Feminismo ‘borde’

TEMA A DEBATE: EL MOVIMIENTO FEMINISTA HOY (III)
La ofensiva de la derechona y de la Iglesia católica contra el derecho
al aborto ha generado una airada respuesta del movimiento feminista.
Todo ello en un persistente contexto de violencia de género socialmente
muy extendida, como las muertes de mujeres a manos de sus
parejas evidencia. Es la ocasión para analizar la salud del movimiento
feminista a través de las reflexiones de algunas de sus militantes.

26/06/08 · 17:39
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Antes de empezar, una pregunta:
¿por qué desde hace
algún tiempo hay tanto
interés en presentar los
desgarros del movimiento feminista
y menos en mostrar las muchas iniciativas
vivas que pululan?
El debate sobre los feminismos
que se ha presentado en los últimos
números de DIAGONAL ha sido
muy céntrico. Tanto en el sentido
político-territorial –ha estado muy
referido a las tensiones surgidas entre
los grupos feministas de
Madrid–; como simbólicamente: girando
en torno al 8 de marzo como
fecha anual escaparate de un discurso
feminista consolidado y, a nuestro
parecer, en gran parte desactivado
de potencialidad generadora.

Tránsito menor

Nosotrxs hemos optado, en los últimos
años, por no participar en las
convocatorias unitarias del movimiento
feminista de Sevilla. ¿Qué
ha pasado? ¡Nos aburrimos! Sabemos
que en otros lugares, otros
grupos han sabido llevar su trabajo
feminista radical y sus formas de estar
divergentes a este momento de
visibilidad, históricamente conquistado
por las mujeres. Nada definitivamente
en contra de las procesiones
–o sí, muchas cosas en contra,
como que aquí tenemos despliegues
intensivos de ellas a lo largo del
año–, no tanto como para rechazar
participar en cualquier caso. Es más
bien que, ante la necesidad de priorizar
y distribuir energías sostenidamente,
preferimos dedicar el esfuerzo
creativo que exige esa puesta en
escena a otros ámbitos, también callejeros,
pero quizás con menos
tránsito y peor iluminados.

Que la cuestión del aborto pretenda
situarnos, de repente, 30 años
atrás –funcionando como maniobra
de distracción de la Iglesia sobre su
pederastia endémica (¡preferimos
retrotraernos un siglo e ir a quemarlas
directamente!)– y focalizar nuestra
atención en batallas ya libradas,
nunca cerradas precisamente por el
desinterés del establishment político,
nos ha generado cabreo... No estamos
dispuestxs a argumentar una
vez más sobre el derecho a autogestionar
nuestros cuerpos, lo tomamos
directamente. No way al miedo...

¡No, ostias!
Volvemos al 8 de marzo, y a la recuperación
institucional de la fecha.
No nos fiamos de la institución, porque
su forma de consolidar (¿derechos?
¡Derecho a tener derechos?
Mamma mía.. ¿llegaremos a reivindicar
el derecho del derecho a tener
derechos de la segunda parte contratante?)
es autoritaria y porque sus
formas de hacer mantienen el dominio
sobre los cuerpos de las mujeres.
La consolidación no proporciona
a la gente mínimos de existencia
digna, va casi siempre en dirección
de la clausura de la posibilidad. Por
eso espanta la chapita violeta desactivada,
la autopromoción a través
de leyes inocuas que no se cumplen
porque están hechas sólo para
amortiguar, y no para resolver.

