El cambalache

El 30 de diciembre ETA interrumpió su “alto al fuego
permanente” con un coche bomba en el aeropuerto
de Madrid, con el resultado de dos trabajadores
muertos. El proceso de negociación iniciado nueve
meses antes parece volatilizarse. ¿Los actores de
siempre siguen acaparando el escenario? Abrimos,
con dos textos, una reflexión desde los movimientos
sociales. El autor del primer texto, escrito antes del 30 de diciembre, no incluye cambios.

18/01/07 · 0:00
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Isa

Primero dijo: el proceso será
largo, duro y difícil; yo, que
soy pequeñito, no entendí
muy bien el por qué ni el en
qué. Luego dijo que haría falta tiempo,
temple y tenacidad; una retórica
política realmente rompedora.
Espero que la próxima vez no nos
hable de las virtudes cardinales: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza.
Porque la política parecerá ya
cosa de la Conferencia Episcopal
(que la hace, desde luego).

No comprendo muy bien en qué
“proceso” participa el presidente ZP.
Ni me explico por qué al comenzar
otro año nos encontramos aparentemente
donde estábamos, pero con
la sensación de hallarnos en eso del
“proceso” fuera de sitio, como si la
realidad fuera por un lado y lo que
se dice y hace por otro mundo.

Se me ocurren dos preguntas:

Primero: ¿Es que Rodríguez Zapatero
creía, como otros muchos, que
el problema era ETA y que, acabándose
ésta, se liquidaba el problema
vasco? Ésa será, desde luego, la imagen
creada en la opinión pública española;
pero también la realidad es
tozuda. 35.000 encarcelados “en”-
mejor sería, tal vez, decir: “bajo”- la
“democracia” significan atribuirle a
ETA unas dimensiones colosales,
nada compatibles con el calificativo
de “banda”. No se ha querido tener
en cuenta un principio elemental
en la política europea, que un partido
que representa políticamente los
objetivos de una organización armada
es legítimo, pues en democracia
son los medios y no los fines
políticos lo que puede ser ilegítimo.
Pero además en Euskal Herria todo
lo que no era conforme -incluidos
desde los solidarios de Itoitz a los
movimientos civiles más variados-
tenía que ser ETA o cómplice de
ETA; al final están amenazados judicialmente
los políticos vascos de
todos los partidos excepto el PP.
Esta manera de hacer propaganda
oficial de ETA nos recuerda a los
viejos del lugar -perdonad nuestra,
a fin de cuentas comprensible, manía
de recordar-, nos recuerda, digo,
la acusación de comunista a todo
lo que se sublevaba contra el
Franquismo. Hasta al Tribunal de
Orden Público se le puede encontrar
su actual correspondencia convenientemente
remozada.

Lo que ya ni se recuerda es aquel
grito de “¡Libertad, libertad!” Debo
de ser desde hace tiempo un quisquilloso;
porque me irritaba. Me
irritaba que no se dijera en qué iba
a consistir esa libertad; es más, que
se evitara. La historia se me repitió
con el “¡No a la guerra!” (tan distinto
del “¡OTAN no, bases fuera!”):
operaciones de canalización y vaciado
de contenido estaban funcionando
a plenas revoluciones. ¿Y
qué ha quedado de la “LIBERTAD”?
Han quedado las “libertades”,
es decir: las condiciones indispensables
para el negocio. Que
nadie espere más y que mire lo bien
que le va y lo mal que le puede ir.
Políticos, medios e Iglesia ya azuzarán
a la gente unos contra otros
cuando vengan las elecciones, para
que el porcentaje de voto se mantenga
por encima del 50%.

A casi el 60% llegó la abstención
en Vizcaya y Guipúzcoa cuando el
referéndum constitucional, contra
un campañón de propaganda. Y las
cosas no parece que hayan cambiado
gran cosa. ¿Es que mucha gente
comparte los fines de ETA? Pues entonces
encarcélese a todos los que
jueguen a la lotería, porque comparten
el deseo de hacerse ricos con los
ladrones y estafadores.

