Huelga decirlo…

Sopesemos con pesar qué
diez del constitucional pábulo
patibulario, cercenan
lo dicho en referéndum por
la sociedad catalana. Diez guardianes
pretorianos –¿black block franquista,
tal vez?– que cortan miles de
voces y voluntades: la toga pasando
la soga a la voluntad popular. ¿Un
gesto de cordial buena vecindad?
Nada nuevo: que la ley ya estaba hecha.
Y con ella también la trampa,
que es la propia Constitución.
Añadamos a la sazón que sólo tres

21/07/10 · 7:00
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Sopesemos con pesar qué
diez del constitucional pábulo
patibulario, cercenan
lo dicho en referéndum por
la sociedad catalana. Diez guardianes
pretorianos –¿black block franquista,
tal vez?– que cortan miles de
voces y voluntades: la toga pasando
la soga a la voluntad popular. ¿Un
gesto de cordial buena vecindad?
Nada nuevo: que la ley ya estaba hecha.
Y con ella también la trampa,
que es la propia Constitución.
Añadamos a la sazón que sólo tres
llamadas a Moncloa –doña Merkel,
mister Obama y los camaradas chinos

sofríen rápidamente un urdido
golpe de estado económico: reforma
laboral
, el peor recorte antisocial
en décadas y que todo el peso
de la crisis recaiga soezmente sobre
las clases populares, para que las vajillas
de la clase alta no dejen de lucir
plusvalías. Que los ricos también
lloran y no hay kleenex para todos.

Acabáramos. ¿Dónde queda el
cuento chino, broma macabra quizá,
de que “en democracia todo es
posible”? Que diez togados decidan
por Catalunya y que tres llamadas
globales nos marquen la vida a la
baja, ya huele, por enésima vez, a
democracia orgánica con papila
gustativa feudal. Pasen y vean. En
paralelo, se va desplomando el telón
a base de jirones, cuando El Mundo
ruega solícito la militarización del
metro de Madrid vía represión salvaje.
A ver quién es mas duro y tiene
la vara de mando más larga, Rubalcaba
medra por no faltar a la cita y
alza el listón de la Ley de Partidos.
Anuncia que no le temblará el pulso
si hay que ilegalizar a Eusko Alkartasuna
y echar al traste la posibilidad
más seria, honda y de largo alcance
para transformar el conflicto
vasco o, puntualicemos, el conflicto
español. Portazos, candados y resaca
colectiva de hondo calado y amplio
espectro: Ley de Punto Final,
obediencia debida y a tragar.

Como todo exceso todavía es poco,
nos arrojan también la vigésimo
sexta reforma del Código Penal en
15 años. Estampa de que estamos
que nos salimos. Por la tangente represiva:
aquélla que liquida el aire
antes de ser respirado. Y ni disimulan,
ésa es la novedad. Y ni nos inmutamos,
ésa es la derrota. Rubalcaba
se regocija en el lodo represivo:
“Tenemos el Código Penal más
duro de Europa”. Huelga decirlo.

En esta extraña mixtura orden y
autoridad por la seguridad de los negocios,
la autoritaria gestión neoliberal
marca la pauta. Por eso, la pobre
banca, inasequible al desaliento
bursátil, sigue sumando enteros y
acumulando ganancias durante el
primer semestre de 2010, ése en el
que ZP ha impulsado en la UE un
programa de monitorización policial
de los ‘procesos de radicalización’
de la disidencia. Verano en cubitos
con forma de porra y helado
de Inquisición para todas.

Y huelga decir lo de la huelga, claro
está. Pioneros en tortas y tortazos
como son, el bucle hispánico se repite
con insoportable reiteración represiva.
Primero como tragedia, ya
se sabe; finalmente como farsa. Todo
forma parte del guión, ése que
anuncia que con tres llamadas y diez
jueces se modifica, altera y transgrede
la res-publica y que pretende
que caigamos –atentos al riesgo latente
de la opera bufa berlusconiana–
en el nihilismo servil de creer
que nada sirve, de no creer ni en nosotras
mismas ni en las propias fuerzas
y de darle a la estafa y a la farsa
rango de orden natural inamovible.

En la lógica nada incauta de la lucha
de clases en el siglo XXI, queda
la lección insondable de la comunidad
afroamericana en pie por los derechos
civiles: el problema nunca es
lo que hacen ellos. Sino lo que dejamos
de hacer nosotros. O como diría
Biko: que no hay arma más poderosa
en manos de nuestro enemigo
que nuestro cerebro. Huelga decirlo.
Como huelga decir otra evidencia:
menos roja y más rojos. Que
todavía amanece. Y no es poco.

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