La autonomía de los movimientos sociales



E1 13 de marzo de 2004.
Miles de personas se manifiestan
contra las mentiras
del Gobierno del PP que
atribuye los atentados en Madrid del
11 de marzo a la “lucha de ETA contra
los españoles”. La gente más movilizada
sale a las calles en un acto de
desobediencia civil que culmina el ciclo

20/03/08 · 0:00
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E1 13 de marzo de 2004.
Miles de personas se manifiestan
contra las mentiras
del Gobierno del PP que
atribuye los atentados en Madrid del
11 de marzo a la “lucha de ETA contra
los españoles”. La gente más movilizada
sale a las calles en un acto de
desobediencia civil que culmina el ciclo
de movilización contra el Gobierno
de mayoría absoluta del PP que
se ha desarrollado entre los años
2000 y 2004. La conciencia del poder
ciudadano más allá de la partitocracia
parecía entonces evidente.
Algunos tuvimos una cierta sensación
de que aquel 13 de marzo era,
salvando las distancias no sólo geográficas,
una versión española de lo
que ocurrió el 19 y 20 de diciembre
de 2001 en Argentina: la ciudadanía
aparentemente de forma relativamente
espontánea y autoorganizada
dispuesta a expulsar a sus malos gobernantes.
Las movilizaciones del 13-M se
produjeron en el momento en el que
la capacidad del Estado se muestra
más vulnerable a la presión ciudadana:
durante el período electoral, cuando
la dictadura de los partidos políticos
tiene que renovar su legitimidad
y respaldo popular. Sin embargo,
hicieron falta las elecciones del
14 de marzo para que esa presión
ciudadana expulsara al Gobierno.

Esto es así, entre otras razones, porque
muchos de los que el 13-M se
movilizaron defendían la democracia
parlamentaria y por tanto el sistema
de partidos políticos vigente, lo
que se reflejaba en el cántico “se tiene
que notar a la hora de votar”. Este
convencimiento ponía de manifiesto
que esas movilizaciones estaban
atravesadas de alguna forma por
partidos políticos de la oposición, tal
y como se vio en las movilizaciones
de 2003 contra la guerra de Iraq: el
éxito de las manifestaciones del 15
de febrero no se explica sin la movilización
de la maquinaria mediática,
cultural y política del PSOE.

Por ello, cuatro años después de
aquellas movilizaciones, no sorprende
la debilidad de la movilización social
de izquierdas, teniendo en cuenta
que el PSOE está en el Gobierno,
con el apoyo de partidos de izquierda
como IU. Y es que la herencia antifranquista
de la supeditación de las
luchas sociales a las políticas aún es
evidente en España. Una herencia
que se traduce en que los movimientos
sociales aún necesitan para convertirse
en significativos de cara a la
sociedad el apoyo de los partidos políticos,
que actualmente arrastran toda
una maquinaria mediática imprescindible
para promover la movilización
ciudadana desde arriba.

A pesar de los intentos de conseguir
autonomía, los movimientos sociales,
dado su carácter minoritario,
han recurrido a los partidos políticos
más afines (como ha sido el caso de
IU) para conseguir una incidencia
pública de la que por otros medios
carecerían. Esta dependencia mantiene
rasgos paternalistas y, si bien
consigue aumentar la incidencia real
de las propuestas sociales, no ayuda
a fortalecer la autonomía de la movilización
social que se ve controlada
por el interés que en cada momento
tengan unas élites políticas. Además,
la debilidad de la movilización favorece
que partidos como IU se balanceen
entre la apuesta por una movilización
de oposición al Gobierno y la
participación en “gobiernos de izquierda”.
Centrándonos en la última legislatura
de Gobierno del PSOE, repasemos
sucintamente en qué se han traducido
algunas de las movilizaciones
masivas contra el anterior Gobierno
de mayoría absoluta del PP a las que
se apuntaron los partidos de izquierda
entonces en la oposición:
􀀛 El no a la guerra se tradujo en el
incremento de la participación española
en la ocupación de Afganistán y
Haití, así como en la asunción de las
tesis israelíes que llevaron a éste a la
invasión de Líbano en 2006 al no exigir
responsabilidades a Israel.

