El crepúsculo de la era del petróleo

El decrecimiento del flujo energético global será un verdadero torpedo en la línea de flotación del sistema, que se basa en un consumo energético al alza indefinido. Y se iniciará la Era del Decrecimiento, muy pronto, quizás antes de 2010, o en torno a esa fecha.

, Miembro de Ecologistas en Acción
12/06/08 · 0:00
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El decrecimiento del flujo energético global será un verdadero torpedo en la línea de flotación del sistema, que se basa en un consumo energético al alza indefinido. Y se iniciará la Era del Decrecimiento, muy pronto, quizás antes de 2010, o en torno a esa fecha.

El cenit en la producción del petróleo
implicará que el actual capitalismo
globalizado de base financiera
terminará definitivamente de saltar
por los aires, si no lo hace antes. El
colapso financiero se acelerará
cuando entremos en la era del decrecimiento
energético y del fin del
crudo barato. A partir de entonces
será irrefrenable y se producirá seguramente
una verdadera hecatombe
financiera mundial, una brusca e
intensa depresión-deflación global.
La deflación será del precio de los
activos financieros e inmobiliarios, y
puede coexistir con una fuerte subida
de precios en la “economía real” –debido principalmente al alza del
crudo–, al tiempo que ésta también
se frena y decae bruscamente (depresión).
Algo así como una “decreflación”:
esto es, decrecimiento con
inflación. Es preciso prepararse para
ese escenario de decrecimiento
obligado y de pinchazo definitivo y
violento de la burbuja financiera
mundial. Una verdadera conmoción
para la que es preciso prepararse,
con el fin no sólo de resistirla, sino
de que no nos arrase.

A desactivar

Estamos abocados al colapso y/o a
la guerra, si no sabemos enfrentarnos
y gestionar consensuadamente
el decrecimiento que se avecina. Y
sobre todo si no sabemos desactivar
el “Choque de Civilizaciones” al que
nos quieren conducir unos y otros.
Los principales actores estatales
mundiales se preparan para la guerra,
pues además los altos precios
del petróleo permiten también a los
países exportadores incrementar
fuertemente sus gastos militares,
siendo las grandes potencias las que
les proporcionan las armas.
Sin embargo, la guerra generalizada
es un escenario del que huye
como gato escaldado el gran capital
productivo y financiero internacional,
pues sabe que en ese caso un
fortísimo colapso de todo el sistema
mundial es seguro, debido a la enorme
interdependencia internacional
actual, que es muchísimo mayor que
la de los años ‘30. Es por eso, quizás,
por lo que desde distintos círculos
internacionales se aboga por la “lucha
contra el cambio climático”, como
una vía para la posible transición
“pacífica” hacia una ilusoria transición
energética que no toque las bases
de crecimiento y acumulación
constante del actual sistema.

Aunque también desde posiciones
alternativas se promueve un llamado
Protocolo del Petróleo, que permitiría
consensuar el previsible agotamiento
del crudo, y hacer factible
y pacífica una complejísima e ineludible
transición energética.

Menor complejidad

La Era del Decrecimiento cambiará
todo e implicará el colapso progresivo
del actual modelo civilizatorio.
A partir de entonces es inevitable el
paso a estructuras sociales y productivas
de un nivel de complejidad
e interrelación inferior al actual
a escala global. Además, las actuales
estructuras de poder, estatales
y empresariales (en especial,
las grandes empresas transnacionales),
serán incapaces de mantenerse
en pie, pues se han desarrollado
y se basan en un imponente
consumo energético.

Durante la adaptación a ese decrecimiento,
esto es, a ese nuevo escenario
energético declinante, existe
el peligro de entrar en un periodo
prolongado de caos sistémico, militarismo,
guerra y autoritarismo generalizados,
de carácter quizás neofeudal
y con escenarios tipo Mad
Max, si no somos capaces de frenar
el camino hacia la barbarie neofascista
postmoderna que nos invade.
Sin embargo, también puede ser
una oportunidad de oro para caminar
hacia otros mundos posibles, si
hacemos la adaptación de forma
equitativa y consensuada, intentando
solventar de forma pacífica los
conflictos que sin lugar a dudas se
producirán –que ya están aquí–. El
pico del petróleo y el inicio del fin de
la era de los combustibles fósiles
pueden significar la sacudida obligada
de las conciencias, que es precisa
para iniciar transformaciones
en profundidad desde abajo, pues
mientras no cambien los ‘dioses’, no
será posible cambiar nada. El ‘fin de
esta vida normal’ puede ser un verdadero
shock que haga que las sociedades
se despierten de su adicción
al petróleo. Por eso, el “no más
sangre por petróleo” debería ser el
lema que presida el debate, la movilización
y la transformación social y
productiva en el futuro, pues de él se
desprende también la necesidad de
caminar hacia una profunda transformación
del modelo de sociedad y
de las actuales estructuras de poder
estatal y empresarial, pareja a una
fuerte reducción del consumo energético.
Se han perdido 30 años preciosos
para esa transformación desde
las últimas crisis del petróleo, y
hoy nos encontramos en una situación
mucho más dependientes de los
combustibles fósiles.

Además, hace 30 años todavía había
un enorme potencial de transformación
político-social en el mundo
–al calor del 68–, y hoy en día para
nada es ésa la situación, al menos en
los espacios centrales. A pesar de
ello, si fuera posible, sería conveniente
adelantar esa transición, a
buen seguro enormemente compleja,
para desactivar la loca huida hacia
el abismo a la que nos conduce la
profundización de la deriva actual.

Cambio social

Además, el decrecimiento y la transición
postfosilista es también la mejor
forma de luchar contra el cambio
climático en marcha. De reducir
bruscamente, de verdad, las emisiones
de CO2. El mejor sitio donde puede
estar el petróleo remanente es en
el subsuelo. Ése es el verdadero secuestro
de carbono, empezar a dejar
el crudo bajo la tierra. Aparte de por
supuesto no abordar la explotación
del crudo no convencional, frenar la
expansión sin control de los agrocarburantes,
reducir el consumo de
gas natural y carbón, al tiempo que
vamos abordando la transición hacia
modelos de sociedad basados en
el único flujo energético estable: la
energía solar y todas sus energías
derivadas (eólica, hidráulica, biomasa,
maremotriz), con carácter descentralizado,
de pequeña escala,
control popular y sostenible. Las
transiciones de matriz energética llevan
mucho tiempo, dos décadas como
mínimo, y no son para nada sencillas.
Pero pasar de una sociedad fosilista
a otra postfosilista llevará muy
probablemente mucho más tiempo.

Ha tardado dos siglos en crearse este
monstruo urbano-agro-industrial
planetario, y llevará probablemente
más de un siglo transformarlo y desmontarlo.
Los futuros mundos posibles –o más bien necesarios– serán
sin duda –a largo plazo– mucho menos
urbanizados, bastante menos
globalizados e interdependientes,
mucho más localizados, autónomos
y descentralizados, sustancialmente
menos industrializados, seguramente
menos poblados, y con una diversidad
y pluralidad de mundos rurales
vivos. Pero también deberían ser
más justos e igualitarios, y menos
violentos y patriarcales que el actual.
Habrá que pasar “de lo más grande,
rápido y centralizado, a lo más pequeño,
más lento y más localizado;
de la competencia a la cooperación;
y del crecimiento ilimitado a la autolimitación”,
lo que nos debería
permitir caminar hacia sociedades
más equitativas y en paz consigo
mismas y con el planeta.
De nosotros depende pues cómo
sea la transición postfosilista, liberadora
o no, que hay que iniciar ya.

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