Hola Montserrat. Muchas
gracias por la lectura
atenta que has hecho del
Manifiesto electoral de
Izquierda Anticapitalista, por haberte
tomado el tiempo de escribirnos
la carta abierta que publica DIAGONAL
en número 98 (Carta abierta a
los amigos de Izquierda Anticapitalista.
Montserrat Galcerán) y por las
críticas fuertes, claras y siempre
amistosas que nos diriges.
Hola Montserrat. Muchas
gracias por la lectura
atenta que has hecho del
Manifiesto electoral de
Izquierda Anticapitalista, por haberte
tomado el tiempo de escribirnos
la carta abierta que publica DIAGONAL
en número 98 (Carta abierta a
los amigos de Izquierda Anticapitalista.
Montserrat Galcerán) y por las
críticas fuertes, claras y siempre
amistosas que nos diriges.
Planteas muchas cuestiones;
tiempo y ocasión habrá para irlas
discutiendo. He seleccionado ahora
tres temas. En dos de ellos, me
parece que no nos entendemos
bien; en el tercero hay un desacuerdo
claro, sobre el que seguiremos
debatiendo mucho tiempo,
pero que conviene acotar para que
sea compatible con acciones que
compartimos y con la reflexión sobre
ellas, que finalmente será la
clave para confirmar o rectificar
propuestas y proyectos.
Club de lujo
El primer tema se refiere al Parlamento
Europeo. Estamos de acuerdo
en que ni tiene poder, ni puede
existir en él un debate democrático.
Es un club de lujo para políticos profesionales,
premiados por sus partidos
con prejubilaciones millonarias.
La muy remota, por no decir nula,
posibilidad de que saliera elegido alguien
de nuestra lista no ha tenido
ningún papel en la decisión de presentarnos
a las elecciones europeas.
Dicho esto, y a título de pura hipótesis,
creo que sería útil contar con ‘infiltrados(
as)’ en ese parlamento. Por
ejemplo, para las acciones que desarrollaremos
los movimientos sociales
durante la próxima Presidencia
española de la Unión Europea, en el
primer semestre de 2010. Digo ‘infiltrado’
porque ése debe ser el sentido
que le damos a ésta y a cualquier
otra participación en las instituciones
políticas del sistema: se trata
de ser abiertamente desleales con
todo lo que esas instituciones representan,
actuar como ‘cámaras’ y ‘micrófonos’
de los movimientos sociales
en las salas, y en los sótanos, en
los que se maquina la política establecida,
trasvasar recursos hacia
movilizaciones sociales, subvertir el
coro parlamentario con las voces
disonantes de las luchas de la calle.
Ya sé que nada de esto tiene que
ver con las prácticas parlamentarias
al uso. Pero creo que debemos
plantearnos si algo así es posible y
sería útil para la rebelión contra el
capitalismo que, desde puntos de
vista distintos, estamos tratando de
impulsar. Volveré sobre este punto
al final de la carta.
¿Elecciones?
Entonces, ¿para qué nos presentamos
a las elecciones? Éste es mi segundo
tema. ¿Para, como supones,
“testar la acogida de los electores”
hacia IA? Francamente, creo que
no. Los procesos electorales son un
muy mal baremo para medir la influencia
social de las propuestas alternativas
al sistema que defenderemos
en la campaña. La campaña
electoral nos puede dar una idea de
la simpatía con la que contamos y
que podemos despertar, de las expectativas
que existen sobre nuestro
proyecto de reinventar la izquierda
política anticapitalista, nada
más. IA es una pequeña organización
política y, aunque esperamos
legítimamente crecer, lo seguirá
siendo después de las elecciones. La
influencia que nos importa está referida
a la organización y la lucha
social anticapitalista; se mide fundamentalmente
día a día, al ras del
suelo y en distancias cortas.
Humilde
A mi parecer, hay dos razones claves
para presentarnos a las elecciones:
la primera, avanzar en la elaboración
y la difusión de un programa
anticapitalista, es decir, una articulación
de críticas, propuestas y
objetivos que se proponga llegar a
ser la base de un bloque social capaz
de derrocar al capitalismo. La
segunda, defender en la izquierda
social la necesidad de construir una
izquierda política, humilde porque
reconoce y quiere aprender de los
errores y fracasos del pasado, fiable
porque esté integrada por militantes
activos en los movimientos sociales,
en los que tienen que dar
cuenta cada día de lo que dicen y lo
que hacen, y cuyo compromiso sea
sin sombra de duda la subversión
del capitalismo. Es un proyecto
abierto, que se irá configurando a
partir de experiencias y confluencias.
Dice mi amigo Daniel Bensaid
que tenemos que “inventar lo desconocido”.
Me parece algo más que
una frase hermosa. Podría ser un
proyecto común de diversas corrientes
anticapitalistas de los movimientos
sociales que hoy ignoran o
desprecian la organización política.
Desafíos
Y esto me lleva al tercer tema que
es el más importante y, para mí, el
más complejo de explicar. ¿Para
qué se necesita, cuál es la función
propia de la izquierda política en la
lucha contra el capitalismo?
Desde luego, no es ejercer, pretendidamente,
el monopolio de la
acción política. Al menos desde
comienzos de los ‘80, puede decirse
que todas las grandes cuestiones
políticas que en nuestro
país han desafiado al poder establecido
y han originado luchas y
organizaciones, han sido creadas
por movimientos sociales: el derecho
al aborto, la movilización
contra la OTAN, la insumisión, el
cambio climático, el derecho a la
vivienda, la reivindicación de la
memoria histórica, etc., en fin, todas
sin excepción.
Es natural que sea así y no puede
ser de otra manera: las reivindicaciones,
los objetivos, las formas
de organización de las luchas
emancipatorias los crean “los trabajadores
mismos” por recordar
una expresión clásica, que siguen
teniendo todo su sentido, aunque
quizás la escribiríamos hoy con
otras palabras.
Preguntar
La función de una organización
política es promover sistemáticamente
la articulación de esas luchas
y movimientos, y destacar y
proponer en cada momento los objetivos
comunes que pueden ser
más eficaces en la lucha contra los
poderes capitalistas. Y pensamos
que una parte de esa lucha, no la
fundamental, pero sí necesaria,
hay que hacerla en las instituciones
del Estado. O por decirlo de
una manera más polémica: no estamos
de acuerdo en que el repertorio
básico de los movimientos sociales,
cuando se relacionan con
las instituciones del Estado, lo cual
es frecuente e inevitable, consista
en el lobby sobre el partido político
considerado ‘mal menor’, la demanda
y gestión de subvenciones
y, en las elecciones, el ‘voto útil’.
Creemos que es imprescindible
construir una organización política
cuyo programa y razón de ser
consista no en ‘gestionar el poder’,
sino en luchar contra él, que esté
dentro de las luchas y movimientos
sociales, sea impulsada y pueda
ser controlada por ellos, y por
eso mismo merezca confianza.
¿Cómo hacerlo? algunas ideas y
algunas modestas experiencias tenemos,
pero lo fundamental es,
efectivamente, caminar preguntando.
Y también debatiendo, que es
una forma de preguntar. Un abrazo.
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