Cuenta la historia que el
poderosísimo valido Potemkin,
ministro y amante de la
zarina Catalina II La Grande,
solía montar demostraciones
de su programa de modernización
por toda Rusia. En
realidad, el país seguía muy
atrasado y el ministro ciertamente
dedicaba la mayor
parte del presupuesto a llevar
una vida de lujo ocioso.
No obstante, cuando la zarina
visitaba algún poblado,
hacía levantar con antelación
una ciudad de decorado.
Bonitos edificios de
Cuenta la historia que el
poderosísimo valido Potemkin,
ministro y amante de la
zarina Catalina II La Grande,
solía montar demostraciones
de su programa de modernización
por toda Rusia. En
realidad, el país seguía muy
atrasado y el ministro ciertamente
dedicaba la mayor
parte del presupuesto a llevar
una vida de lujo ocioso.
No obstante, cuando la zarina
visitaba algún poblado,
hacía levantar con antelación
una ciudad de decorado.
Bonitos edificios de
atrezzo a uno y otro lado del
camino por donde pasaría
su alteza imperial Catalina y
una población atractiva y
entusiasta, traída de los teatros
de la capital, para sustituir
a los lamentables lugareños.
Una vez concluida la
imperial visita, los actores se
iban a otro escenario mientras
se desmontaba el decorado
de opereta hasta la próxima
función. Así me he
sentido cuando he visto que
en los laterales de la calzada,
entre la Estación de Delicias
y el Telesilla de Aramón,
unos obreros iban depositando
unos rollos de moqueta
que al extenderse resultaban
ser césped artificial. Tan artificial
como el resto de los
alardes con que se disfraza
la Expo de Zaragoza. El
Emperador del Ebro está
desnudo.
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