Cuestión vasca e información: del periodismo considerado como una de las malas artes
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Dibujo:Isa

Durante años, muchos
años, la descodificación
del mensaje oficial era un
ejercicio sencillo en nuestro
país: cuestión de bajar el volumen
del telediario y asomarse a la

12/04/07 · 18:04
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Dibujo:Isa

Durante años, muchos
años, la descodificación
del mensaje oficial era un
ejercicio sencillo en nuestro
país: cuestión de bajar el volumen
del telediario y asomarse a la
ventana. La calle reflejaba permanentemente
una realidad totalmente
alejada de los platós del consenso,
los discursos uniformizadores y las
mentiras o los silencios programados
que llegaban invariable y siempre
puntualmente desde las parrillas
de Madrid. Duró mucho tiempo, más
o menos para entendernos quince o
veinte mil socializaciones primarias,
varios procesos electorales, cerca de
cien muertos por disparos al aire (los
muertos siempre paseaban por el
cielo protector pero menos) y la prolongación
nunca explicada de aquella
larga sombra de día uniformada y
de noche incontrolada, en fin.

Otros tiempos

Es verdad que luego vinieron las reconversiones
vestidas de cordero anticipado
(en el mejor de los casos),
los desencantos de la edad y las plusvalías,
Cuéntame y otras patologías,
los late-shows y los nuevos editoriales
de la prensa libre y democrática,
a la sazón, herramienta insustituible
en la manipulación de conciencias y
voluntades. Un largo y cómodo camino
en el que periodistas del pasado
(libres de polvo y paja) y sus discípulos
aventajados de redacción
(más cornadas da la nómina) elaboraron
su propio universo mirando
siempre al norte abrupto y sin domesticar,
fraguando doctrinas, lecturas
adecuadamente revisadas y estados
de opinión que transmutaron en
el imaginario popular (especialmente
entre los restos del naufragio de la
izquierda) al “primo de Bilbao” en el
quinto jinete del apocalipsis. Todo
ello, es verdad, con la inestimable
ayuda en muchas ocasiones de una
organización armada deseosa de
aportar lo suyo a la liturgia contribuyendo
modestamente a convertir,
por citar algún sencillo e impagable
tributo, a los verdugos en víctimas
en un período récord de adaptación.

Resentimientos primarios

Así las cosas, el festival mediático ha
ido aumentando su poder de atracción
y su estética adecuada a los nuevos
tiempos sumando en su perseverancia
a los insustituibles neocon
hispanos, duchos en pasados de
compromiso (dicen), rencores irrefrenables
y ansias de protagonismo
estelar en el reino de los ciegos.
¿Qué hacer entonces ante un panorama
como el actual en el que, lo sabemos,
la manipulación permanente
de la realidad vasca y el “difama
que algo queda” llena calles y alamedas
de venganzas diseñadas,
odios obscenos e ilesos, “mayorías
silenciosas”, banderas victoriosas
que nunca se fueron y/o masas
adoctrinadas en el resentimiento
más primario? Algunos dirán, con
cierta ingenuidad, que es necesario
(observando éste y otros muchos temas)
un evidente replanteamiento
del oficio propiamente dicho contribuyendo
desde las Facultades a la
constitución de una nueva generación
de profesionales fraguada en
el espíritu libre, la crítica con rigor
o la independencia de criterio.

Desbrozar tópicos

Es difícil: todos sabemos que, como
señalaba anteriormente, el ambiente
en las redacciones y la hipoteca
a las retribuciones mensuales
contribuyen tanto a los libros de
estilo y a la autocensura como los
consejos de dirección y su ética purificadora.
¿Es posible imaginar,
por ejemplo, a un joven e inquieto/
a periodista de investigación elaborar
un reportaje en profundidad
en cualquiera de los grandes grupos
multimedia del Estado sobre
las “otras víctimas” de este doloroso
conflicto? ¿O sobre el largo y
permanente silencio que ha acompañado
la práctica siempre mantenida
de la tortura en comisarías y
cuartelillos? ¿O quizá un trabajo
en torno a los verdaderos intereses
ocultos que subyacen en la negativa
mantenida a que los ciudadanos
navarros/as puedan optar libre y
democráticamente por elegir su
marco de relaciones con el Estado
después de ser sometidos a un “ordenamiento
autonómico-foral” sobre
el que nunca pudieron expresarse?
¿O, termino para evitar un
listado-páginas amarillas, un reportaje
de acercamiento libre y sin
prejuicios a la ciudadanía vasca para
que exponga por encima de silencios
culturales su opinión sobre
las razones de su irredento “espíritu
diferenciador”? La respuesta en
todos los casos es evidente. Así
pues, pensemos en otros recursos.

Muchas voces

Se me ocurre, cuestión de dar ideas,
que sería bueno trabajar entre todos/
as en un tiempo como éste por
favorecer la incorporación de visiones
plurales evitando rigurosamente
lecturas unívocas (y en consecuencia
manipuladas) de la llamada
‘cuestión vasca’: escuchar todas las
voces por encima de criminalizaciones
y de encasillamientos políticos
de acuerdo al guión ya elaborado.
Este reduccionismo, por ejemplo, ha
llevado a una absoluta confusión en
el exterior respecto a los agentes activos
en nuestra plural y heterogénea
sociedad civil. Se trataría, labor
progresiva, de abrir las páginas de
opinión de los periódicos y revistas,
las tertulias radiofónicas o los programas
televisivos del Estado a las
valoraciones de otros vascos/as, que
completen y contrasten los conocidos
comentarios de los ya habituales
“cortesanos/as de orden” (Calleja,
Yanke, Mora, Gurruchaga, Zarzalejos...),
redescubiertos en los conciliábulos
mediáticos del Reino. Un
proceso, por lo demás, que también
debería tener su retroalimentación
doméstica pensando, por ejemplo,
en la cuando menos autocomplaciente
e hipotecada ideológicamente
radiotelevisión pública vasca (pública,
no lo olvidemos). Pero ésa es
cuestión para otro debate...

De tú a tú

En fin, buscar en definitiva entre todos/
as espacios plurales y diversos
para una comunicación abierta,
sincera y sin manipulaciones. Posibilitar
un ejercicio de catarsis,
siempre necesario, desde la comprensión
mutua y la necesidad de
superar distancias y desencuentros.
Y todo ello desde ese respeto democrático
real que, sin comillas y con
mayúsculas, nunca hemos dejado
de conjugar pese a silencios y políticas
perversas. Entonces, tratándonos
de tú a tú y sin dejar de mirarnos
directamente a los ojos, es
cuando nos daremos cuenta de que
realmente sí, es mucho más lo que
nos une que lo que nos separa.

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