El disputado voto de la/s izquierda/s


A lo largo de los últimos 30
años los muy variopintos
movimientos sociales con
todos sus flujos y reflujos,
han sedimentado un espacio ideológico
difuso que es difícil de cuantificar
sociológicamente y de representar
políticamente pero que se sitúa
en posiciones muy a la izquierda del

07/02/08 · 0:00


A lo largo de los últimos 30
años los muy variopintos
movimientos sociales con
todos sus flujos y reflujos,
han sedimentado un espacio ideológico
difuso que es difícil de cuantificar
sociológicamente y de representar
políticamente pero que se sitúa
en posiciones muy a la izquierda del
social-liberalismo del PSOE e incluso
de IU. El movimiento antimilitarista,
la oposición a la entrada en la
OTAN y contra las bases militares, el
rechazo a las dos guerras contra Iraq,
la lucha contra los Planes Hidrológicos,
la solidaridad civil con las causas
palestina y saharaui o la contundente
oposición mayoritaria al uso
de la energía nuclear son algunos de
los momentos en que aflora esa corriente
de fondo de la opinión pública
que es decididamente crítica con
el modelo de sociedad. Sin embargo
esta ‘base social’ no ha generado una
representación política propia y más
o menos integradora de su diversidad
con presencia electoral, de modo
que existe un desajuste entre el
espacio social de lo que podemos llamar
la izquierda social y su representación
política.

El único intento de articular una
fuerza política que, al menos nominalmente,
apele a esta base ha sido
Izquierda Unida, una formación nacida
de la conversión en coalición de
la Plataforma contra la OTAN. Pero
al tratarse de una unión de la cúpula
del PCE en crisis con otros pequeños
partidos sin peso social alguno y con
algunas personalidades de la gauche
divine, la ‘unidad de izquierdas’ excluía
a fuerzas políticas extraparlamentarias,
como MC y LCR, con
gran capacidad de movilización popular,
y a toda una serie de otros movimientos
y organismos que habían
llevado el peso del ciclo de luchas de
los ‘70 y principios de los ‘80. Con estos
mimbres una buena parte de la
izquierda que votó ‘no’ a la OTAN
dio la espalda a IU; las constantes luchas
internas que se han sucedido en
su seno desde entonces no han contribuido
a mejorar su cota electoral.

Por otro lado, los poderosos movimientos
pacifista, ecologista y feminista
no han llegado a la construcción
de un partido verde, como sí ha
ocurrido en nuestro entorno europeo.
El fracaso de la experiencia verde
ha dejado a otro sector de población
sin acomodo electoral en la oferta
política existente.

Abstención

Por su parte, los principales movimientos
sociales peninsulares han sido
muy refractarios a ‘entrar en
política’. Sin duda sigue contando la
tradición libertaria y una sana desconfianza
a todo lo que huela a instrumentalización
partidista. De este
modo otro importante segmento
social opta por la abstención. Una
abstención crítica, política, pero
que lamentablemente se mezcla y
confunde con la abstención apolítica
y estructural y pierde cualquier
efectividad crítica.

Es más: dado el equilibrio de fuerzas
electorales entre la derecha unida
y el resto de las fuerzas políticas,
la abstención en elecciones generales
juega a favor de la derecha. Cuando
la izquierda social no acude a las
urnas, el PP alcanza incluso mayoría
absoluta, como en el año 2000 con
una participación del 68,5%. Cuando
la participación sube hasta el 75%,
como en el año 2004, la derecha sin
perder votos propios cae derrotada.

