Lógica antifascista: ¿sumar, restar, multiplicar o dividir?

Los recientes ataques contra sedes de organizaciones políticas son sólo un botón de muestra de la actividad del fascismo español. Actividad valorada, desde diferentes y numerosos espacios, como en continuo incremento. Y ello pese a que, desde hace años, existen grupos que realizan una denuncia de la extrema derecha. Por ello, algunas voces reclaman una reflexión en torno a la lucha antifascista.
Aportamos aquí algunas propuestas.

29/03/07 · 0:00
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En las jornadas de debate de
la Coordinadora Antifascista
de Madrid, en febrero
de 2006, muchos aplaudíamos
cuando desde la mesa se hacían
intervenciones de este tipo: “Es necesario
que tengamos una conciencia
global que nos permita vernos a nosotros
mismos no como algo excepcional
ni como los únicos verdaderamente
revolucionarios, sino como
parte del poder popular. Esta conciencia
hace posible el diálogo y la
cooperación con otros sectores sociales
en lucha”. Celebrábamos la
unidad y reclamábamos inteligencia
para poder trabajar juntos por encima
de la diferencia. Unos meses antes
habíamos protagonizado colectivamente
un magnífico 20-N, con
5.000 personas.

El viaje a ninguna parte

A partir del verano de 2006, a raíz
de una escalada de agresiones nazis
que comienza en septiembre, se profundiza
en el debate sobre el derecho
a la autodefensa, que pasa de
ser un elemento en el repertorio de
acción a convertirse en piedra de toque
a partir de la que acaban los míos
y empiezan los otros. Sin ningún
tipo de consideración táctica, se le
exige al movimiento vecinal (entre
otros movimientos) que asuma la autodefensa
como práctica política, sin
respetar los ritmos y las experiencias
que se dan en sectores que trabajan
lejos de nuestras posiciones, pero
con los que es posible y necesario establecer
vasos comunicantes. La
Coordinadora retira su apoyo a aquellas
iniciativas que no son capaces de
interiorizar su discurso cada día
más depurado y alejado de lo real.
Volando los puentes con la realidad,
irá dejando en el camino
a amigos, compañeros, redes de
simpatizantes y potenciales aliados
bajo la acusación velada o directa
de “socialdemócratas”.

La ruptura definitiva se da en noviembre
de 2006 y es, sin duda, una
decisión perfectamente calculada. Al
asumir como lemas la República
(que en las jornadas de febrero había
sido rechazada por dificultar el acercamiento
y la unidad), la “Autodeterminación
y el Socialismo”, trazan
una línea divisoria entre la constelación
republicano comunista que
constituye el aparato de la Coordinadora,
y las redes sociales del
mundo libertario, autónomo, de los
centros sociales okupados que se expresan
en otro discurso, piensan con
otro imaginario (autogestión, horizontalidad,
comunismos) y se sienten
incómodos frente a lo que empieza
a mimetizarse con el programa
político de las ortodoxias marxistas
leninistas del Estado. Así se llega al
último 20-N: dos bloques separados
y el movimiento roto.

Otros antifascismos

En la medida en que la Coordinadora
se refuerza (y se consume) en este
viaje a las esencias, van tomando
cuerpo otros modelos de respuesta
política a las bandas fascistas sin la
ayuda y la aprobación del antifascismo
oficial. En el caso del movimiento
vecinal del Barrio del Pilar, que sufrió
varias razzias neonazis, la respuesta
fue masiva y ejemplar: encabezados
por unas 20 asociaciones del
barrio, hasta los partidos institucionales
se vieron comprometidos en la
denuncia de la violencia fascista. Sin
utilizar las palabras mágicas al uso
(nuestra jerga básica que nos excita
y a la que acabamos vaciando de contenido),
salieron a la calle a denunciar
la violencia fascista y la pasividad
policial: a su aire, con su ritmo,
dando lo que su propia experiencia
política les ha permitido dar. Sin llamar
a la insurrección, consiguieron
que los fascistas de Democracia
Nacional se fueran del barrio.
Meses después, en Zaragoza, la organización
de este 20-N ha aportado
elementos de interés. Las asociaciones
vecinales encabezaban la movilización,
apoyados por la Asamblea
Antifascista, compuesta por unas 20
organizaciones. En una dinámica de
inclusión, este 20-N ha servido para
ampliar el campo de influencia del
antifascismo y para extender el trabajo
de las redes sociales.

En esta línea de trabajo, que va
agregando redes al movimiento,
han tenido que trabajar los y las
compañeras del Colectivo 1984 de
Pozuelo-Aravaca en Madrid. Tras
haber sido agredidos brutalmente
por neonazis, pusieron en marcha
todo un despliegue de recursos políticos
y personales que les permitió
movilizar a casi 500 personas. Consiguieron
el apoyo de más de 22 organizaciones
que hicieron posible
el éxito de la movilización.

Un modelo en crisis

El antifascismo en Madrid se ha convertido
en estos momentos en una
marca registrada. La mayoría de colectivos
de base y movimientos lo
consideran un tema “atrasado” o
“parcial”, con una base de apoyo
eminentemente ‘tribuurbanista’ y
fuertemente identitaria, y la única
organización que trabaja el tema lo
hace de manera profundamente sectaria.
A día de hoy, no hay movimiento,
si por ello entendemos un conjunto
de redes coordinadas bajo un
consenso político de mínimos. La
Coordinadora debe abrirse a nuevas
redes, a otro tipo de debates, incorporarse
en otras redes e incorporarlas
a su trabajo y a su reflexión. Debe
aferrarse menos a ciertas palabras
mágicas y reparar más en la potencia
política y la transparencia de
otros sectores de la lucha en Madrid.
Debe ser, junto a otros, máximo común
múltiplo y dejar de jugar al mínimo
común divisor. Si no lo hace,
¿para qué queremos una coordinadora
antifascista?

El fascismo nace de la derrota, de
la atomización social, de la frustración
colectiva y el miedo a un futuro
profundamente incierto. El neoliberalismo
ha rasgado todos los tejidos
sociales y roto los espacios y las memorias
de solidaridad, de encuentros
no mercantiles, de identidad colectiva
y popular.

El fascismo ya no es un recambio
político para un capitalismo terminal,
tal como lo definían los partidos
comunistas de la III Internacional. Se
ha disuelto en tanto que proyecto político
para integrarse en la estructura
molecular del capitalismo postindustrial
(que se ha hecho fuerte en su crisis
permanente) y se manifiesta mucho
más en la sociología que en la
ciencia política. Sin este presupuesto,
se acaba defendiendo la posibilidad
de un “capitalismo con rostro humano”
frente a su potencial “degeneración
antidemocrática”. De ahí que
ya no valga hacer frente al “talón de
hierro” neoliberal desde la táctica del
choque paramilitar (“eliminar a los
fascistas, restituir la democracia”), sino
desde la estrategia del cuestionamiento
total del capital y desde la movilización
política general. No es suficiente
agitar denunciando la naturaleza
capitalista del fascismo: es imprescindible
pensar y actuar en
relación a la naturaleza fascista del
capitalismo posmoderno. En el primero
de los casos se tiende a aceptar
la posibilidad de un capitalismo democrático,
mientras que en el segundo
queda definida la naturaleza criminal
del mundo en que vivimos. Ése
es el tipo de razonamiento que necesitamos
y que echamos en falta.
Comenzaremos a trabajar desde la
herejía y la heterodoxia.

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