De la CEE a la UE ‘superpotencia mundial’
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JOSUÉ

La elaboración del nuevo
Tratado de Reforma ha sido
aún más antidemocrática
que la de la Constitución.
Su redacción final ha sido el
resultado de una Conferencia Intergubernamental
presidida por el secretismo,

10/01/08 · 0:00
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JOSUÉ

La elaboración del nuevo
Tratado de Reforma ha sido
aún más antidemocrática
que la de la Constitución.
Su redacción final ha sido el
resultado de una Conferencia Intergubernamental
presidida por el secretismo,
sin ninguna participación
del Parlamento Europeo, ni de los
parlamentos nacionales, ni ningún
contacto o negociación con los
“agentes sociales” –Confederación
Europea de Sindicatos (CES), grandes
ONG...–, a los que se involucró
antes de cara a vender mediáticamente
la imagen participativa del
proceso constitucional. La aprobación
del nuevo Tratado se hará por
vía parlamentaria. La nueva Europa
será una “Unión de Estados” en la
que han sido suprimidos los ciudadanos,
que ni siquiera se mencionan
en el preámbulo, al contrario que en
la Constitución.

El nuevo Tratado sigue abriendo
la puerta a la privatización total de la
sanidad, la educación, el agua y las
pensiones, sometiendo a estos “servicios
de interés general” (ya no se
habla de servicios públicos) a la lógica
del mercado. Mientras tanto, la
política social y la fiscalidad siguen
sometidas al veto, imposibilitando
una política comunitaria al respecto,
al tiempo que se permiten los paraísos
fiscales dentro de la Unión. El
gasto público social queda muy severamente
limitado por el Pacto de
Estabilidad, y se preconiza que los
Estados deben alcanzar el superávit
presupuestario, pero eso sí, se anima
a gastar más, bastante más, en los
presupuestos militares.
Además, debido al hecho de que la
iniciativa legislativa sigue residiendo
en la Comisión Europea, ello hará
que el marco comunitario responda
cada vez más a las lógicas de los
grandes conglomerados empresariales
y financieros, que poseen importantes
lobbies de presión en Bruselas.
La Nueva Estrategia de Lisboa, o
el nuevo documento de la Comisión:
Europa Global, compitiendo en el
mundo son un muy buen ejemplo de
ello. Según el Comisario de Comercio
de la UE, Peter Mandelson: “Queremos
garantizar que las empresas
europeas competitivas, respaldadas
por las políticas internas adecuadas,
puedan ganar acceso a los mercados
mundiales”. El Tratado (y la nueva
directiva del mercado único de capitales)
da aún más poder al mundo
del dinero, reforzando el papel del
Banco Central Europeo. Por otro lado,
el nuevo Tratado dota a la Unión
de estatus jurídico internacional.

Más desigual

El Tratado configura una estructura
institucional europea con distintos
núcleos y periferias, que contendrá
al menos dos grandes Europas. Una,
el Eurogrupo, los 15 países que han
adoptado el euro como moneda común.
Ellos serán con toda probabilidad
los que intentarán ir más allá en
sus políticas de integración (“cooperaciones
reforzadas”), y el nuevo
Tratado lo permite en las áreas en
que se pueden tomar decisiones por
mayoría, aunque serán los actores
más poderosos los que condicionarán
su evolución. El otro grupo son
los no miembros del euro –pero sí ya
“eurizados”– del Este, que lo más
probable es que tarden en integrarse
en la moneda única, pues manifiestan
severos desequilibrios económicos
como consecuencia de su incorporación
(dependiente) a la Unión.

Pero la futura Europa tendrá también
otras periferias o círculos concéntricos.
De hecho, las lleva construyendo
desde hace tiempo. Una será
la que se está creando en su flanco
sur, la Unión Mediterránea, “presidida”
por Francia pero en la que tendrán
un papel importante España e
Italia. La Unión Mediterránea buscaría
también disputar a EE UU su hegemonía
en el Mediterráneo. La otra
gran periferia sería la del Este de la
Unión (Ucrania, Bielorrusia, etc.), y
su gestión más directa correspondería
a Alemania.

