
española. Pero no parece haber
todavía en ese territorio una alternativa
consolidada al modelo social ni
nacional.
En la Comunidad Autónoma
Vasca (CAV), EH Bildu puede conseguir
unos resultados históricos.
La coalición cuenta con una base social
articulada importante y con una
alternativa política, económica y social
clara, por lo menos sobre el papel:
soberanía política, moratoria en
infraestructuras, reforma fiscal profunda,
soberanía alimentaria, mantenimiento del “Estado del bienestar”,
etc. Sin embargo, parece difícil,
salvo sorpresas de última hora, que
la coalición consiga llegar a Ajuria
Enea, a causa de los previsibles pactos
de los partidos defensores del
statu quo.

Una de esas sorpresas puede ser
la huelga general del 26 de
septiembre en la CAV, y también en
Navarra, donde el Gobierno de UPN
cada día está más debilitado y no
son descartables unas próximas
elecciones. El éxito de la huelga
–que no respalda CC OO ni UGT–
puede tener consecuencias electorales
positivas para EH BILDU, aunque
también en este campo se abre
todo un mundo de contradicciones
internas sobre qué priorizar en estos momentos.

Si la cuestión nacional es prioritaria
podríamos ir –aunque sólo en
caso de victoria electoral contundente
de la coalición soberanista–
hacia un pacto –o pactos– de EH
Bildu con el PNV. Si se prioriza lo
social tal vez veamos un acercamiento
de la coalición hacia el PSE
y PSN, pues, aunque éstos hayan
descartado pactar con EH Bildu,
de todos es conocida la capacidad
camaleónica de los “socialistas”.
Tal vez la clave sea tener la inteligencia
política necesaria para complementar
ambos ámbitos.

La cuestión de los presos, donde
el PP sigue enrocado en el inmovilismo,
puede ser también un
elemento importante con consecuencias
electorales. Aunque sería
de desear que tanto este tema
como el proceso de paz en su conjunto
quedaran al margen de contiendas
electorales y concite los
consensos necesarios para su resolución.
En cualquier caso, en todos
los ámbitos reseñados se
abren posibilidades de cambio,
posibilidades que no deberíamos
desaprovechar.

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