El opio del pueblo

He tenido la suerte estas vacaciones de
ir a Andalucía, concretamente a Granada,
donde vi una procesión religiosa. El
olor a incienso comenzaba a marearme
cuando la imagen de un romano torturando
a Cristo pasaba delante de miles
de personas. Cuando el doctor Karl Marx
se refería a la religión como legitimadora
del orden social impuesto y decía que
“adormecía” a las masas trabajadoras
con la ilusión de un mundo mejor en la
otra vida, no se equivocaba. Pero mi
visión práctica de esa verdad marxiana

Mario Carrera
17/04/08 · 0:00
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He tenido la suerte estas vacaciones de
ir a Andalucía, concretamente a Granada,
donde vi una procesión religiosa. El
olor a incienso comenzaba a marearme
cuando la imagen de un romano torturando
a Cristo pasaba delante de miles
de personas. Cuando el doctor Karl Marx
se refería a la religión como legitimadora
del orden social impuesto y decía que
“adormecía” a las masas trabajadoras
con la ilusión de un mundo mejor en la
otra vida, no se equivocaba. Pero mi
visión práctica de esa verdad marxiana
la vi perfectamente aquel día. El Estado
español es uno de los más religiosos en
comparación con Europa. Yo pensé que
estábamos en el siglo XXI, y que vivíamos
en una democracia –lo más parecido–
que en teoría había superado la religión
como institución feudal. ¿Cómo
puede un Estado y un gobierno mantener
una monarquía antidemocrática,
unas propiedades que pertenecen a
señores feudales y una Iglesia que hace
continuamente apología del franquismo?
Esto es España, la nación semi-feudal.
Pero conviene también hablar de otro
tipo de opio: el consumismo. El consumismo
es un fenómeno genuinamente
de los siglos XX y XXI, que se merece un
estudio en profundidad. El llamado
mundo desarrollado ha avanzado por
este fenómeno, por el ansia de las
empresas de obtener beneficio y han
inventado artículos inimaginables. En la
sociedad actual, consumista y burguesa,
es imprescindible tener estos artilugios,
que han supuesto, sin duda, un avance
–aunque a costa de la explotación y del
esclavismo semi-asalariado en el Tercer
Mundo–. Lo que ocurre es que después
de comprarte, por ejemplo, un móvil al
día siguiente tienes otro con la pantalla
a color y te lo compras. Una semana
después tiene cámara de fotos y luego
de vídeo, más tarde te compras una PDA
y así hasta el infinito.

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