Bloqueo

¿Es que a Zapatero no se le ocurrió
que el problema vasco podía estallar
precisamente cuando se acabara
ETA? ¿Que era la lucha armada
la que bloqueaba la política, la
violencia menor la que justificaba
la violencia mayor? ETA lo ha visto
al fin, lo reconozca o no; el PP lo
sigue viendo.
“Estado de derecho”, sí; pero el
Estado de derecho no consiste simplemente
en gobernar con leyes (y
eso cuando se cumplen). Como sabe
cualquier jurista, el Estado crea
leyes, pero no crea simplemente el
Derecho, pues está sometido a él,
también cuando legisla. Eso es precisamente
lo que obvió el “Estado
de derecho” franquista. Y es muy,
muy sospechoso para cualquier observador
externo el énfasis cotidiano
con que se afirma que el Estado
español es un Estado de derecho.
¿No debería ser una obviedad en un
Estado tan democrático? Pues no,
porque no hay “derecho” a la “ley de
partidos”, en la que participó también
el PSOE. No hay “derecho” a
tener a alguien atado a una cama a
punto de morirse, alimentado artificialmente
contra su voluntad. No
hay “derecho” a invocar como razón
jurídica alarmas sociales inducidas
en los medios. No hay “derecho” a
ese secreto a voces que es la tortura.
No hay “derecho”...

Segunda: y aquí viene la otra
pregunta que se me ocurre en mi
ingenuidad política. ¿No será que
reconocer simplemente que hay un
problema político en el País Vasco
puede significar poner patas arriba
lo que ha sido la política española
desde la “Transición”? Rodríguez
Zapatero no sólo tiene que contar
con su partido, sino que además le
hacen falta el PP, el rey y el
Ejército, el aparato de la Iglesia,
los grandes grupos mediáticos, los
sindicatos estatales, en resumen:
los que montaron el cambalache
hace 30 años sobre nuestras cabezas,
los que SON LA democracia.
Ninguna de esas instancias puede
actuar sin cierto consentimiento
de las otras (lo ha recordado el rey
meridianamente en su mensaje de
Navidad); de ello depende su estabilidad.
Pero sí puede actuar sin
nosotros, el pueblo vil o ciudadanos
“de a pie”, como hoy se dice
(para distinguirnos de los “caballeros”).
A mí no me engaña que
me llamen ciudadano, lo mismo
que cuando la televisión llama ciudadano
a un muerto en patera ante
la costa de Tarifa.

Zapatero se encuentra con un
problema vasco, cuyas dimensiones
tal vez había minusvalorado; eso
puede significar también haber minusvalorado
la resistencia de sus
“colegas”, comenzando por el rey,
que -es lo menos que se puede decir-
todavía no ha hecho ni un gesto
de apoyo “real” al “proceso”. Pero
el mismo ZP tampoco parece dispuesto
a algo más que un segundo
Abrazo de Bergara.

Se habla mucho de la Constitución
precisamente porque ése no
es EL problema. EL problema es
que el pescado ya está vendido antes
de que podamos abrir la boca.
Y dar la voz en Euskal Herria podría
tener consecuencias catastróficas
para el cambalache en toda
España, romper el dique por un
punto, precisamente por la reliquia
intacta del Franquismo, por el nacionalismo
de “los nacionales”, de
los que siguen saqueando el país, y
ahora como nunca en forma de hipotecas,
de los sobornados al más
alto nivel para que acepten la “democracia”-
sin la que no hay negocio-,
de los perros guardianes del
antiguo régimen a perpetuidad.
Porque otra España será posible;
pero ésta es inviable y se está viendo,
desde el principio, en el País
Vasco. Todo el tinglado suena a falso
de arriba a abajo, no sólo en este
punto, pero eso parece que incluso
tranquiliza a una clase política
acostumbrada a cabalgar el tigre
como estrategia.

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