En memoria del Che Guevara

La figura del Che sigue asomando 40 años después en cada parte del planeta donde los humildes y las organizaciones sociales se enfrentan a las injusticias globales.

16/10/07 · 18:54


8 de octubre, 40 años atrás. No había
cumplido un año aún la guerrilla
en Bolivia. La situación era mala,
el Ejército les pisaba los talones, el
apoyo popular era escaso y las organizaciones
de la III Internacional
les daban la espalda.

Meses antes había escrito su
Mensaje a los Pueblos del Mundo,
que contiene sus afirmaciones más
radicales y contundentes: la guerra
mundial abierta contra EE UU, en
abierta contradicción con la “coexistencia
pacífica” que entonces
sostenía la URSS y los partidos comunistas
latinoamericanos. Encabezó
ese documento con la frase:
“Crear dos, tres... muchos Vietnam,
es la consigna”.

Una guerrilla diezmada, donde
apenas quedan 17 combatientes, es
sorprendida en la Quebrada del
Yuro. El Che ordena sacar a los enfermos
y se queda con el resto para
hacer frente a los militares. Harry
Villegas, alias Pombo, uno de los
cinco sobrevivientes, contó así ese
momento: “Yo pienso que él pudo
escapar. Pero traía un grupo de gente
enferma que no se podía desplazar
a la misma velocidad que él.
Cuando el Ejército comienza la persecución,
decide pararse y dice a
los enfermos que sigan. Entre tanto
el cerco se va cerrando. Sin embargo,
los enfermos logran salir (...).
El Che y el resto de compañeros
aguantan. Cuando van a continuar,
el cerco se cerró y entonces se produce
el enfrentamiento directo”.

Tras tres horas de combate es
herido y apresado. Le quedan horas
de vida. La historia 40 años después
aún tiene cosas que decir sobre
las razones que llevaron a
Guevara al callejón sin salida de la
selva de Ñancahuazú.
Enviado al mundo de los mitos por
dos ráfagas de fusil automático (ver
recuadro) por orden del agente cubano
de la CIA Félix Rodríguez. Hoy
la Historia nos indica que mataron a
un hombre, pero no su leyenda.
El fotógrafo Freddy Alborta inmortalizó
su cuerpo sin vida expuesto
por los militares en la lavandería
del hospital de Vallegrande, donde
fue trasladado después de muerto.
Lo haya querido o no el autor, la imagen
de Guevara tendido sobre los pilones
de un lavadero recuerda a Cristo.
Su mirada ausente de muerto irradiaba
una extraña inocencia, acentuada
por sus labios entreabiertos,
semi sonrientes en el rictus mortis.

Hoy los campesinos de esta región
de Bolivia han hecho un santuario en
ese lugar. Es la religiosidad verdadera
que inspira el Che para millones
de personas de todo el planeta.

Su legado

Presentar al Che como un soñador o
aventurero es erróneo, su imagen
guerrillera tapó al teórico socialista
de pensamiento crítico y rebelde.
Guevara criticó fuertemente las
contradicciones del sistema económico
socialista de la URSS, China
y demás naciones bajo su órbita.
En las notas de Praga, tras su salida
de África, el Che denuncia que,
de no ser rectificadas, las deformaciones
de las sociedades socialistas
conducirían a una involución del
sistema de impredecibles consecuencias
para la humanidad.

Para él, “la revolución no es, como
pretenden algunos, una estandarizadora
de la voluntad colectiva y la iniciativa
colectiva, sino todo lo contrario,
es una liberadora de la capacidad
individual del hombre”.
También se enfrenta a la tesis
“no debemos plantearnos la toma
del poder”, nacida de pensadores
socialdemócratas de finales del siglo
XIX y puesta de actualidad por
los autores llamados ‘posmodernos’
desde sus cómodos sillones
académicos. Él afronta este debate
desde una práctica política vivida
cotidianamente como una apuesta
vital por la revolución socialista. “El
poder es el objetivo estratégico sine
qua non de las fuerzas revolucionarias
y todo debe estar supeditado a
esta gran consigna. La toma del poder
es un objetivo mundial de las
fuerzas revolucionarias”.