Crestas

Eso no quiere decir que los recursos
públicos no sean necesarios, dada la
continuidad de la escisión públicoprivada
en los espacios y tiempos,
de la división sexual del trabajo y la
jerarquización de las vivencias hombre-
mujer. Pero que las energías, conocimientos
y motivación de tantas
mujeres y algunos hombres que los
han hecho y hacen posibles sean
despilfarrados y orientados a la creación
de más mercado y cuerposmercancía...
nos saca la cresta.
Y con esa cresta reparamos en la
existencia de zonas sociales y genéricas
fronterizas, que amplían los
márgenes de la realidad televisiva al
tiempo que nos permiten ver la fragilidad
con la que se construye la
normalidad operativa del sistema:
familia nuclear monádica, pareja-hipoteca,
heteronormatividad hipertrofiada
y esclavitud del cuerpo según
un canon de belleza mutilador,
la palpitación esquizo que asoma en
los momentos ‘cumbre’ del amor romántico...
la búsqueda de aparcamiento...
la presión para que construyamos
identidades fortaleza.

Nuestro feminismo es de frontera
–Sur, para ser inexactxs– vinculado
a las sombras liminares que cercan
las dinámicas de dominio. Nos interesan
la performance genérica en el
trabajo sexual y, por extensión, en
toda la pro-fe-sión de la mujeridad.
Las disidencias de géneros y de las
sexualidades asociadas biunívocamente.
La ecología emo-afectiva
(porque hay mujeres que cuidan y
cuidan y no son cuidadas, ni tienen
dinero para arreglarse los dientes).
Nos seducen porque nos liberan de
la casta bio-médica y terapéutica,
porque nos invitan a desconocernos...
y a rozarnos y a ir en bicicleta.
Pero resulta que también hemos
sido insumisxs y abrimos las puertas
de los centros sociales autogestionados,
hemos fomentado el vecinaje
coloquial y nos subimos a
los árboles, hemos consolidado
memoria y plantamos pan... Quizás
no hayamos logrado –no aún–
construir proyectos gestionados
por mujeres de mayor potencia y
amplitud... En nuestras vidas cotidianas
está el feminismo... y también
otros movimientos antagonistas;
de hecho, nos constituimos en
movimientos para enfrentar e inventar
la vida alegremente.

Conflicto

El territorio en el que andamos es,
entonces, el de subvertir la subversión.
Nuestro conflicto está en que
necesitamos comunicar para ser
más felices, porque nuestra existencia
es conectiva y epitelial, vivimos
en redes de relación. Y los movimientos
en los que nos relacionamos
tienen pendiente reconocer el
aporte del feminismo en sus formas
de hacer y de mirar. Es más, no se
trata sólo de reconocerlo, sino de
asumirlo. Ya que estamos aquí, la
idea es continuar rompiendo la diferencia
jerárquica entre público y
privado, la división sexual del trabajo,
de la responsabilidad y de la
culpa... como tendencias, también,
en los movimientos sociales. Y reventar
los paradigmas de pensamiento-
acción hegemónicos: esencialismos,
oposiciones binarias,
sometimiento del objeto al sujeto
padre-occidental... En fin, deconstrucciones
patriarcales varias.

Buscamos formas creativas de acción
directa sobre los escenarios preparados
para el espectáculo, haciéndolos
nuestros, desviándolos. No
encendemos velas a las antecesoras
pero sí seguimos aprendiendo de su
radicalidad, imaginación e inteligencia.
Y nos hacemos llamar feministas,
queers, panteras rosas... puestxs
a etiquetarnos, reivindicamos el
enorme bagaje que desde ahí nos
construye. Escépticxs ante el causalismo
histórico, pero sí reconociendo
un –a veces grueso, a veces fino, a
veces masivo, espontáneo, estético,
rizomático– hilo que da continuidad
a las diferentes prácticas en momentos,
espacios y cuerpos diversos.
Nuestro debate es de tesitura
pragmática: entre la voluntad de que
la acción respire feminismo, porque
de otra forma no tiene sentido, y el
riesgo de usar demasiada energía
en ello, ralentizando así nuestras
pesquisas y propuestas como grupo.
Queremos teñir de rosa-violeta fosforito
la política de la vida cotidiana..
a la vez que ahondamos en la
crítica feminista teórica y corporal.
Apuntamos en el diario de a bordo:
de marejadilla a fuerte marejada.

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