Podemos en Madrid se encuentra en su proceso de Asamblea Ciudadana. El autor cuestiona la capacidad de esta Asamblea de revertir el proceso de vaciamiento de la organización que se ha producido desde el congreso de Vistalegre.
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Agotada la fase “electoral”, la revisión de Vistalegre ha sido arrojada sobre la mesa, incluso por aquellos que fueron sus más firmes defensores. Se nos dice, “es el momento de evaluar y revisar la hipótesis de la máquina de guerra electoral, un acierto en las condiciones pasadas –¿no están ahí los 71 diputados?–, pero quizás insuficiente para la fase que se abre”. Palabras fetiche como “movimiento popular”, “democratizar Podemos”, “descentralizar” circulan ahora en boca de todos, también entre los que demostraron la más férrea adhesión al jacobinismo-carrillismo de los primeros tiempos. También con la mejor intención se ha tratado de resucitar viejas hipótesis como la del partido-movimiento, que sonó como alternativa en el pre y post-Vistalegre. Pero la cuestión es: ¿hay todavía margen para generar un experimento de partido “no partido”? ¿Estamos a tiempo de darle la vuelta al reloj político?
El problema, al fin y al cabo, es viejo: es la cuestión del partido, la cuestión de la organización. La respuesta, sin embargo, es actual: sólo puede arrancar de las prácticas de organización ya existentes. Quizás no haga falta insistir, la cuestión de la organización no se resuelve con propuestas teóricas, ni modelos de laboratorio. Si lo que se quiere es algo distinto a un partido-Estado basado en la subvención, los cargos públicos y la lucha competitiva entre burocracias enfrentadas, la única guía sólo puede estar en las formas de autoorganización que día a día trabajan en el tejido social, y no necesariamente dentro del marco de Podemos.
Por eso, para tratar de responder a la pregunta de qué puede llegar a ser Podemos, conviene considerar lo que hoy es actualmente, o en otras palabras, lo que no es y lo que no fue. Un poco de historia: la clave del éxito de Podemos no estuvo únicamente en la inteligencia y osadía del “comando mediático”, sino en algo mucho menos tangible, pero que seguramente fue lo más importante: Podemos creó el marco para un calco político a las dinámicas que protagonizaron el ciclo 15M. Durante los primeros meses, la redes sociales ardieron con la palabra Podemos, sostenidas por una multitud de nodos que poco o nada tenían que ver con el partido. En los primeros meses también, se generaron 800 asambleas locales con el nombre de Círculos. Sólo en Madrid-Comunidad se formaron más de cien y puede que en el verano-otoño de 2014 hubiera más de 10.000-15.000 personas activas en las mismas. Asociado a esta emergencia se dio un proceso conflictivo, contradictorio y ciertamente caótico de autoorganización interna, consistente en charlas, coordinadoras comarcales, sectoriales, etc.
Por contradictorio que parezca, Vistalegre fue diseñada específicamente para contener y suprimir esta dinámica, paradójicamente la única que podría haber fructificado en partido-movimiento, esto es, en una organización. La presunción es conocida: basta acordarse del relato de la máquina de guerra electoral, y lo que entre bambalinas se decía “los círculos están llenos de locos, de freaks, de...” Ciertamente siempre es así en los procesos de politización incipiente.
Sea como sea, contra esta situación caótica y amenazante se ofreció un veneno muy particular. A partir de Vistalegre la principal motivación y el principal motivo de conflicto interno consistió en “ser alguien” dentro del partido: consejero, secretario, quizás cargo público. Frente a la organización realmente existente, la modalidad de organización que se ofreció resultó del todo contraria a mantener una práctica democrática interna. Las primarias acompañadas de las listas plancha destruyeron, literalmente, lo poco o mucho que se había construido en favor de una larga serie de luchas intestinas por cuotas de poder a la postre ridículas. Vistalegre inauguró una cultura política del “who's who”. El premio era ser cargo (burócrata o para-burócrata) del nuevo partido; el “gordo” llegar a ser político “mediático”. La cooperación y la iniciativa desde abajo se volvieron bienes escasos. El clima de violencia interna, el verticalismo y los giros de discurso vaciaron rápidamente la organización, si no en todas partes, sí en la mayoría.
A partir de Vistalegre la principal motivación y el principal motivo de conflicto interno en Podemos consistió en “ser alguien” dentro del partido: consejero, secretario, quizás cargo público
Desde hace un tiempo se vienen sucediendo los anuncios y los rumores de un nuevo Vistalegre, incluso de una refundación del partido. Los procesos regionales en algunas comunidades (Madrid, Andalucía, etc.) avanzan en estas semanas una precuela de lo que se está por venir. Casi todos los sectores-familias de la organización nos hablan de revisar Vistalegre, aunque sólo sea porque aguantar dos años y medio sin elecciones resultará imposible sin una dinámica de movilización que parece muy debilitada.