La UE se está convirtiendo cada
vez más en un nuevo Gran Hermano
incontrolable. El proceso se inició ya
hace años (acuerdo Schengen, grupo
Trevi, etc.), pero en los últimos años,
este endurecimiento no ha hecho sino
profundizarse, en especial hacia
los movimientos contestatarios, y el
nuevo Tratado significa un nuevo e
importante paso en la misma dirección.
Los derechos políticos y las libertades
están seriamente en cuestión.
Las políticas de seguridad (y justicia)
se comunitarizan. Y los Estados
se decantan cada vez más por las políticas
de ‘Tolerancia Cero’. Es más,
el nuevo Tratado (al igual que la
Constitución) contiene una Cláusula
de Seguridad, que permite a la Unión
intervenir en un país miembro en caso
de ataque terrorista, catástrofe natural
o humana (¿un levantamiento
popular, tal vez?). Todo ello se intenta
encubrir con una Carta de Derechos
Fundamentales, de consecuencias
jurídicas dudosas, que para nada
recoge de forma vinculante los derechos
sociales (cada día más erosionados),
y que además ha quedado fuera
del nuevo Tratado (en el que tan sólo
se menciona su existencia).

De cualquier forma, todavía no está
claro que los 27 puedan ratificar,
todos ellos, el Tratado de Reforma
antes de 2009. Las sociedades civiles
europeas, organizaciones sindicales
(principalmente fuera de la CES,
aunque también dentro de la propia
CES), organizaciones políticas y muy
diversas organizaciones y movimientos
sociales a escala de la Unión están
rechazando progresivamente esta
futura Europa que se diseña en el
nuevo Tratado.
Otra cosa es que ese rechazo in
crescendo se pueda manifestar organizada
y abiertamente, como cuando
la Constitución. Máxime ahora que
la ratificación del nuevo Tratado se
quiere llevar a cabo eludiendo las
consultas populares. Es por eso por
lo que el punto de confluencia común
de todos los rechazos es que el nuevo
texto, al menos, se someta a consulta
popular. Sin embargo, ese rechazo
se manifestará con toda seguridad
el día de las futuras elecciones
europeas en 2009, cuando los ciudadanos
europeos den la espalda de
una forma aún más profunda que en
el pasado a su cita con las urnas. Será
un rechazo pasivo, lo cual agudizará
aún más la profunda falta de legitimidad
de la Unión.

En el Estado español, el referéndum
de la Constitución fue la consulta
electoral de más baja participación
de la democracia española:
42%. A pesar del 77% de ‘síes’, sólo
algo más de tres de cada diez ciudadanos
apoyaron la Constitución. Al
igual que el referéndum sirvió para
impulsar un debate sobre el “proyecto
europeo”, la futura y subrepticia
ratificación parlamentaria debe
ser utilizada para profundizar el debate
en torno a esta Europa que está
condicionando tanto nuestras vidas
y nuestro entorno. Se están empezando
a articular las resistencias a
este proyecto en el interior y en el
exterior de la Unión (el proceso
Enlazando Alternativas entre América
Latina y de Europa por ejemplo).
Todo lo cual hará aún más
complicado la cristalización de esta
nueva Europa, provocando que los
poderes europeos (o parte de ellos)
se vean obligados a construir este
futuro de forma autoritaria, y a defenderla
a través de intervenciones
militares a escala mundial.

El nuevo mundo que se abrirá dentro
de poco tras el agotamiento del
petróleo pondrá en cuestión las estructuras
de poder. Es preciso pues
oponerse a este proyecto y empezar
a deconstruir esta Europa (y las estructuras
estatales que la componen),
para poder caminar hacia otras
Europas y mundos. Todo es posible.
El futuro está abierto.

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