El pasado 20 de noviembre los dos grandes partidos obtuvieron el 73,39% de los votos, y no se puede acordar que la senda histórica de participación tenga una tendencia negativa. A día de hoy, las encuestas elaboradas por el CIS en su barómetro de abril cifran la estimación del voto para los dos partidos en un 70,2%, todo ello sin añadir partidos de menor respaldo electoral que no discrepan en demasía con el contenido de los dos grandes. Es cierto que “las encuestas sólo son...”, pero resulta innegable el amplio apoyo electoral que se les dio.
El pasado 20 de noviembre los dos grandes partidos obtuvieron el 73,39% de los votos, y no se puede acordar que la senda histórica de participación tenga una tendencia negativa. A día de hoy, las encuestas elaboradas por el CIS en su barómetro de abril cifran la estimación del voto para los dos partidos en un 70,2%, todo ello sin añadir partidos de menor respaldo electoral que no discrepan en demasía con el contenido de los dos grandes. Es cierto que “las encuestas sólo son...”, pero resulta innegable el amplio apoyo electoral que se les dio. Y que los electores aún confían en ellos y sus políticas como solución para salir de la actual situación.
El que la totalidad de la población coincida y tenga los mismos intereses, es decir, la restitución de derechos, servicios y oportunidades con los que contábamos, y que están desapareciendo rápidamente, no debe esconder que la idea de cómo recuperarlos y llevarlos a cabo arrincona a todos aquellos que se prodigan en discursos diferentes a los estándares, convirtiéndolos en minorías. En palabras de Dani Rodrik: “Imaginemos una empresa que lucha por mejorar su posición competitiva. (..) Puede despedir a una parte de su plantilla y tercerizar producción. Pero también puede invertir en capacitación para crear una fuerza de trabajomás productiva. Puede competir por el lado de los precios o por el de la calidad”. Ambas ideas sintetizan el mismo interés.
El concurso de belleza al que vienen sometiéndose los territorios como forma de atraer financiación exterior, ha condicionado gravemente todos los ámbitos de sus políticas –urbanísticas, impositivas, financieras, sanitarias, laborales, etc.– El que la mayor parte de todos los recursos financieros se haya destinado a actividades que tienen escasa o nula exposición a la competencia internacional, ya que los pisos no pueden ser exportados, ha supuesto e incidido en la pérdida paulatina de competitividad. Pérdida no debida exclusivamente a la subida de precios y salarios respecto a la media europea, como se dice desde muchos espacios y voces, ya que el hecho de que nos aproximáramos al salario medio europeo podría interpretarse como la convergencia a la que se apelaba desde Europa, y que se iba por “buen camino”.
Esta pérdida de competitividad no ha ocurrido en actividades y empresas que han dirigido sus productos y servicios hacia los mercados internacionales, ya que son las actividades y las empresas orientadas al exterior las que mejor están resistiendo, manteniendo su posición y cuota de mercado. En las protestas y en la “conflictividad social” que vivimos hoy nos aunamos por el interés de recuperar lo perdido y lo que queda por venir. Nos encontramos en una mirada común hacia la educación y la sanidad de calidad... No cabe la menor duda de que éste es el interés general, pero la idea de cómo mantenerlo es la gran fragmentada.
Hay muchos sectores que siguen confiando en las políticas propuestas por los grandes del congreso, políticas que siguen ofreciendo la destrucción del entorno para la construcción, como puede comprobarse con la aprobación de la urbanización de la playa de Valdevaqueros en Tarifa, políticas que en cierto modo palían la desesperanza de desempleados. La misma agonía que viven hoy muchas familias de los escoltas que han quedado en paro por el cese de ETA, –son 3.000 personas con escasa posibilidad de reciclarse profesionalmente–, pero en este caso, todos estamos de acuerdo. Y aquí surge la pregunta sobre quién mira a quién, ¿son las mayorías –equivocadas o no– las que tienen que detenerse en las minorías o son las ideas las que tienen que penetrar los grupos más amplios?
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