La composición actual de las personas que votaron a las CUP revela elementos diferenciadores respecto a las demás formaciones catalanas.
Las pasadas elecciones autonómicas, las CUP irrumpieron en el Parlamento; para alguna gente fue una sorpresa. Las encuestas fallaron estrepitosamente. A pesar de ello, en tanto que no nos interesa la intención de voto sino analizar la composición de las votantes de las CUP, me gustaría señalar algunos datos de la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió. Muy recomendable, en este sentido, el artículo de Roger Palà titulado “El cavall de Troia... de l’unionisme?” de su blog.
Es la apuesta electoral con más votantes precarios: de entre los que trabajan, un 91% lo hacen como asalariados o autónomos; de los que tienen contrato, un 20% son eventuales y el porcentaje más alto de desempleados: un 45%. Las CUP tienen un electorado joven (50% de sus votantes tienen entre 18 y 35 años), pero el 30% de sus votantes tiene entre 35 a 45 años y un 18% entre 50 y 64 años. Como dice Palà, esto acaba con el tópico del joven cupaire alocado que todavía debe madurar.
Las CUP han acertado en no caer en el juego y denunciar que quienes hablan de crear “estructuras de Estado” están expoliando el país
Más datos que rompen tópicos: el 42% de sus votantes los escogió debido a la cuestión nacional, el 42% por cuestiones sociales y el 14% por ambas razones. Es un resultado único y alejado del resto de formaciones en las que uno de los dos factores destaca respecto al otro. El 20% de sus votantes se define “federalista” en vez de independentista (aunque la encuesta no especifica si se refiere a una federación de Catalunya con el Estado español o a la Federación de los territorios de los Països Catalans). Un 5% de sus votantes se inclinaría por un ‘no’ en un referéndum sobre la independencia; un 8,6% preferiría que Catalunya siga siendo una comunidad autónoma.
A pesar de que todo el mundo, yo incluido, pensaba que el tirón de su candidato David Fernàndez fue esencial para el resultado, un 66% de sus votantes dicen no conocer a David Fernàndez, y sólo el 14% dice haberles votado “por su líder”. El 30% de sus votantes decidió su voto, o ir a votar, el mismo día de las elecciones.
Yo no tengo ni idea de análisis electoral y encuestas, pero me da la sensación de que lo que dibujan estos datos es un electorado muy diferente al de los partidos CT [de la Cultura de la Transición]. No es homogéneo, no es un voto incondicional, no es fácil de entender. Bienvenida sea la complejidad. Sitúo a las CUP fuera de la CT por varias razones; tal vez la más destacada es que mientras ICV-EUiA y PSC apelan continuamente a los pactos nacionales, las CUP han pasado sus mayores dificultades parlamentarias precisamente cuando han tenido que decidir si votar a favor o en contra de ellos. Por ejemplo, respecto al “pacto soberanista”, dividieron su voto para representar lo que llamaron “sí crítico”. Su esquema no encaja en los parámetros del Pacte Nacional, y a veces eso les genera dudas respecto a si se entiende bien su posición.
CiU y Esquerra han planteado una legislatura en la que los recortes son “culpa de Madrid”. Su respuesta ante cualquier cuestión es “primero la independencia y luego ya veremos”. Las CUP han acertado en no caer en el juego y denunciar que quienes hablan de crear “estructuras de Estado” están expoliando el país. Esto les ha valido toda clase de insultos desde algunos sectores nacionalistas, que afirman que las CUP son una herramienta del unionismo para impedir la unidad independentista. El delirio y paranoia de algunos indepes sitúan detrás de las CUP a todo tipo de fantasmas, de Batasuna al CNI.
Desde noviembre, la subida de participación en las asambleas locales de las CUP ha sido espectacular y se han creado nuevas Pero las CUP saben que la parte más importante de su acción política sigue estando fuera del Parlament. Desde noviembre, el aumento de participación en sus asambleas locales ha sido espectacular y se han creado nuevas. Valgan como ejemplo el crecimiento de la de Sants-Montjuic o la creación de CUP-Ciutat Vella, en Barcelona.
Queda mucho por hacer. Aún no se han implementado los mecanismos open data internos en los que se está trabajando, todavía no se han trabajado nuevas alianzas euromediterráneas, se ha hablado más de las camisetas de David Fernàndez en los plenos que de la contundente intervención de Quim Arrufat respecto a la deuda, por ejemplo. Pero nadie dijo que fuera fácil. Lo seguimos queriendo todo.
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