El descrédito del gobierno

La situación no hace sino empeorar, incluso se rumorea que las manifestaciones provoquen un cambio de Gobierno hacia una solución tecnocrática PPSOE, que diera un nuevo aliento a los mercados financieros para seguir engañándonos. Ante esto, la fuerza en la calle es muy importante y hay que demostrarla sin ninguna duda, sobre todo en la dirección de no legitimar más de lo mismo, solo cambiando las caras y las promesas. Cada vez más no bastan las manifestaciones o huelgas, pues los poderes fácticos ya cuentan con ellas y están preparados.

, Activista y profesor emérito UCM
07/12/12 · 11:50

La situación no hace sino empeorar, incluso se rumorea que las manifestaciones provoquen un cambio de Gobierno hacia una solución tecnocrática PPSOE, que diera un nuevo aliento a los mercados financieros para seguir engañándonos. Ante esto, la fuerza en la calle es muy importante y hay que demostrarla sin ninguna duda, sobre todo en la dirección de no legitimar más de lo mismo, solo cambiando las caras y las promesas. Cada vez más no bastan las manifestaciones o huelgas, pues los poderes fácticos ya cuentan con ellas y están preparados.

En la enseñanza, por ejemplo, hay que pasar a tomar edificios y ponerlos a funcionar democráticamente con toda la comunidad escolar –como ya se inició con la marea verde–, y lo mismo en todos los sectores posibles. Pero aún con todo el activismo, lo crucial es que nos vayamos clarificando hacia qué alternativas políticas podemos girar. En América Latina se la sacudieron, y algunos, como Ecuador, no pagando parte de la deuda que se consideró ilegítima. Y en Europa el caso de Islandia también es un ejemplo de que se puede no pagar esas deudas especulativas en que nos metieron. En Grecia, el programa de auditoría y no reconocimiento parcial de la deuda ha sido un salto electoral importante.

Pero para entrar en el no pago de la deuda ilegítima necesitamos más fuerza política que desborde los márgenes del bipartidismo y las peleas de los pequeños partidos por ser los más ‘auténticos’. Necesitamos que las fuerzas de las asambleas indignadas y las mareas populares se orienten más allá de lo electoral que nos divide –votos a unos u otros, o no voto– y construir un horizonte común hacia un proceso de reforma constitucional o proceso instituyente. En primer lugar para quitar la cláusula impuesta en el Parlamento sobre la deuda. Hace falta pensar en clave del 66%de la población que no se dejó engañar por el Gobierno actual pero que aún puede estar pensando que otros partidos sí pueden dar la solución a esta crisis. Hay que recordarles a quienes confían en soluciones de este tipo que cuando Papandreu propuso un referéndum simplemente lo quitaron del Gobierno, y que cuando Syriza pudo ganar, la propuesta que se barajó en la UE fue echar a Grecia del euro.

No es cosa de un dirigente o de un partido, pues la propuesta de cambio que se enfrente a esta crisis tiene que ser más amplia. No es solo cuestión de una reforma electoral que favorezca a unos partidos u otros, sino de formas de democracias de base, participativas o radicales, donde la población pueda debatir sus iniciativas y tomar decisiones. Es desde la fuerza y debates de la población autoorganizada como lo han iniciado en Islandia. Los partidos seguirán jugando un papel mientras haya un sector amplio de la población que confíe en que ahí hay debates ideológicos, y posibles gestores expertos.

Lo más unitario sigue siendo el “no nos representan” y pedir la auditoría a la deuda, pero son aún fórmulas de control, no tanto propositivas e ilusionantes para poder iniciar un camino de futuro unitario y transformador. Hay que ir pasando de una democracia de control de la gestión desde las bases –que de todas formas no está de más– a unas democracias de base, en las que las iniciativas de la vida cotidiana tengan un camino claro para articularse y ejecutarse por sí mismas. Hay experiencias en el mundo que demuestran que se puede planificar participadamente, gestionar con asambleas, voluntarios y electos, y hacer seguimiento y control, también desde abajo a arriba. Este tipo de proceso constituyente es el que debemos seguir articulando. El debate político es necesario, pero no en clave ‘partidaria’, sino del nuevo modelo participativo y unitario.

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