Afrontar lo electoral

Hay un creciente debate sobre posibles candidaturas electorales, que quiten las mayorías absolutas.

, Activista y profesor emérito de la Universidad Complutense
18/06/13 · 10:31

Hay un creciente debate sobre posibles candidaturas electorales, que quiten las mayorías absolutas. Los efectos electorales del 15M, hay que reconocerlo, dañaron al PSOE sobre todo –se lo habían ganado a pulso pues tras el “no nos falles” de la calle, fallaron–.  El PP se alzó con una "mayoría absoluta” en el Parlamento a pesar de haber bajado sus votos en varias comunidades, y en general solo ha contado con un tercio de los votos que son posibles. Tiene una clientela bastante fija, aún a pesar de la corrupción manifiesta y de incumplir sus promesas –pues se da por descontado para mucha gente que la política es eso–. Las reglas del juego electoral están pensadas para garantizar gobiernos estables que respondan a un partido o acuerdos entre ellos entre un 30 y un 50%. O sea minorías suficientes para gestionar los intereses de la economía neo-liberal. Dicho de otro modo, es jugar en un campo ajeno a los movimientos sociales, y con las reglas marcadas por leyes que se han dado para garantizar la estabilidad del sistema. Aún así, el manifiesto incumplimiento del PP de su programa, y la desconfianza de la gente en el bipartidismo hace que ambos partidos estén perdiendo la confianza a gran velocidad.

Los movimientos sociales, tanto las movilizaciones del 15M y su extensión a las plazas de barrios y pueblos, como las mareas de diversas temáticas que han extendido más aún la contestación, son el factor regenerador que podría cambiar los rumbos a las políticas especulativas. Pero para eso deben permanecer en sus constantes unitarias, no deberían de disgregarse en opciones electorales o de abstención. Como movimientos tienen la simpatía de un 60-70%, pero sólo el activismo de un tercio de la población. Si se plantean ir a unas elecciones perdería su fuerza por varias razones:

1. Por la división en los propios movimientos sociales, entre los que pugnan por no votar y los que quieren votar.

2. Porque el tercio intermedio de los electores –que votan al PSOE, UPyD, IU, etc. pero que pueden simpatizar con los movimientos sociales– ni se los imaginan gobierno, ni se imaginan lo que pueda ser una democracia participativa.

3. Y porque la Ley electoral, y los medios económicos y de marketing, están hechos a favor de la partidocracia reinante. No parece que valga la pena arriesgar la unidad y fuerza de los movimientos por un hipotético desborde electoral del PP, pues aunque ocurra de hecho, el sistema siempre lo podría recomponer con pactos. El camino de Italia o Grecia, obligando al bipartidismo a pactar y mostrar su verdadera cara quizás sea un paso necesario, pero aún no suficiente. No basta la indignación solo de un tercio, al menos hace falta movilizar dos tercios.

¿Qué pasa con el tercio intermedio que simpatiza con los movimientos pero que sigue votando fraccionadamente a diversas candidaturas, o se abstiene por tanta ineficiencia del sistema electoral? Este amplio sector de la población es una clave fundamental que puede caer en la desesperanza si no ve avances que pueda comprender y que vayan más allá de promesas de futuro. No podemos quedarnos repitiendo lo bien que nos sentimos en el 15M, un clima y un punto de ruptura sin duda con la Transición incompleta, que incluso se ha ampliado por barrios y pueblos, y con las mareas por los sectores que defienden los bienes públicos y comunes. Mucha gente que simpatiza con estas ideas está dispuesta a votar a cualquiera que le prometa que puede echar al PP, y en esa disputa entre unos y otros partidos podemos volver a perder todos la oportunidad de avanzar unidos contra el  neoliberalismo. Desde luego la base está en mantener los movimientos y las mareas por encima de las disputas partidistas o abstencionistas, que nos podamos centrar en las reivindicaciones concretas. Cabe seguir avanzando con las mareas, más allá de los corporativismos, construyendo entre diversos sectores lo público como bienes pro-comunes a cogestionar desde la base, participadamente.

