El 15 de mayo de 2003 sufrí un accidente laboral (recibí un fuerte impacto en la cabeza que afectó a mis vértebras cervicales) en mi trabajo en Gruta77 mientras se desarrollaba el concierto del grupo Bersuit. Acudí a urgencias en un taxi. Se me diagnosticó fractura de vértebra cervical C6, se me inmovilizó y trasladó al hospital de la mutua de accidentes de la empresa, donde quedé ingresado con pronóstico grave.

Tras 7 días de inmovilización total, los facultativos decidieron que la única solución era la intervención quirúrgica. Tras 10 meses de baja con rehabilitaciones, la mutua procedió a darme un alta médica, reconociendo que no existe la curación total de mis lesiones. El tribunal médico de la Seguridad Social también me diagnostica lesiones permanentes.
La empresa no se interesó por mi estado ni una sola vez. Reincorporado al trabajo, al iniciar un proceso de petición de incapacidad total para el puesto de trabajo, fui despedido de forma improcedente y sin aviso previo.
Ante la cerrazón y la mala fe de la empresa, denuncié en Inspección de Trabajo y el Instituto de Salud Laboral, que culminó con el mismo diagnóstico: el accidente estaba motivado por la falta de medidas de seguridad por parte de la empresa, y se la sancionaba.

Paralelamente inicié un proceso judicial para reclamar la indemnización por el accidente, y durante ese tiempo la empresa y el seguro me han mareado con propuestas que la empresa nunca cumplió. Su estrategia es la de ganar tiempo.
Lo único que he recibido han sido mentiras, zancadillas judiciales y difamación social. Tanto el administrador como la jefa de personal han lanzado una campaña de mentiras y miedo, destinada al resto de trabajadores de Gruta77, para socavar el apoyo solidario que pudieran prestarme los compañeros.