Para Guevara, “la misión de los dirigentes
y de los partidos es la de crear
todas las condiciones necesarias
para la toma del poder y no convertirse
en nuevos espectadores de la
ola revolucionaria que va naciendo
en el seno del pueblo”.
Su pensamiento prioriza el plano
donde se constituye la hegemonía
socialista. Es ahí donde deben ubicarse
sus escritos sobre la necesidad
de construir el hombre nuevo, la
batalla por la creación de una pedagogía
del ejemplo y la moral comunista:
“Déjeme decirle, a riesgo
de parecer ridículo, que el revolucionario
verdadero está guiado por
grandes sentimientos de amor”.

El guevarismo, junto al mariateguismo
(que incluye el factor indígena
en el proceso revolucionario),
constituye la expresión del pensamiento
político más radical de Marx
y Lenin, descifrados en clave latinoamericana.
Pero el Che sobrevive a la
crisis ideológica tras la caída del muro
de Berlín. Lo logra porque su vida
irradia autenticidad y radicalidad,
siendo un ejemplo de coherencia de
vida. Como proyecto político, significa
una lectura del marxismo que recupera
su clave antiimperialista y anticapitalista,
la confrontación por el
poder y de lucha radical contra toda
forma de dominación social.

Poder popular y antiestalinismo

Para el Che la revolución comienza
antes de la toma del poder, con la
creación del poder popular y las zonas
liberadas, se prolonga a través
de la destrucción del poder estatal,
en el derrocamiento de la vieja sociedad,
y más tarde se extiende en la
creación de nuevas formas de relaciones
sociales y nuevas instituciones
creadas a partir de la transformación
del orden social.
Antiburocrático y antiautoritario,
siempre planteó la creación del
poder popular y la continuidad ininterrumpida
y permanente de la
revolución contra toda burocracia.
Acusado por los estalinistas de pretender
exportar la revolución por todo
el mundo, hizo énfasis en la revolución
continental: “No pueden confundirse
los compromisos coyunturales,
diplomáticos o comerciales de
un Estado particular con las necesidades
políticas del movimiento popular
latinoamericano en su conjunto”.

Su internacionalismo le llamó a
sentir en carne propia las desdichas
que afectan a todas las personas del
mundo, ésa fue su mayor contribución
al pensamiento contemporáneo.
Bolivia fue su fracaso militar y político.
Un error de trágicas consecuencias
para él y para el movimiento
revolucionario del momento. Sin
embargo, su legado vive: la América
en lucha de hoy parte del fruto de la
semilla por él sembrada.
“Este tipo de lucha nos da la
oportunidad de convertirnos en
revolucionarios, el escalón más alto
de la especie humana” (Diario
de Bolivia, 1967).

«Apunte bien, va a matar a un hombre»
_ El sargento Mario Terán
entra en una sala de la
escuelita de La Higuera,
donde había sido confinado
el Che. Según declaró a la
prensa: «Ése fue el peor
momento de mi vida. Cuando
llegué, el Che estaba
sentado en un banco. Al
verme me dijo: 'Usted ha
venido a matarme'. Yo me
sentí cohibido y baje la
cabeza sin responder. Entonces
me preguntó: '¿Qué han
dicho los otros?' (refiriéndose
a los guerrilleros Willy y
Chino). Le respondí que no
habían dicho nada, y el contestó:
'¡Eran unos valientes!'.
Yo no me atrevía a disparar,
en ese momento vi al
Che grande, muy grande,
enorme. Sus ojos brillaban
intensamente. Sentí que se
me echaba encima y cuando
me miró fijamente, me
dio un mareo. Pensé que
con un movimiento rápido el
Che podría quitarme el
arma. '¡Póngase sereno
-me dijo- y apunte bien!
¡Va a matar a un hombre!'.
Entonces di un paso atrás,
hacia el umbral de la puerta,
cerré los ojos y disparé la
primera ráfaga. El Che, con
las piernas destrozadas cayó
al suelo, se contorsionó y
empezó a regar muchísima
sangre. Yo recobré el ánimo
y disparé la segunda ráfaga,
que lo alcanzó en un brazo,
en el hombro y en el corazón.
Ya estaba muerto».

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