Opinión
El habla del régimen y los discursos del cambio

Gobernar es generar secretos, medias verdades que a la postre son las que te acaban alejando de la ciudadanía y por lo que la gente desconfía cada vez más de las instituciones.

, (@nu_alabao) Fundación de los Comunes
02/11/16 · 8:00

La entrevista de Pedro Sánchez en Salvados nos ha sumido en el estupor, aunque un estupor light –un poco en la línea de los acontecimientos impactantes de estos días–. No sorprende por lo que dice –que los poderes del Ibex35 y El País le advirtieron que no podía pactar con Podemos, es decir, que nuestra democracia está secuestrada por los poderes económicos, que es lo que viene diciendo Podemos desde el principio–, sino que lo diga públicamente.

Hasta hace unos días, éste era un discurso tachado de extremista-populista. Ahora lo enuncia hasta un líder del PSOE. Aunque un líder caído, que precisamente puede, porque no tiene nada que perder.

Si Podemos tiene todavía un discurso "radical" es porque sus líderes, y su estructura, de momento, no tienen que rendir cuentas a esas élites de las que se dicen oponentes

Lo que nos indica que la posición dentro del partido y las instituciones es la que delimita en gran medida lo que se puede y lo que no se puede decir. Si Podemos tiene todavía un discurso "radical" es porque sus líderes, y su estructura, de momento, no tienen que rendir cuentas a esas élites de las que se dicen oponentes, ni han entrado de lleno en los juegos del verdadero ejercicio del poder de la democracia representativa. Si hubiesen llegado a gobernar, esa posición haría que lo inefable fuese mucho más que lo nombrable. No digamos ya si se hubiese gobernado con los que hasta hace dos días eran "casta". Ahí cada palabra vendría cronometrada.

Gobernar es generar secretos, medias verdades que a la postre son las que te acaban alejando de la ciudadanía y por lo que la gente desconfía cada vez más de las instituciones. Ésta es una de las contradicciones más evidentes de la mal llamada "nueva política": el acento que se pone en la importancia del "relato" y la forma del mismo y lo que sucede cuando se tiene que representar esas posiciones en la práctica. Como ejemplo, las expectativas abiertas por los discursos de transformación que auparon a las "candidaturas del cambio" y el choque con el día a día que impone en el corsé de lo posible cuando se trata de hablar el lenguaje de las políticas públicas.

Sin embargo, el debate actual sobre el destino de Podemos parece articulado en torno a lo que se dice o cómo decirlo. Si se es transversal, con un lenguaje que "llegue a todos", a "mi madre", "la vecina del quinto" –es curioso cómo la imagen de los cualquiera es femenina y a menudo poco cualificada–, frente al discurso más confrontativo, más plagado de análisis que, dicen muchos, arrinconará a Podemos en el oxidado eje izquierda-derecha que huele a lucha de clases y rechina como una bisagra envejecida.

Comunicar es importante, pero al final dará igual el tono o la forma cuando Bru­selas baje sus órdenes en forma de recortes

Pero quizás ése no sea el debate. Comunicar es importante, pero al final dará igual el tono o la forma cuando Bru­selas baje sus órdenes en forma de recortes. La respuesta no podrá ser sólo discursiva. Ahí tenemos la realidad que se llama poder, que se llama fuerza social que habla los lenguajes múltiples de la confrontación política.

Las condiciones que llevaron al surgimiento de Podemos no han cambiado. La estabilidad económica es sólo aparente o sólo ha mejorado las expectativas de un segmento social limitado a ciertas capas medias. El día de la investidura, Sol volvió a llenarse como augurio de un nuevo ciclo de movilizaciones.

La principal cuestión que se tiene que resolver ahora es cómo Podemos y las candidaturas "del cambio" van a relacionarse con eso, con la calle y con quienes han quedado fuera de la tímida recuperación. Vamos a necesitar mucho más que discurso para articular una fuerza social capaz de arrancar conquistas a ese poder del Ibex35 que opera en el marco europeo. Y el reto no es sólo para los nuevos partidos, sino también para quienes creemos que son necesarias nuevas formas de organización y de sindicalismo social más allá de las protestas puntuales.

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