Cuando la estética no es transgresora

El orden alumbrado por la modernidad ha demostrado una extraordinaria
capacidad de adaptación sin alterar por ello la lógica de sus
relaciones sociales. Observamos la actual importancia del área de
negocio ‘rosa’, frente a la marginalidad de las luchas por los derechos
de las ‘minorías sexuales’ en los ‘70. Aportamos una reflexión.

12/01/10 · 0:00

Que el refranero es sabio es una evidencia que casi toda la gente comparte. Existe inteligencia por debajo del humor y sarcasmo pícaro. Últimamente escucho mucho el típico dicho: “Si no eres guapo, no tienes perro, ni vistes bien, eres maricón, no eres gay”. Deducimos que no se es gay tanto en cuanto tengas una orientación homosexual, sino tanto en cuanto seas, te comportes y legitimes una única manera de ser gay, “el canon del buen gay”. Es el proceso conocido en la teoría queer como ‘normativización’, estandarización de los sujetos sociales. Pautas regladas, conductas orientadas y estéticas marcadas que diferencian homosexuales y heterosexuales, legitimando dos tipos ‘naturales’ de seres sociales. Es lo que viene siendo el proceso de ‘binarismo de género’.

Pues bien, dentro de las homosexualidades existentes hay cierta tendencia hacia la homogenización, estandarización y mercantilización de las estéticas, los gustos y subculturas diversas existentes. El protagonista en auge es el establishment LGTB (Lesbianas, Gays, Travestis y Bisexuales), popularmente conocido como ‘euro rosa’. El mero hecho de vestirse es subjetivo, nos desarrollamos como sujetos en un entorno iconográfico, lleno de estilos, tendencias, modas y ejemplos que seguir.

La publicidad ideológica, el consumismo y ‘la eterna juventud’ lanza a los homosexuales a un escenario fantástico, lleno de oportunidades y aparentemente gayfriendly. El mercado que ayer no nos reconocía como sujetos, ahora nos acepta con los brazos abiertos en un carnaval de ofertas para gays y lesbianas que parece no tener fin. Lo gay está de moda, y con ello, un mundo rosa estéticamente artificial y recreado por agentes sociales ajenos a nuestra forma de entender las sexualidades y las identidades.

Las consecuencias de la re/creación de una ‘estética gay uniformizadora’ son de vital importancia para el desarrollo de gays y lesbianas ya que de ellas se desprenderá el marco socializador en el que se construyan relaciones y trayectorias vitales de todo tipo, condicionando la afectividad, cosmovisión y marco estético. De las múltiples estéticas existentes se estandariza la más dinámica, funcional y, por tanto, legitimada ante el mercado rosa. Estilo, elegancia y ropa cara es ser moderno y vanguardista, resumiendo, postmodernamente ‘guay’. Es lo que viene siendo una autorreferencialidad absoluta que individualiza a cada gay y lesbiana en su burbuja gayfriendly, ajena a la sociedad y “libre de homofobia”, por encima del bien y del mal.

¿Estética gay?

“Dime cómo vistes y te diré qué gay eres, o mejor dicho, te diré si eres gay o no”. Primeramente un gay debe compararse con toda una batería de clichés y características que a más de uno le amargan la vida. Posteriormente, tras el resultado de la contrastación y detenerse a reflexionar, podrá percibirse como sujeto social con derecho a ser homosexual. Para tener orientación sexual, parece ser que hace falta tener orientación estética. Pensarse en una etiqueta, un cliché. Joven, delgado, fibroso, atractivo, culto, vigoréxico, educado, gentil y un largo etcétera. Se ha consolidado la figura del gay como un icono, un referente a seguir por todos los adolescentes LGTB. Estamos ante un proceso largo y costoso, pero fructífero. De él se desprenderán ‘grandes metas’.

Éxito en el trabajo, en el amor y con los amigos, un vida social llena de alegría y oportunidades. Podríamos decir que no se dan los medios para satisfacer tales fines, prueba de ello es la pobreza económica creciente que existe entre los adolescentes LGTB, recordemos que son adolescentes españoles al fin y al cabo –altas tasa de paro, sin acceso a la vivienda, bajo poder adquisitivo–. Resumiendo, ‘aparento luego existo’. Las frustraciones personales que se derivan del no alcance de tales metas trae consigo, en muchos casos, procesos de autoculpa y estigmatización por no ser “lo suficientemente gay”.

¿Qué debería ser la estética?

La estética debería entenderse como la expresión particular de una vivencia y una manera de entender la realidad, el cuerpo y la vestimenta. Comprensiones individuales, no capitalistas, desde experiencias personales y con una visión única en la apropiación de la ropa. Lejos de la realidad estamos asistiendo a procesos generalistas y excluyentes que no tienen en cuenta múltiples variables como la clase social, la etnia, la cultura, los gustos, etc. Se tiende a supeditar la realización personal a la capacidad adquisitiva y, por tanto, al poder de compra que un individuo tenga en el mercado rosa.

En el caso de los gays ese proceso es más agresivo, no dependiendo sólo del consumo la realización personal y empoderamiento en la sociedad, sino también la legitimidad o no de una identidad, dentro de un grupo estético, y por tanto, legitimado ante “la comunidad LGTB”. Tenemos numerosos ejemplos de procesos estéticos enriquecedores y vivenciales, es el caso del travestismo, la simple parodia de las hiper identidades es transgresora en el mismo proceso sarcástico y artificial. El ser travesti no es transgresor por el mero hecho de ponerse prendas, sino por el hecho de apropiarse de ellas, deconstruir su significación y ubicar los distintos elementos que componen la estética en un plano transversal en donde se entrecruzan variables como sexo, orientación sexual, identidad de género, etnia, cultura, clase social, y por qué no, la parodia.

El horizonte por tanto, lejos de las empresas gayfriendly y su estúpida estética, debería ser el de buscar formas de autoexperimentación y maneras diversas de entender los cuerpos, las identidades y los roles. Disfrutar del derecho a poder vestirse, pero como uno quiera, dónde y cuándo quiera. Conjugar las prendas de manera personal realmente, al margen de tendencias o patrones sociales, para que la estética sea la expresión de una forma de ver el mundo, y no al revés. Recuperar el discurso desde una estética transgresora, y no agresora.

 

Ángel Amaro es activista queer y sociólogo

[->www.diasporaqueer.tk]

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