Valga como ejemplo el proceso de la Asamblea Ciudadana de Madrid. Ayer terminó la segunda y última sesión presencial. En el momento álgido puede que hubiera 130 o 140 personas en el paraninfo de Filosofía de la UCM. Seguramente la próxima asamblea del movimiento estudiantil de esa misma facultad reúna al mismo número de personas. No acudieron más que los implicados en los equipos de trabajo que pretenden disputar la dirección política de Podemos CAM. Se podrá decir que fueron defectos de convocatoria, que realmente era una asamblea de trabajo dedicada a “transaccionar documentos” (horrible jerga), pero de una forma más honesta hay que reconocer que Podemos en Madrid (es de temer que en muchos otros lugares) ha sido drásticamente vaciado. Cualquier consideración sobre el futuro de la organización, sobre la cuestión de cómo abordar el “problema de la organización”, tiene que partir de esta realidad, y no de consignas cada vez más vacías como “democratizar Podemos” o “devolver el poder a los Círculos.
Partamos de lo poco que sabemos. Se considera que en Podemos Madrid hay alrededor de 2.000 personas activas en la organización, con una cantidad de liberados y de cargos públicos que seguramente no baja de los 300. En cuanto al perfil sociológico, dominan (parece) franjas de edad ya entradas en años, poca presencia de elementos activos en movimientos y por ende un potencial de autonomía e iniciativa tirando a escaso. En el mejor de los casos, se trata de buena gente, que ha creído sinceramente en la oportunidad electoral-institucional y que ha resistido a la debacle de la organización en este último año y medio. En el peor, se reproduce el perfil y la cultura política dominante del “quien es quien” en la organización y la aspiración a tener-representar algo dentro de la misma. Con estos mimbres cabe avanzar dos conclusiones rápidas:
1. Revertir el proceso de Vistalegre no está ya en la mano de Podemos. Sencillamente lo mejor de la “base” (aquellos con más competencias, más capacidad de iniciativa, más conectados a realidades vivas) no está en el partido. Y no parece que de momento vaya a volver. Crear una nueva cultura política basada en la cooperación, la autonomía y la inteligencia distribuida, esto es, crear un Podemos-movimiento y no un Podemos-partido, requerirá de largos años de esfuerzo. Este sólo será viable sobre la base de liquidar todo el entramado burocrático de la organización: secretarios, círculos y secretarías. A su vez, se tendrá que apostar por incorporar todo aquello que pueda vertebrar un tejido político sano, capaz de cooperar y de salvar las guerras intestinas que de forma casi permanente azotan a la dirección.
Una organización (no un partido-Estado alimentado por el presupuesto público y organizado en torno a las clientelas-burocracias internas) sólo puede arrancar de las prácticas inmanentes al tejido social, de las dinámicas de autoorganización. Éstas fueron destruidas con eficacia en Vistalegre. Volverlas a generar, o al menos hacer que las existentes se reconozcan en el vector institucional de Podemos, es un reto únicamente asumible en el medio plazo.
2. Democratizar hoy la organización tiene, por eso, menos que ver con dar poder a los círculos y generar un entramado de participación interna (en el sentido más ombliguista del término) como con pluralizar la dirección y abrirla a realidades completamente ajenas a Podemos. Esto implica liquidar también Vistalegre; pero en un sentido más radical del término, liquidar el propio concepto y realidad de “dirección política” tan insistentemente presente en la formación morada. No puede existir una organización, si ésta se ve constantemente atravesada por luchas de poder, por un permanente juego de toma de posiciones de capital-poder y capital-prestigio.
Hoy Podemos Madrid debería reducirse a asumir un modelo de primarias proporcionales (para sus cargos públicos y sus órganos internos con estricta incompatibilidad entre ambos), la liquidación de la figura de secretario general sustituido por asambleas colegiadas con portavoces plurales, y sobre todo la acentuación del carácter ciudadano de los consejos, previa supresión de los municipales sustituidos por asambleas abiertas. En lo que se refiere a los consejos se trataría de convertirlos en mesas sociales con participación representativa de las realidades más activas de cada territorio: movimientos sociales, realidades sindicales vivas, asociaciones sectoriales, etc. Todo ello en el marco de unos órganos, que precisamente por estas desprovistos de más poder que el que emana de la propia autoridad de sus recomendaciones y de su penetración social, no podrán ser ya el territorio de disputa entre facciones burocráticas.
Sobra decirlo, estas reformas suponen asumir la completa destitución de la clase política podemita en tanto clase política. Algunos elementos positivos se han acordado en estos días (transaccionado en la jerga interna): las primarias proporcionales con sistema Borda y el principio de una persona un cargo. Habrá que ver si sobreviven al proceso. En todo caso, el avance resulta tibio, demasiado tibio para producir el viraje que resulta necesario.
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