Un pequeño homenaje a la PAH y Robert Castel
Los borrosos límites de lo insoportable

La situación de los hogares hipotecados no llevaba inevitablemente a la existencia de las PAH y a la empatía con sus miembros. El autor invita a seguir el ejemplo en otros campos, en sus palabras: "seguir creando vías para que lo insoportable se comparta colectivamente".

, Sociólogo
28/03/13 · 15:35

En la comparecencia de la PAH del pasado febrero en el Congreso, en un momento Ada Colau dijo “hay miles de personas que están más allá de los límites de lo soportable”. Es otra vez el famoso grito de la película Network: “¡Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo!”. Esos miles, millones, que viven lo que hoy significa la brutalidad de los desahucios o el paro de larga duración o, sencillamente, el extendidísimo “no sé qué hacer con mi vida”, están de lleno en las cuestiones sociales que analizó el recientemente fallecido Robert Castel, uno de los últimos grandes sociólogos. Esas “cuestiones” son los problemas clave en torno a los cuales una sociedad se pregunta a sí misma si sigue siendo “una” sociedad o ya está irremediablemente fragmentada.

Nuestros gobernantes necesitan hacer muchas cosas lo antes posible, las habrían hecho hace mucho si hubieran podido, las están haciendo, pero se ven obligados a negociar permanentemente cuánto son capaces de digerir quienes están rozando esa ruptura. Es una lucha de clases desde arriba para hacer desplazar en cada persona sus propios límites de lo insoportable. Pero “cuánto” de insoportable es cada situación resulta, evidentemente, totalmente indefinible. Por ejemplo, un “¡Qué se jodan!” parece mucho más insoportable que algunos recortes que pasan más desapercibidos. En ese sentido, se suele decir a menudo: “es que aún no ha llegado lo peor, y por eso la reacción no es más fuerte”. Falso. No existe ninguna raya ni criterio último de “hasta aquí”.

En el juego de redefinición de lo insoportable que el capitalismo español intenta promover, desgraciadamente para el 1%, no existe ninguna solución técnica que les resuelva el problema Podría ser mucho peor y no pasar nada, y podría ser menos malo y haber pasado mucho más. En muchos casos, puede no salir nada hacia fuera, y tramitarse el malestar por la vía del suicidio, como bien sabemos. Se puede morir en la cama, irse “debajo del puente”, pegar a la esposa o atiborrarse de libros de autoayuda. Y también, podemos juntarnos con otrxs. Lo que diría Castel es que cuando los cambios en una sociedad pueden cuestionar “los mínimos” socialmente definidos, por mucho que los economistas digan que “no hay de donde sacar”, de algún lado se sacará casi obligatoriamente, y todas las “leyes” económicas darán completamente igual.

Por ejemplo, los fundamentales 426 € no podrán desaparecer, básicamente porque en el caso español ello supondría amenazas efectivas de ruptura del orden social. Para quienes deciden, entre otras cosas, es un problema de ritmo, de acompasar las rupturas del llamado Estado del bienestar con la capacidad que tienen las personas de soportar sus nuevas vidas. ¿Qué ritmo es posible imprimir para tomar las medidas “necesarias” para ser más competitivos en “los mercados”? O lo que es lo mismo, ¿cuánta miseria podemos gestionar por día/semana/año con todas las oficinas del INEM y el resto del aparataje institucional?

Los límites a la aceleración de ese ritmo son los límites de nuestra maleabilidad como sujetos. Entonces, pase lo que pase, no se podrá tomar ninguna medida que quiera cambiar demasiado rápido el significado colectivo de lo obsceno, de lo indecente, de lo miserable. Y así se ralentizará el ritmo o, de lo contrario, el proceso se romperá. En el juego de redefinición de lo insoportable que el capitalismo español intenta promover, desgraciadamente para el 1%, no existe ninguna solución técnica que les resuelva el problema. Y, por otro lado, es muy probable que ni lleguen a controlar cuán insoportables son sus decisiones ni los vaivenes del propio capital que tratan de gestionar pero que, más bien, les gestiona a ellos.

En este sentido, lo que las próximas luchas plantean es con qué velocidad somos capaces de cambiar a nuestro favor nuestras representaciones colectivas de lo insoportable, antes de que
se ensanche nuestra capacidad de aguantar todavía más. Eso era la “indignación”: una gran toma de posición para decir, punto, esto ya es insoportable. Quienes sienten o hemos sentido lo insoportable, tenemos que ser capaces de transmitir a toda nuestra gente eso que, sea lo que sea, ya no aguantamos más.

Hay que intervenir viendo en qué momento del proceso de ruptura con los demás y con uno mismo se encuentra una persona concreta. En fin, hay que seguir creando vías para que lo insoportable se
comparta colectivamente
, como ha hecho la PAH, entre otros, con tanta gente. Pero, independientemente de lo que ocurra con la tramitación de la ILP, sirva este texto como pequeño homenaje a quienes han llevado la estafa inmobiliaria adentro del Congreso, a la cara de quienes los escraches les resultan “antidemocráticos”, “violentos”, “filoetarras”, pero nunca insoportables.

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