Algunos hombres buenos



13/11/08 · 0:00
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En los últimos años han ido
apareciendo distintos grupos
de hombres al calor de
algunos expertos que han
ido planteando temas en torno a las
nuevas masculinidades, la manera
de afrontar el machismo desde el
punto de vista del hombre, las agresiones
hacia las mujeres, el erotismo
masculino y algunos temas más que
han ido aglutinando a ciertos sectores
de población urbana, de clase
media, funcionarial y universitaria,
principalmente. Han hecho llamamientos
públicos a raíz de algún asesinato
patriarcal más o menos mediatizado
y a partir de ahí han ido
creando pequeños grupos con la intención
de ir configurando un discurso
que, en teoría, puede servir para ir
eliminando las actitudes sexistas y
patriarcales de los hombres.

Estos grupos surgen por la imperiosa
necesidad que, dicen, tienen
los hombres de juntarse para hablar
de sus problemas, sus debilidades.
Y en ellos dan rienda suelta a sus experiencias
traumáticas pero... sobre
todo, ponen de manifiesto algo que
nos han enseñado desde pequeños
a todos los hombres: la notoriedad
del espacio público.

Para ejemplificar mi tesis quiero
incluir una anécdota real que le ocurrió
a un grupo feminista tras la visita
de un hombre a su local. El susodicho
decía que estaba muy comprometido
y sensibilizado con la lucha
de las mujeres y que quería colaborar
con ese grupo. Algunas mujeres
se reunieron con él, más que nada
para explicarle por qué las mujeres
quieren participar en grupos sólo
constituidos por mujeres, pero antes
le vacilaron un poco y le preguntaron,
irónicamente, de qué manera
podría él participar en ese grupo de
mujeres... El caso es que este hombre
respondió que a él le gustaría dar
charlas sobre feminismo.

El hombre copa, con su dominio
del espacio público, todos los lugares
y espacios menos uno: los grupos
feministas. El hombre, educado
en y para el espacio público ha mantenido
una actitud entre recelosa y
frontalmente opuesta a que algunas
mujeres quisiesen juntarse para hacer
política. Incluso la izquierda ha
mantenido una actitud ambigua ante
el discurso autónomo feminista
que en los últimos años se ha ido
apaciguando con la creación de las
áreas de la mujer en sindicatos y partidos
políticos. Estas áreas han sido
el paso intermedio para el gran salto
que algunos hombres buenos estaban
esperando desde hace tiempo;
la creación de grupos de hombres,
antes llamados profeministas y ahora
simplemente igualitarios.

En Bilbao se creó un grupo de
hombres hace poquitos años y en
la segunda reunión ya se quería ir
con pancarta propia al 8 de marzo.
En otras ciudades hasta han organizado
ellos mismos manifestaciones
contra las agresiones a mujeres.
Es un pequeño ejemplo del futuro
que tienen estos grupos. Es decir,
querer copar las únicas pocas
reivindicaciones que no controlan
ni deciden. Entiendo que para muchos
hombres sea frustrante y fuente
de una incertidumbre tremenda
no poder controlar todo lo que está
a su alrededor pero hay que ‘convencer’
a los grupos igualitarios de
que el protagonismo de la lucha
contra el patriarcado debe recaer
en las mujeres y no en hombres que
afirman que ellos también son víctimas
del sexismo y el machismo.
Como si fuera lo mismo.

Espacios públicos

Los hombres tenemos el 99% de los
espacios públicos para hacer política
masculinista y es ahí donde tenemos
que actuar de hombres buenos. Si
las mujeres optaron en su momento
por la creación de espacios autónomos
fue por la imperiosa necesidad
de dotarse de un discurso de lo público
que nosotros, por suerte o por
desgracia, no creo que necesitemos.
Los grupos de hombres están copando
tal cantidad de páginas y minutos
en los medios que, incluso en Euskal
Herria, tienen más apoyo mediático
los congresos de masculinidad que
organiza Emakunde (instituto vasco
de la mujer) que el propio congreso
feminista de abril pasado que reunió
a más de mil mujeres. Todo un
síntoma de unos grupos que se
muestran más digeribles para las
propias instituciones que las ‘intocables’
feministas, incluso para los institutos
de la mujer.

Los grupos de hombres lo que
aportan al cambio de sociedad es
dar cobertura a personajes como
Ibarretxe, que se presentó en el congreso,
en Donostia, de masculinidad,
hace unos años, con su consejero
de Interior Balza, hablando de
la violencia que ejercemos los hombres
contra las mujeres, cuando a
su consejero no le tiembla el pulso
en lanzarnos sus soldados a la mínima.
O el programa Gizonduz, donde
había codazos de los pro-hombres
de la cultura vasca por aparecer
en esa foto, como si eso fuera
importante para dejar de estar bajo
sospecha, presentándose en sociedad
como hombres buenos.

Los hombres que hemos tenido
algún contacto con los feminismos
sabemos que nos han marcado para
poder vivir mejor y más cómodamente,
nos han posibilitado conocer,
o al menos dejar de desconocer,
al 50% de la población y todo
eso debemos expandirlo en los espacios
donde podamos. No en grupos
de autoescucha o grupos de paracaidistas
sino en el puesto de trabajo,
el ocio y la política que hacemos
en espacios mixtos, además de
en las reivindicaciones que tienen
que seguir protagonizando las mujeres.
Eso es lo importante.

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