Mareas irrepresentables

El sábado 23F, tras volver de la manifestación en Ma­drid, no paraba de darle vueltas al mismo asunto: tantísimas personas ahí reunidas y tan poco eco en los medios, ninguna reacción por parte del poder instituido. Me preguntaba qué hace falta para romper ese muro. Pero luego pensé que la cuestión no está ahí: lo que está fallando es la propia lógica de la representación política, por tanto, la solución no puede estar en el propio espacio de la representación, sino que hay que cuestionarlo, desafiarlo y rebasarlo.

, Militante social, ensayista y profesora de Filosofía
05/03/13 · 20:54
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Isa

El sábado 23F, tras volver de la manifestación en Ma­drid, no paraba de darle vueltas al mismo asunto: tantísimas personas ahí reunidas y tan poco eco en los medios, ninguna reacción por parte del poder instituido. Me preguntaba qué hace falta para romper ese muro. Pero luego pensé que la cuestión no está ahí: lo que está fallando es la propia lógica de la representación política, por tanto, la solución no puede estar en el propio espacio de la representación, sino que hay que cuestionarlo, desafiarlo y rebasarlo.

El grito de “no nos representan”, mil veces coreado en las manifestaciones, pone de relieve esa ruptura, pero la propia expresión tiene dos sentidos distintos. Por una parte afirma que los representantes políticos no conectan con las exigencias ciudadanas, sirven a otros intereses, funcionan como “aparatos de captura” de una riqueza social que se apropian en beneficio propio, dando lugar a una corrupción rampante. Por otra, insinúa que los/as ciudadanos/as no precisamos de ‘esta’ representación. Que podemos necesitar delegados o voceros, personas que faciliten los procesos de decisión y que establezcan enlaces entre unos sectores y otros, pero el propio grito hace estallar la dicotomía fácil entre gobernantes y gobernados o políticos profesionales y ciudadanos rasos. Es todo el sistema de partidos el que está saltando por los aires, abriendo un espacio inédito para reinventar la política

A su vez la lógica de la representación funciona a partir de dos principios: por un lado reduce los componentes de la sociedad a meros individuos abstractos, a los que considera como simples unidades numéricas. Se supone que éstos no tienen capacidades de autoorganización, sino que están aislados y desperdigados en el campo social; y que los partidos los preorganizan en función de marcos ideológicos. La ley electoral establece el modo en el que esa masa amorfa es configurada de acuerdo a los criterios partidarios: las personas votarán en función de sus preferencias por una u otra formación electoral, pero su capacidad de incidencia se restringirá a elegir entre las opciones dadas, de modo que se les impida toda creatividad política y toda incidencia real en la solución de los problemas.

Por el otro lado, el poder político constituido se presenta siendo a la vez el ‘todo’ y la ‘parte’. Los políticos profesionales son una parte del sistema socio-político en la medida en que sus agentes no son todos y cualquiera de los ciudadanos, sino que incluye sólo aquellos cuya competencia ha sido reconocida y ‘legitimada’: los miembros de los partidos políticos, especialmente si están en el poder; los diputados o consejeros, las autoridades pertinentes. Pero en función de la lógica de la representación pretenden ser también el todo, puesto que cada uno de ellos es como si hablara por boca de todos y por tanto el mapa político electoral pretende funcionar como un calco, más o menos adecuado, del mapa sociopolítico distribuido según los colores políticos. Cuando, de hecho, el primero es un sistema de encuadramiento del segundo y no una mera representación suya. Una pretendida lógica de adecuación oculta la disimetría sobre la que se sustenta la violencia de la representación.

Ahora bien, si en situaciones habituales esta restricción ya era desilusionante, no digamos ahora cuando la crisis hace estallar todo el edificio. Es todo el sistema de partidos el que está saltando por los aires abriendo un espacio inédito para reinventar la política.

Los poderes constituidos se oponen a ello con todas sus fuerzas, reduciendo la cuestión a un dilema simple: “O nosotros o el caos”. Para ellos, en ausencia de un ‘gobierno fuerte’ que responda a las directrices establecidas, el campo social se vuelve ‘ingobernable’. Mientras que en nuestra percepción el campo social se autoorganiza: se generan diversos procesos de agregación de grupos, colectivos, conjuntos ya articulados de ciudadanos que disponen de cierta organización en función de su territorio, su sector laboral, sus afinidades, etc. Una manifestación multitudinaria no es un conjunto abigarrado de individuos/as. Se pueden distinguir los grupos territoriales, los grupos sectoriales, a veces con sus banderas y sus signos distintivos, la gente de los colectivos a que uno o una pertenece. Es expresión de un tejido sostenido por una actividad continua de comunicación a través de las redes sociales que nos mantiene informadas continuamente.

Por consiguiente, pienso que es erróneo seguir entendiendo los movimientos sociales de forma preferentemente defensiva, como si carecieran de dimensiones propositivas, las cuales estarían reservadas a los agentes políticos tradicionales. Di­versas iniciativas actuales, como por ejemplo las asociaciones de afectados por las hipotecas, nos muestran otro camino: en vez de sólo exigir que se resuelvan los problemas, dejando esa resolución al buen saber y entender de los responsables políticos, desarrollan los mínimos que debe cumplir una solución aceptable para la gran mayoría de la población, esa que designamos como el 99%. Para eso ponen en juego un ‘saber experto’ que es resultado de varios años de enfrentarse a los problemas y de intentar soluciones provisionales.