Condiciones para las elecciones

Pero el problema del Gobierno electoral continúa y no podemos desentendernos de él, pues sigue tomando decisiones. Y hay fuerzas electorales que va a pretender recoger la expresión de los movimientos indignados. La estrategia de los movimientos sociales se debe plantear el problema y tratar de poner condiciones. Para poner en evidencia a los gobiernos posibles, y disminuir su poder dictatorial, hay que evitar mayorías absolutas como primera cuestión. Y esto significa que las candidaturas que se organicen sean lo más unitarias posibles: si se fragmenta el voto a la izquierda del bipartidismo, éste no es suficiente para los intereses de los movimientos. Syriza o Bildu apuntan a agrupar a los electores de varias tendencias, pero aún han de ganar bastantes más apoyos para tener éxito en el campo ajeno de estos sistemas electorales de minorías suficientes. Que IU, Compromis, AGE, CUP, etc. doblen sus votos puede ser interesante para sus militantes, pero para los movimientos sociales, o para evitar que siga el dominio del bipartidismo no significa mucho. Por eso la exigencia a las formaciones electorales tiene que ser más allá de sus intereses de formación política, tienen que ser los intereses de ese 99% de la población, o al menos de esos dos tercios de la población que simpatizan con lo que en estos dos años ha venido planteando el tercio más radical de los  movimientos.

En América Latina ha habido candidaturas centradas en superar la crisis especulativa en que estaban y en construir una nueva constitución. En general no han sido candidaturas de partido, sino construidas alrededor de un programa simple con pocos puntos y con algunos líderes significados como no partidistas, más bien anti-partidocracia. ¿Se puede aquí construir un proceso para desbordar el bipartidismo, poner en cuestión el pago de la deuda con auditorías, rescatar la educación y salud públicas, abrir un proceso para una democracia participativa? ¿Podemos exigir a los partidos que propugnan todo esto y que critican el bipartidismo, que dejen sus intereses de sillones y sueldos, y propugnen una opción unitaria, con unos puntos de ruptura con las imposiciones neoliberales, con cabezas de cartel conocidos pero no partidistas? Las primeras elecciones que tenemos son las europeas. La ventaja es que cada Estado es circunscripción única y no es tan discriminatorio como votar por provincias, pero lo de Europa también le queda muy lejos a la gente. Se debería hacer una propuesta en los países periféricos para concurrir electoralmente como castigo a la troika, para salir de las políticas asfixiantes, para abrir un replanteamiento de los acuerdos continentales.

Lo electoral tiene sus reglas, no es bueno desconocer el campo minado que pisamos, y pretender trasladar las bases asamblearias y los líderes de movimientos concretos a las candidaturas sin más. Según las asambleas seguramente habría que hacer un programa en que cupiesen todos los aspectos que cada comisión o grupo de trabajo plantee. Pero para unas elecciones que pretenden una ruptura con las políticas de la troika europea, lo mejor sería reducirse a 4 o 5 puntos, o estrellas, que se puedan repetir fácilmente y que lleguen a los dos tercios más indignados de la sociedad: auditoría de la deuda, respeto a la sanidad y educación públicas, dinero para emprendimientos populares, y democracias participativas. Las cabezas de carteles electorales no deberían ser de partidos, pues aun cuando puedan ser buena gente, la opinión general desconfía mucho de la clase política. Y siempre se puede hacer una pre-selección –incluso con primarias– de personas que se comprometan a dimitir por respeto al control de los movimientos y asambleas, si hay una demanda desde la base. El papel de los movimientos no tiene por qué ser impulsar unas u otras candidaturas, pero sí controlar que cualquier político, de cualquier candidatura deba responder ante las demandas de la base.

 

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