La constitución de la libertad

En medio de la campaña electoral presidencial brasileña,
la inminente aprobación de una ley que establece cuotas
obligatorias de acceso para negros e indígenas en las universidades
estatales y del Estatuto de Igualdad Racial,
que define políticas públicas de promoción de las etnias
discriminadas, ha provocado una polémica sobre cómo
combatir el racismo y las desigualdades. Reproducimos
un articulo sobre el tema, parte del cual fue publicado el
1 de septiembre en el diario Folha de São Paulo.

17/10/06 · 18:34
Edición impresa


La élite se opone al Estatuto
de Igualdad Racial y a la Ley
de Cuotas con una argumentación
cínica: el racismo sería
una consecuencia de las cuotas.
La historiografía ya ha demostrado
que la “Lei Áurea” [ley de abolición
de la esclavitud proclamada el 13 de
mayo de 1888] se limitó a reconocer
formalmente una abolición que en
realidad ya había tenido lugar.
Del mismo modo, votando la Ley
de Cuotas y el Estatuto de la Igualdad,
los senadores y diputados reconocerán
una acción afirmativa que
ya tiene lugar en casi 30 universidades
públicas de Brasil. La élite moviliza
una única y cínica argumentación:
el racismo sería una consecuencia
de las cuotas.

La nación

En medio de esa basura conservadora,
vale la pena ahondar en una
cuestión: el futuro del proyecto de
nación. Entre 1888 y 1930, la élite
brasileña tuvo que enfrentarse a
dos grandes desafíos: el agotamiento
del trabajo forzado (de la esclavitud)
y, a continuación, la indefinición
de la idea de “pueblo” adecuada
al proyecto de nación.
Los esclavos conquistaron la libertad
mediante diferentes formas de
negociación y de conflicto. Entre
ellas, el mestizaje y la fuga constituyeron
de suyo una poderosa línea de
resistencia biopolítica: la potencia de
la vida. Esa dimensión constituyente
de la libertad los hizo resistentes a la
nueva forma de subordinación: el
trabajo asalariado.

Los fazendeiros paulistas se dedicaron
entonces a capturar los flujos
de las migraciones internacionales.
Los primeros inmigrantes llegaron a
los cafetales para trabajar como los
esclavos, mucho antes de la abolición
formal. Estos “hombres libres
en la orden esclavócrata”, a los que
el marxismo vulgar y darwinista considera
como una masa marginal disponible
para el mercado de trabajo,
eran, por el contrario, hombres que
no se dejaban proletarizar. Esa potencia
atraviesa, como un machete,
la trilogía Los sertones, de Euclides
da Cunha, llevándole a ver en los “recios
caboclos [mestizos] el núcleo de
fuerza de nuestra constitución futura,
la roca viva de nuestra raza”.

El pueblo

Las guerras del Contestado y de
Canudos dieron a Da Cunha la ocasión
para mostrar una constitución
de la libertad que no contribuía a la
“proletarización”. Pero, con el cambio
de siglo, los fórceps positivistas
no consiguieron forzar el nacimiento
de una figura unitaria del “pueblo”.
¡La República nació vieja! El
rompecabezas se trasladó a la década
de 1930. El “nacionalismo” varguista
cerraba el país a los inmigrantes
internacionales, y el racismo se
reorganizaba: el mestizaje quedaba
fijado en la figura homogénea del
“pueblo mestizo”, producido por la
“cordialidad interracial”.
Abandonadas las teorías eugenésicas,
el racismo fue estructurándose
conforme a una infinita modulación
cromática: “No domina porque es
blanco, sino que el que domina es
blanco”. El patriarcado oligárquico
se mezcla con la tecnocracia corporativa,
formando un bloque de biopoder
que rearticula la potencia de
los flujos de vida dentro del proyecto
de desarrollo nacional.
A pesar de los esfuerzos críticos
del movimiento negro, ese paradigma
se mantiene hasta el final de la
década de 1980.

