La vuelta atrás

El estallido de la bomba de
ETA en la Terminal 4 de
Barajas, con un saldo de
dos muertos, cogió por
sorpresa a todos.
Para el colectivo editorial de
DIAGONAL es difícil hacer una
lectura común de los acontecimientos.
En estos últimos meses
de “tregua permanente” hemos
pretendido aportar debates, abrir
nuestras páginas a diferentes voces
e iniciativas políticas, con la
idea de intercambiar ideas, de
aportar salidas y entablar diálogos.
Sin embargo, nos da la sensación

18/01/07 · 0:00
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El estallido de la bomba de
ETA en la Terminal 4 de
Barajas, con un saldo de
dos muertos, cogió por
sorpresa a todos.
Para el colectivo editorial de
DIAGONAL es difícil hacer una
lectura común de los acontecimientos.
En estos últimos meses
de “tregua permanente” hemos
pretendido aportar debates, abrir
nuestras páginas a diferentes voces
e iniciativas políticas, con la
idea de intercambiar ideas, de
aportar salidas y entablar diálogos.
Sin embargo, nos da la sensación
de que los actores del proceso circulaban
como por las vías de ferrocarril:
sin cruzarse ni comunicarse.

Cada uno anclado en sus posiciones
y roles, una representación
donde los tímidos intentos de abrir
nuevos guiones han sido torpedeados
fundamentalmente desde el
Partido Popular y su entorno, numerosos
medios de comunicación,
el poder judicial, sectores del Gobierno
y finalmente, de forma brutal,
la propia ETA. Lo cierto es que,
en este tiempo, el espacio de movilización
social ha sido monopolizado
por la fuerzas más beligerantes
contra la negociación.

El cuerpo social que se creó alrededor
de la guerra de Iraq y el
atentado del 11-M ha sido invisible,
quizá por desaparecido o quizá
porque no ha sabido mostrarse
en un momento en que seguía siendo
imprescindible una presencia
de la sociedad civil activa, exigente
y nada condescendiente con la clase
política. Incluso ahora nos podríamos
preguntar, como entonces,
“¿quién ha sido?”, porque han
sido muchos los que han ido empujando
hacia el final del “proceso
de paz”. El exceso de confianza y
la delegación han sido nuestros pecados.

A estas alturas, ¿quién podía
confiar en unos partidos políticos
que cierran filas alrededor de
la Constitución como si de un texto
sagrado se tratara? El tiempo pasaba,
con una sensación de inmovilidad
frustrante, tanto en detalles
como a la hora de hablar de temas
fundamentales como los presos o
la Ley de Partidos.

Por otra parte, ¿cómo confiar en
una organización militar de discutible
inteligencia política e incapaz
de salirse de su papel de vanguardia?
¿Una organización que interioriza
el discurso de las “víctimas
colaterales” con toda naturalidad?
Días después del atentado, y a
pesar de él, algunas encuestas reflejan
todavía una mayoría ciudadana
que de forma difusa apuesta
por la negociación. Creemos que
frente a la decepción evidente del
momento no es tiempo de tirar la
toalla, sino de intentar construir un
tejido con la fuerza suficiente como
para ser un espacio con voz
propia, desde la sociedad civil, los
movimientos sociales y su autonomía
que, más allá del conflicto, trabaje
por la negociación política y
los diálogos en condiciones de
igualdad, recordando que los autores
de las guerras, sean las que sean,
no nos representan. Una resolución
del conflicto que responda a
sus múltiples causas, restituya la
dignidad y cierre las heridas de todas
las personas afectadas.

En el marco de la guerra global
esto implica ser activos, salir a demostrar
que hay voluntad de dejar
de ser disidencias simbólicas. Este
impulso no lo podemos demorar,
pues de lo contrario volveremos a
ir muy por detrás de los acontecimientos.
Otra vez todos a hablar
de ETA, ¿para que no se hable de
otra cosa? ¿La violencia política como
excusa para dejar de lado los
conflictos y desigualdades sociales?
La ceguera y la irresponsabilidad
no pueden regir nuestras
agendas, la vuelta atrás ya ha producido
demasiado dolor y hastío.

Tags relacionados: ETA Militarismo Proceso de paz
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