- Las movilizaciones contra la
marea negra del ‘Prestige’ no han
supuesto medidas que aseguren
que nunca más habrá vertidos de
petróleo, como evidencian los continuos
vertidos en la Bahía de
Algeciras generados por las labores
de bunkering.

- Las movilizaciones estudiantiles
contra la LOU sólo llevaron a una leve
modificación de la misma en 2007,
asumiendo el proceso de convergencia
europea que propicia la privatización
de la universidad.

- Las movilizaciones por una nueva
cultura del agua contra el trasvase
del Ebro se tradujeron en la derogación
de éste pero el PSOE ha seguido
apostando por proporcionar
más agua (desaladoras y apuesta por
nuevos embalses como el de Caliao).
Unas elecciones no cambian significativamente
el panorama político
porque parten de la asunción del sistema
de representación parlamentaria.
Aún más, hoy en día las elecciones
no cambian el panorama político,
ya que los partidos políticos principales
poco difieren en sus políticas
más allá del natural ruido de márketing
y diferenciación que de cara a
ganarse una base social deben hacer.
Ese cambio se produce todavía
menos en un país como España, integrante
de la Unión Europea y por
tanto con al menos la mitad de su legislación
supeditada a las políticas
europeas, con una moneda controlada
por una institución supranacional,
unas fronteras supeditadas al espacio
europeo...

Bien es cierto que ciertas diferencias
aún se dan entre uno y otro
partido, especialmente en las formas
de dominación más o menos coercitiva,
más o menos basada en el consenso
o manipulación. Pero ante el
actual bipartidismo con necesidad
de alianzas con los partidos pequeños,
ni la victoria del PSOE supone
la revolución ni aún la reforma en
clave emancipadora, ni la victoria del
PP sería la instauración inmediata
de la dictadura política.

¿Pero acaso la abstención en sí puede
cambiar este sistema? Puede
contribuir a deslegitimarlo, a dejarlo
sin bases sociales, pero en ningún
caso es propositiva. Por eso hoy en
día una campaña proabstención no
debe priorizar este objetivo, sino hacer
didáctica del sistema político partidista,
hacer reflexionar sobre la autonomía
y la representación, sobre
la delegación, sobre los partidos políticos
y su financiación... Así como
desenmascarar esta falsa democracia
y promover la autoorganización
y autogestión, mostrar que hay otra
forma de hacer las cosas, que no necesitamos
jefes para vivir, que nos
podemos organizar suprimiendo las
autoridades creadas desde la violencia
y la propaganda. Y esta parte propositiva
no es cosa de un día, sino de
todos, y se ha de construir colectivamente.

Consolidar un movimiento
autónomo de élites políticas es un
reto, pero es el único camino hacia
una transformación social que no se
quede en el puro maquillaje.
Por ello las movilizaciones por una
vivienda digna impulsadas por V de
Vivienda constituyen seguramente
las más interesantes de todas las desarrolladas
en la legislatura pasada,
ya que han conseguido un impacto
social más allá de los círculos activistas,
han mantenido una independencia
política y han incidido en uno de
los ejes político-económicos de
España: la construcción y la especulación
urbanística. En su contra ha
tenido la división del movimiento,
los intentos de control del mismo por
parte de los partidos de izquierda, la
promoción por parte del Gobierno
de ciertas políticas reformistas, así
como una incapacidad para un desarrollo
propositivo más práctico y
no dependiente de la toma de medidas
por las élites políticas.

Aún en 2008 hay esperanzas de ir
acumulando experiencias y fuerzas
para la transformación liberadora
autónoma. No va a ser fácil, pero entre
tod@s podemos.

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