El movimiento negro

Ante el fracaso del proyecto nacional-
desarrollista, el movimiento negro
fue capaz de dar una nueva base
política y material a la participación
brasileña en la Conferencia Mundial
de la ONU Contra el Racismo (Durban,
2001). La crisis de la retórica nacionalista
pudo abrirse así a la valorización
de la riqueza de la diversidad.
De esta suerte, el desmontaje del mito
de la cordialidad racial permitió la
movilización en favor de políticas de
acción afirmativa.

Asimismo, en los ‘90, el neoliberalismo
reconoce la necesidad de una
“democratización real” de las relaciones
entre “razas, grupos sociales
y clases” (Fernando Henrique Cardoso).
Hoy, la oposición ultraconservadora
que emprende el PSDB contra
la Ley de Cuotas muestra hasta
qué punto eran superficiales los ensayos
‘libertarios’ de un liberalismo
brasileño incestuosamente viciado
de los privilegios estatales.

El ‘fino’ barniz libertario del liberalismo
brasileño se disolvía en el aire,
mostrando únicamente el conservadurismo
más obtuso de los medios
de élite, con su crítica llena de prejuicios
y racismo al Gobierno de Lula.
Sin embargo, a estas alturas, el
movimiento negro ya era capaz de
dar un nuevo impulso a la lucha antirracista.
El mito de la democracia
racial sería desenmascarado y desmontado
por los militantes de los
movimientos culturales en las favelas,
de los cursos de acceso a la universidad
[pre-vestibulares] para negros
y pobres, de las ocupaciones
de los sin techo, de los movimientos
de los trabajadores informales.

Esas luchas son constituyentes: se
tornan productivas con independencia
de su homologación dentro
de la relación salarial (de empleo) y
se expresan políticamente sin
pasar por su obliteración nacional.
Ahora bien, nada sería más improcedente
que subestimar esa innovación.
El arcoiris de las singularidades
es irreductible a toda aprehensión
identitaria y multicultural.
El desmoronamiento de la hibridación
freiriana reafirma el mestizaje
como multiplicidad, devenir abierto
de las identidades.

Devenir mestizo

Las dimensiones inmediatamente
productivas de las nuevas luchas
contra el racismo están en las singularidades
que cooperan y se mantienen
como tales: afirman afinidades
relacionales, y no identidades sustanciales
(Viveiros de Castro). No sólo
el “ser mestizo”, sino el devenir
mestizo, negro, blanco, aymara.
Como decía Deleuze, “el ser del devenir”.
La constitución de la libertad
se basa hoy en el trabajo de una multitud
de singularidades, tal es la forma
viva del desarrollo.
Por eso decimos que “Lula es muchos”.
No se trata de ningún líder carismático
con el que identificarnos,
sino de una multiplicidad que nunca
sabemos a quién “representa”, que
abre de par de par los límites de la
representación, pero que expresa a
una gran parte de los brasileños de
la senzala [galpón].

Un proyecto de hace 7 años
_ El proyecto de ley de
cuotas, actualmente
en proceso de aprobación,
circula por el
Congreso desde
1999. Destina la
mitad del cupo de universidades
estatales a
alumnos de la red
pública de enseñanza,
reservando una parte
proporcional del
mismo a negros e indígenas.
El Estatuto, en
trámite parlamentario
desde 1995 y aprobado
por el Senado en
2005, tiene fines más
amplios: fondo de promoción
de etnias marginadas,
medidas para
reducir la desigualdad
salarial, elevar los contratos
de negros en la
función pública, mecanismos
para asegurar
sus ascensos y estímulos
a empresas que
empleen a personas
afrodescendientes,
entre otros.
Un manifiesto de 114
intelectuales pidió, a
finales de agosto, el
rechazo de estas
legislaciones, que
definirían derechos
«en base a la tonalidad
de la piel», negando
la igualdad constitucional
de los
ciudadanos y dificultando
la desaparición
del racismo, pues otorgan
«respaldo legal al
concepto de raza».

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