Ateniéndonos a esta especie de plantilla, creo que estamos en condiciones de formular un programa democrático común en el que deberían figurar ciertos mínimos, sin los cuales no dejaremos de movilizarnos. Entre ellos colocaría una renta básica o salario mínimo de 600 euros, la negativa a seguir pagando la deuda bajo el principio de “no debemos, no pagamos”; y la exigencia de educación y sanidad públicas y de calidad.

Con estas exigencias como base mínima podríamos iniciar procesos de confluencia por medio de los cuales ocupáramos y desbordáramos las instituciones que actualmente nos gobiernan, desmantelando
a­quellos resortes que nos bloquean y encauzando los recursos para la solución de los problemas.
Aun así y a pesar de toda la determinación por nuestra parte, un proceso como éste puede chocar con maniobras desconcertantes que deriven las cuestiones hacia caminos ya trillados. Entre ellas se sitúan las intrigas palaciegas que, un día sí y otro también, ocupan las cabeceras de los periódicos y que pretenden que la monarquía escape al descrédito cambiando un rey por otro. ¡Qué pobres astucias ante la gravedad de la crisis! Operan como si quisieran repetir un sortilegio: si la democracia fue deudora de un rey, la regeneración lo será del otro.

Para las mareas, este juego de manos tiene muy escaso valor. No porque en su momento no haya que encarar el problema de monarquía o república, sino porque la situación exige que se abra un horizonte político nuevo tanto a nivel nacional como regional-europeo.

Nuestro problema no es solamente que estemos gobernados por unos mangantes, es más amplio y complejo y tiene que ver con cómo articular una democracia real del 99% echando mano para ello de todos los instrumentos a nuestro alcance, desde los espacios territoriales a las redes virtuales. Un cambio de caras, aunque sea la de un rey, es una minucia en todo ello.

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comentarios

3

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    Indignatus
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    Sáb, 01/11/2014 - 00:27
    Totalmente de acuerdo con Antonio, y a LUS le digo: no me des la chapa con la autogestión, ni con la revolución social. Lo que yo quiero es que caiga el régimen, y que caiga ya. No discursos ni lecciones de historia.
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    LUS
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    Lun, 12/02/2013 - 14:48
    @#1 La autogestión no es un concepto de moda inventado por el 15M existe desde que existe la humanidad. Es un concepto que ha sido recogido por multitud de corrientes políticas a lo largo de la historia. Pero una sociedad autogestionaria no se puede crear con los mismos valores que rigen la sociedad actual del consumo, el individualismo y la ausencia de compromiso. La revolución social no viene de un acto de destrucción del anterior régimen, la revolución social es un cambio en la manera que los seres humanos nos relacionamos.
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    Mar, 03/19/2013 - 19:49
    Artículo muy interesante, y bien escrito, pero de activista para y por activistas, con nuestro rollo filosofo-político incomprensible por el &quot;99%&quot; al que decimos que vamos a atraer. &quot;&nbsp;Una pretendida lógica de adecuación oculta la disimetría sobre la que se sustenta la violencia de la representación.&quot;; vamos que hace falta eser activista con horas de lectura para comprenderlo.<br /><br />Este tipo de análisis siempre describen una situación utópica e irreal; decimos que &quot;no nos representan&quot;, pero lo cierto, por desgracia es así, es que nosotros/as no somos capaces de &quot;presentarnos&quot; en las asambleas populares, de tomar decisones por nostros/as mismos/as. Un ejemplo, las asambleas del 15M, después de dos años ha quedado en una participación muy marginal. Si no nos presentamos, es que quizás sí nos representen, o que nos representen mejor de lo que pensamos, que tenemos lo que nos merecemos. Sí, es así la realidad, mucho discurso asambleario con democracia horizontal y demás retórica libertaria, pero a la hora de ejercerlo, quedan tristemente cuatro gatos, somos unos sujetos vagos políticamente, más los que van de &quot;alternativos&quot; pero a la hora de ejercerlo se entregan al hedonismo capitalista.<br /><br />Si no nos representan, tampoco nos presentamos, &iquest;qué hacemos?, pues no votar, pero claro está que este discurso no es interiorizado por un sector de 10 a 15 millones de personas, que son los que deciden y que votan sí o sí y siempre a los mismos, por lo que el sistema se mantiene y funciona.&nbsp;<br /><br />Y vaya si funciona, jóvenes y pobres pasando de votar, no vaya a ser que voten a un Chávez y el tinglado se hunda. Sí nosotros pasando de todo, que mientras una minoría social acomodada, vividora de los favores del PEPOE&nbsp;o de edad avanzada para ponerse a cambiar, saben muy bien a quién tienen que votar para que nada cambie.<br /><br />Se hecha en falta en diagonal un discurso autocrítico o crítico directamente con la moda 15M , la no representación y la poca operatividad de poner en marcha órganos autónomos de decisión, ante la pasividad manifiesta de la mayor parate de la población, del 99%, para ser claros.&nbsp;<br />Si he herido sensibilidades, lo siento, pero las montañas tienen varias caras para sacar una modelización global correcta de la misma, y no pensar que la cara que miramos es la montaña en sí.
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