Resumiendo, hay probablemente
en torno a un 15% de población que
o bien vota a IU, o bien lo hace a partidos
independentistas de izquierda
(hasta donde lo permite la Audiencia
Nacional), o bien se abstiene, o bien
vota como mal menor al PSOE para
cerrar el paso a la derecha, y esto
además en función de las circunstancias,
de los territorios, del tipo de
convocatoria electoral, de los devenires
ideológicos de personas y colectivos,
etc. Este carácter errático y fraccionado
del voto del sector más concienciado
de la población sin duda
resta fuerzas y visibilidad a los diversos
movimientos sociales, pero también
dificulta la tarea colectiva de frenar
la ofensiva neocon y la posibilidad
de influir y ‘contaminar’ a la socialdemocracia
con contenidos y praxis
que son de urgencia global.

Para que IU o cualesquiera otro
proyecto político pudiera ocupar un
espacio social más amplio a su izquierda
tendría que acometer un
proceso de autocrítica y transformación
teórica y organizativa para superar
algunas de las peores herencias
de la vieja izquierda. Un proceso
de renovación de los mensajes ideológicos
y de las prácticas políticas en
la línea (o líneas) de lo que la ciudadanía
crítica está diseñando y experimentando
en sus luchas de base y
en sus deseos políticos.

Una de las grandes rémoras de
toda la izquierda tradicional es la
ausencia de cultura democrática.
No sólo la ausencia de democracia
interna, sino también la sempiterna
división fratricida de las
izquierdas, las identidades ideológicas
duras construidas contra el
rival cercano, las luchas de poder,
la política conspirativa, el culto al
líder y a las siglas, etc. Cuando lo
social camina y construye desde
la autoorganización, la libertad, la
creatividad más heterogénea, la
cooperación entre diversos, la
igualdad radical, es imposible que
pueda proyectar su voto en proyectos
jerárquicos, burocráticos,
monolíticos o no democráticos.

Otro de los escollos heredados es
la incapacidad de encajar la cuestión
de las identidades subjetivas en el
discurso igualitarista de la izquierda.
Los problemas derivados de la identidad
nacional, sexual, racial, religiosa
y cultural siguen sin ser comprendidos.
La subjetividad como proceso
de construcción y acción social, la diversidad,
la multiculturalidad, y la
plurinacionalidad representan retos
para el pensamiento crítico que si no
se resuelven e integran conducen a
la imposibilidad de diálogo y cooperación
en la muy heterogénea ‘polis’
de la izquierda social.

La última pero no menos importante
dificultad de la izquierda tradicional
para llegar a conectar con el
electorado crítico es su apego a las
tesis productivistas y desarrollistas,
al mito del crecimiento y “desarrollo
de las fuerzas productivas”, o “el
empleo por encima de todo” que le
impide aprehender el paradigma
ecológico. No sólo se trata de asumir
y elevar el discurso ecologista,
adoptando estrategias de lucha frente
al cambio climático, los transgénicos,
etc. Se trata de asumir la ecología
como ciencia, como ciencia
económica pero también como modelo
político y biopolítico, que cuestiona
radicalmente los conceptos de
progreso y crecimiento, que plantea
un nuevo materialismo y unas nuevas
vías de pensamiento y acción en
torno a la biomimesis, la organización
en red, la autopoiesis de los
(eco)sistemas complejos, la biodiversidad
biológica, pero también política,
lingüística, las sinergias de la
cooperación social, la entropía del
dominio y la guerra, las políticas de
gestión de la demanda, la ecoeficiencia
de los sistemas sociales y de
los artefactos políticos, la igualdad
social en un marco ecosistémico global...
Todo un nuevo campo de deseos
emancipadores que lo social
lleva años labrando y sin el que no
hay futuro para la izquierda política,
ni sencillamente futuro.

TEMA A DEBATE: REFLEXIONES ANTE LOS COMICIOS DEL 9 DE MARZO
_ Tras una larguísima precampaña, en estos momentos de vorágine
electoral en que todo parece reducirse a un duelo bipartidista
sería pertinente reflexionar sobre las sendas y posibilidades
de la representación política y electoral del espacio sociológico
de 'las izquierdas'. Y en cómo afecta a los movimientos
sociales de base. Aportamos una serie de valoraciones.

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